Un fantasma es, más que un espanto, la sensación efímera de algo que fue, el recuerdo ajeno que se inserta en la memoria. A esta definición se acercan los pueblos fantasma de México. Pozos, San Pedro, Real de Catorce, Ojuela: espacios colmados de calma y desolación, personas y edificios interrumpidos en el tiempo.
Todos los pueblos mineros que incluimos aquí fracasaron. Construyeron un paraíso económico y social en medio de cerros, rocas y extensos yacimientos minerales. Se enriquecieron, pero en seguida se confiaron: sobreexplotaron sus recursos y acabaron en la ruina. Ahora viajamos a ellos, caminamos su decadencia y, en el mejor de los casos, la examinamos detenidamente para tratar de retrasar la nuestra.
Viajar a un pueblo fantasma es enfrentar la ausencia y la desaparición, entender nuestro paso por el tiempo a través de sus casas olvidadas, cantinas derruidas, templos desolados y tierras baldías. Para tener una experiencia nostálgica e introspectiva durante el verano, he aquí cuatro de los pueblos más melancólicos de México.
A 45 minutos de San Miguel de Allende (más o menos lo mismo de Querétaro) se encuentra el nostálgico Pueblo Mágico de Mineral de Pozos, los vestigios de una ciudad minera que atrajo numerosas comunidades extranjeras durante el siglo XIX. Tras la Revolución y una desastrosa inundación, las vetas de las minas colapsaron, la fortuna se restó y el pueblo se olvidó. Ese es justo el encanto de Pozos: los recuerdos descuidados, la calma y la desolación.
Aunque Pozos se descubre caminando sin rumbo, recomendamos visitar las ruinas de la hacienda (y mina) Santa Brígida, sus hornos y el antiguo hospital. También vale la pena hospedarse en alguno de los hoteles-boutique de la plaza principal, cerca de las nuevas galerías de arte.
Enclavado en el paisaje desértico y montañoso de San Luis Potosí, Cerro de San Pedro fue sinónimo de exceso y abundancia minera. Pero al igual que nosotros con nuestra quincena, su pésima administración financiera llevó al pueblo a la decadencia (oh, el eterno y desastroso fin de mes).
Recomendamos pasar el día en las ruinas del pueblo, visitar lo que queda del templo de San Pedro y descansar en la capital del estado (a poco menos de una hora de camino).
Real de Catorce es el pueblo fantasma menos olvidado del país. Ubicado a 260 km al norte de la ciudad de San Luis Potosí, esta colonia española solía ser –allá en 1803– el segundo lugar de mayor producción de plata en el mundo. Eventualmente, las vetas de las minas se agotaron y el pueblo no volvió a ver fama y fortuna hasta la llegada de Julia Roberts y Brad Pitt (el cine todo lo revive).
Ahora Real de Catorce es un Pueblo Mágico con hoteles, restaurantes, tiendas y antojitos potosinos –pruébense las enchiladas mineras y las gorditas de guisos. De atractivos históricos resaltan el túnel de Ogarrio, el panteón local y la Parroquia de la Purísima Concepción. Proponemos extender la experiencia con un paseo por Wirikuta, el desierto huichol.
A una hora de Torreón, cerca de Mapimí, se encuentra Ojuela, un pueblo dividido por dos cerros que se conectaban por un imponente puente –que aún cuelga pero a duras penas se soporta. En Ojuela, entre un paisaje montañoso, se encuentra un antiguo casino que fue abandonado tras el cierre de las minas de Santa Rita.
De Real de Catorce a Ojuela son más de 6 horas, así que esta ruta propone la mejor excusa para pasar una noche en la ciudad colonial de Zacatecas (casi a la mitad del camino).
No vayas en busca de una fiestuki con los zapatos recién boleados. El destino es nostálgico, introspectivo y desértico (terroso y con un clima extremoso). Lleva ropa adecuada y una actitud como si fueras en busca de Pedro Páramo. Como dicen los versos de Amado Nervo: «Tú lo sabes hoy todo…, ¡yo, en cambio, no sé nada! / Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!».
El abandono de los pueblos fantasma es lo mejor que nos pudo haber pasado en el siglo XXI. Últimamente existen hoteles/refugios que filtran las comodidades del mundo moderno: nos cambian el Sky por masajes y mimos. Recomendamos ampliamente el Hotel Posada de las Minas en Mineral de Pozos y el Hotel El Real en Real de Catorce.
Todos estos pueblos han sido escenarios de películas y documentales; su dirección de arte natural los convierte en un destino obligado para fotógrafos profesionales y aficionados. Llévate tu cámara al viaje y retrata fantasmas; a veces la cámara capta cosas que el ojo nomás no alcanza a ver.
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