Normalmente como en casa todos los días, pero durante dos semanas en octubre 2013 tuve que comer diario en el centro de Querétaro, solo, en menos de una hora. Conocía un lugar al que pensaba ir diario: estaba relativamente cerca, era barato y amigable para comer solo, además de que me hacía ilusión tener esa rutina bien delimitada durante dos semanas. Fui un lunes. El martes no abren, así que pensé en otro lugar para sustituirlo, y estando ahí comiendo, el martes, se me ocurrió no regresar a mi plan original, sino buscar un lugar distinto para cada uno de esos diez días, e ir escribiendo una bitácora comparativa.
Al final de cada restaurante he puesto una calificación subjetiva en la escala de comida corrida o menú del día, no en la escala de comida de restaurante.
Hidalgo entre Régules e Ignacio Pérez. Comida del día: $45. No abre los martes.
En realidad es una cenaduría que hace especialidades regionales, generalmente de gran sabor. Había ido a comer antes algunas veces, a veces muy bien, a veces medio mal.
Menú: minestrone de hospital, arroz, pechuga de pollo en mole verde (bueno) con frijoles de acompañamiento (muy buenos) y, de postre, un casi incomible arroz con leche. Agua de piña.
Salsa: verde, clásica de ahí, muy buena y picante.
Porciones: la sopa me decepcionó, así que todo lo demás lo veía interminable.
Servicio: atiende un chico que evidentemente no es mesero. Si le pides algo extra es probable que nunca llegue. Creo que atendieron primero a una señora que llegó después de mí.
Tiempo de comida: 30 minutos.
Local: ambiente de luto, colores fríos, como Eslovenia cuando era Yugoslavia.
Sonido: las noticias con Lolita Ayala a todo volumen en una tele diminuta en la esquina y el mesero repitiendo el menú cada cuatro minutos a nuevos comensales.
Lo que realmente está bueno: las especialidades queretanas (ninguna en el menú del día); hay quien afirma que aquí se comen las mejores enchiladas queretanas de la región.
Concurrencia: solitarios, señoras con el hijo que acaba de salir de la escuela, señoras flojas que no quieren o no saben cocinar, viejos.
Baño: de tía abuela obsesiva: pica de cloro.
Calificación (sólo comida): 5
Calificación global: 6 (me gusta el ambiente ex-yugoslavo).
Quedé decepcionado. Vi claramente que éste no es un buen lugar para comer. Es un lugar de comensales solitarios, muy olvidado, que podría perfeccionar lo que le sale muy bien pero no lo hace.
Madero entre Guerrero y Ocampo. Comida del día: $45.
Parece un lugar muy exitoso porque siempre está lleno y siempre hay mucho movimiento. Y es que también, por su ubicación, atrae a todos los burócratas de esa zona del centro.
Menú: sopa de fideo (buena), tortitas de papa (buenas) con arroz de acompañamiento y, de postre, gelatina azul eléctrico cortada con cuchillo de sierra (tremenda). Agua de jamaica (me agarró la lengua: tuve que correr al Oxxo al salir para comprar un Kinder).
Salsa: de la casa, en trozos pequeños, con habanero; buena, pero demasiado aguada.
Porciones: algo pequeñas: me quedó un huequito.
Servicio: rápidísimo pero genérico; se siente un exceso de meseros.
Tiempo de comida: 20 minutos.
Local: ambiente caótico, colores cálidos, iluminación natural en algunas zonas.
Sonido: sandungas oaxaqueñas salían de una radio y una niña lloraba mucho en la mesa de al lado porque no quería comer.
Lo que realmente está bueno: las especialidades oaxaqueñas (ninguna en los menús del día).
Concurrencia: mezcla de gente que anda por el centro en trámites, cierto turismo y burócratas.
Baño: tremendo; hay que subir un escalón que se tambalea.
Calificación (sólo comida): 6
Calificación global: 6
Cuando he pedido de la carta me tratan mejor que hoy. Parece que a los que piden el menú del día los hacen comer en la mitad de tiempo, apresurándolos en todo. Es un lugar práctico para cuando se tiene poco tiempo.
Arteaga entre Guerrero y Allende. Comida del día: $60 (sin bebida). No abre los lunes.
Erlum hace comida muy acogedora y tiene inusuales detalles, por ejemplo, ¿en qué otro restaurante puedes pedir una copa de Entretanto, el gran vino de Aguascalientes, con una comida corrida? Dato extraño: es el número 2 de 202 restaurantes en Querétaro en Trip Advisor.
Menú: crema de papa con hierbas y verduras, algunas enteras (deliciosa), pizza pequeña de jitomate y albahaca frescos (muy buena) y panqué de plátano de postre (más o menos). De entrada hubo pan calientito, con mantequilla hecha en casa, mmm.
Salsa: hay dos salsas de la casa, hay que pedirlas, son buenísimas, una es aceite de oliva con hierbas y otra es de jitomate ligeramente picante.
Porciones: de normal a pequeñas; para mí estuvo muy bien.
Servicio: yo tenía que ir a buscar al único mesero a ver dónde estaba, para pedirle lo siguiente, porque si no, se olvidaba de mí. Increíble.
Tiempo de comida: ¡casi una hora!
Local: grande, sombrío, lleno de mesas vacías, con cuadros colgados en venta (tremendos), varios salones, extraña paleta de color. También es posible comer en el patio al aire libre. Yo me senté al lado de una ventana, o sea que tuve luz natural, y eso se aprecia.
Sonido: la mitad de la comida, música genérica; la otra mitad, silencio, aunque, sentado al lado de una ventana que da a la calle, escuchaba partes de las conversaciones de los peatones.
Lo que realmente está bueno: todo está bueno.
Concurrencia: yo era el único comensal (!)
Calificación (sólo comida): 8
Calificación global: 5
Parece que no les va a ir bien, ya lleva más de un año y sigue vacío todo el tiempo. Deberían abrir en pequeño (no un restaurante de 80 comensales) porque la comida es muy buena. Es tan apacible que se puede leer La guerra y la paz entre tiempos. Envidiablemente amigable para comer solo, aunque habrá algunos que podrían sentirse solitarios. Por otro lado, es incongruente: llegó un grupo de seis personas y les dijeron que no los podían atender porque los grupos tienen que hablar antes (?)
Pino Suárez esquina Allende. Comida del día: $40.
Todas las personas que conozco saben de este restaurante aunque no hayan ido. Es una mezcla ecléctica de cocinas: dicen que tienen platos árabes, libaneses y poblanos, aunque definitivamente hay influencias de Querétaro también. Plop.
Menú: crema de papa (regular), arroz (el mejor arroz de comida corrida), carne asada (de verdad) con guacamole y frijoles (todo en su punto), sandía de postre (guácala) y agua de horchata.
Salsa: verde, buenísima.
Porciones: se ven pequeñas pero engañan; el postre, afortunadamente diminuto; el vaso de agua, como para tres personas, era el objeto más grande en la mesa.
Servicio: un señor que iba y venía por todo el restaurante; rápido, ligeramente apresurado, tosco.
Tiempo de comida: 30 minutos.
Local: sin personalidad; genérico-improvisado; se ve sucio y descuidado; urgen mejoras.
Sonido: uno de esos compilados de The Beatles en loop.
Lo que realmente está bueno: las chalupitas y el molote de tinga. De los mejores antojitos de todo Querétaro. Vienen los árabes y los libaneses a Querétaro sólo a comer esas chalupitas.
Concurrencia: semi vacío; curiosos.
Baño: hay que maniobrar en un espacio de un metro cuadrado.
Calificación (sólo comida): 7
Calificación global: 4.5
¿Qué pasa con las cremas que son tan comunes en los menús del día? ¿Será que los restaurantes hierven todos los vegetales viejos y los licúan? La gente que va a comidas corridas generalmente quiere comida buena pagando muy poco, no le importa nada de lo demás. Desordenado, un poco caótico.
Gutiérrez Nájera entre 16 de Septiembre y 5 de Mayo. Comida del día: $40.
Es una cenaduría que hace poco comenzó a ofrecer servicio también para comer. Es un lugar predecible: es lo que se espera de una comida corrida genérica, con destellos repentinos de gran sabor.
Menú: sopa de pasta (no tan buena), tortitas de carne deshebrada en salsa roja (buenísimas), arroz y frijoles (regulares), agua de limón.
Salsa: verde, al estilo Doña Mary.
Porciones: normales; ni más ni menos.
Servicio: la hija de Doña Mary y su esposo atienden a todos los comensales; es un poco lento, pero sólo al principio. Lento agradable.
Tiempo de comida: 30 minutos.
Local: es el patio de una casa que posteriormente fue techado; hay plantas y luz natural; es un lugar tranquilo.
Sonido: película de los ochentas doblada al español en la tele.
Lo que realmente está bueno: las especialidades de cuaresma que sólo se pueden cenar seis días al año.
Concurrencia: mitad regulares, mitad que van pasando por ahí.
Baño: de casa.
Calificación (sólo comida): 6.5
Calificación global: 6
En un momento, todos se fueron, y quedé yo comiendo solo, así que vino la mesera y me dio el control de la tele, diciendo «le dejo el control». Plop.
Madero esquina Guerrero. Comida del día: $100.
Este menú es mucho más caro que los otros reseñados aquí, por lo que la comparación podría ser injusta, pero es tal vez el más bueno de todos. Hay días que se posesiona de ellos un espíritu de hospital y deciden hacer un menú en donde todos los tiempos son color folder, pero hoy, afortunadamente, tuve mucha suerte.
Menú: aguacate relleno (más o menos), sopa de fideo (yomi), milanesa de pollo con ensalada (buenísima), agua de melón (ya hasta en los hospitales la prohibieron) y pudín de guayaba de postre.
Salsa: verde; la he querido copiar en casa y no me sale igual.
Porciones: de normales a generosas; aquí uno come como en casa.
Servicio: me tratan tan bien que a veces es la única razón para ir (pasaron años para llegar ahí).
Tiempo de comida: 50 minutos.
Local: mis amigos me hacen burla cuando digo que es nuestro Cafe des deux Molins (aka El Café de Amelie): techos altos, colores cálidos, íntimo pero no apretado, respetuoso, comida pausada, grandes ventanas que dan a la plaza, iluminación natural, ventiladores de techo que dan vuelta sólo para ambientar.
Sonido: música de tía muy de fondo, conversaciones y cuchicheos de otras mesas y las amables voces de las meseras.
Lo que realmente está bueno: el platillo que más me gusta de ahí no está en la carta, creo que sólo me lo hacen a mí, jeje, conservaré el secreto.
Concurrencia: la mayoría son regulares, como yo; algunos burócratas, claro; de pronto un turista.
Baño: ligeramente en penumbras.
Calificación (sólo comida): 8
Calificación global: 9.5
Creo que es muy caro para todos los días. Con algunas excepciones, el menú del día del Arcángel es como cuando llegabas a tu casa después de la escuela primaria en los ochentas, con mucha hambre, la casa olía delicioso y, oh sorpresa, mamá había hecho tu comida favorita.
Andador Vergara entre Andador Libertad e Independencia. Comida del día: $50.
Llevaba años pasando frente a este lugar que alguien me había recomendado hace mucho pero nunca me animé. En realidad es una farmacia que además puso mesas para comer. Cuando las mesas se llenan, se puede comer en la barra de la farmacia. En serio.
Menú: ensalada de berro (buena), arroz (tremendo), milanesa de trigo (como el arroz pero empanizado), agua de coco (sin palabras).
Salsa: de soya.
Porciones: mucho arroz y muchas verduras.
Servicio: la mesera es la misma que atiende la farmacia.
Tiempo de comida: 30 minutos.
Local: es una farmacia de productos naturales que huelen chistoso.
Sonido: Los Ángeles Negros y los clientes preguntando por cosas en la farmacia (a un metro de ti) que «todavía no llegan».
Lo que realmente está bueno: sospecho que nada está bueno.
Concurrencia: estudiantes, vendedores ambulantes, chabuelos.
Baño: tremendo.
Calificación (sólo comida): 4
Calificación global: 2
No es un lugar amigable. Salí corriendo a comprar un postre al Oxxo para que me borrara el sabor. Tremendo.
Ezequiel Montes entre Balvanera y Madero. Comida del día: $55.
No dan ganas de entrar pero hay que vencer el temor.
Menú: sopa de poro y papa (rica, de mamá), ensalada rusa (como en Rusia), albóndigas con ingredientes queretanos (buenísimas) en un chilito indescriptible y algún frijol refrito casero, mmm. Agua de limón (muy ligerita) y pastel de fresa de postre.
Salsa: roja oscura, bien molida, de las de antes.
Porciones: todo bien excepto el plato principal: me hubiera comido dos o tres de esos.
Servicio: muy coqueto aunque poco inteligente.
Tiempo de comida: 30 minutos.
Local: imaginen una fonda arrumbada en Pátzcuaro en los setentas el Día de Muertos.
Sonido: el cassette con las canciones favoritas de la Tía Lupita cuando estaba enamorada.
Concurrencia: en una ventana un abuelo, yo en la otra ventana.
Baño: suspicious.
Calificación (sólo comida): 8
Calificación global: 6
Después de casi dos semanas comiendo en la calle, se agradece que no haya platos enormes de arroz. Totalmente subvaluado.
Ángela Peralta entre Juárez y Corregidora. Pozole: $55 (sin bebida).
Hay más razones para odiar La Mariposa que para quererla. Pero los jueves hay pozole, y eso cambia todo.
Menú: hice algo de trampa, porque aquí no hay comida del día, pero sí hay pozole, todos los jueves, y está bastante bueno, aunque ojo, hay temporadas en que está notablemente mejor (por el cambio de cocinera).
Salsa: no es salsa, es un chile en polvo picante especial para el pozole; hay que pedirlo.
Porciones: plato de compadre, o sea, con un pozole queda uno bastante bien.
Servicio: me recibieron con un grito de ¡Qué milagraaaaaazo! y todo el restaurante volteo. Me dio algo de pena pero también mucho gusto. Conozco a esas meseras desde hace años, y cuando les caes bien te tratan mucho mejor.
Tiempo de comida: 40 minutos.
Local: tapiz de 1950, meseras con fondo y medias, muebles potentes, vajilla con monogramas, todo antiguo pero extremadamente consistente. Sin embargo, es ruidoso, hay niños llorando, turismo, el baño muy demandado… Hay que sentarse en un rincón para minimizar todo esto.
Sonido: acordes de órgano en los altavoces.
Concurrencia: súper ecléctica.
Baño: no tremendo, lo que le sigue.
Calificación (sólo comida): 8.5
Calificación global: 7.5
No puedo creer que tuvo la calificación más alta. Ya con bebida y postre, está muy caro para una cafetería.
Pasteur Norte 60 entre Morelos y 15 de Mayo. Comida del día: $62.5 (sí, sesenta y dos pesos con cincuenta centavos, ¿por qué?).
Es una casa sin letrero afuera. Hay que tocar. Una amiga me había dicho que fuera.
Menú: sopa de verduras (no tan buena), ensalda (muy buena), pescado con salsa de eneldo (bueno), arroz (regular), pan hecho en casa (muy bueno), agua de piña no tan dulce y, de postre, panacota.
Salsa: no hay, tampoco pedí.
Porciones: muy bien.
Servicio: un niño joven que podría tener entre 9 y 21 años.
Tiempo de comida: 30 minutos.
Local: es una casa antigua, tal cual: yo comí en el pasillo viendo hacia el patio; colores vivos, mobiliario ecléctico, techos altos; la mejor mesa es la de la ventana, evidentemente. La sensación de estar comiendo clandestinamente.
Sonido: nuevos comensales que tocan la puerta.
Concurrencia: sólo regulares pues quien va pasando no sabe que ahí es un restaurante.
Baño: hay que atravesar la cocina para ir al baño, eso puede ser interesante.
Calificación (sólo comida): 7
Calificación global: 6.5
Aunque no existió una metodología para llevar a cabo estas reseñas, sí hay cosas que se repitieron: los lugares tenían que ofrecer un menú especial del día (más barato que la comida a la carta), tenían que ser amigables para comer solo —o al menos parecerlo— y tenían que estar cerca de la oficina: por eso es que la mayoría de los reseñados aquí se encuentran en la parte suroeste del centro histórico. Todas las visitas fueron espontáneas, algunas incluso definidas unos minutos antes de ir. Sada y el bombón no pagó ninguna de estas comidas.
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