Un gadget es una especie de herramienta que tiene un propósito o una función específica, un aparato práctico, un dispositivo ingenioso. Su contraparte es el antigadget: un aparato disfuncional, una herramienta inútil, un dispositivo que no sólo no resuelve nada, sino que complica la misma actividad que se supone tenía que simplificar.
Un claro ejemplo es el fax. Existen oficinas que siguen enviando y recibiendo documentos por fax, júrolo. Es curioso cómo lo utilizan: hablan por teléfono, piden el tono, ponen en el aparato la hoja que hace unos segundos estaba en la impresora y lo mandan. Después vuelven a llamar para ver si recibieron correctamente el fax, incluso a veces mandan un mail avisando que ya mandaron el fax, que por favor respondan de recibido. Es algo completamente inútil: si saben mandar mails, ¡por qué imprimen el mail y lo mandan por fax!
Así como el fax, existen muchísimos antigadgets: aparatos que no funcionan, que son imprácticos, que resultan estorbosos y, sobre todo, contraproducentes. A continuación, seis ejemplos categóricos:
Las carriolas sólo funcionan cuando no son carriolas, sino cunas: cuando están estacionadas. Avanzando, en pleno uso, se vuelven un estorbo: hay que subir y bajar banquetas y escaleras, rodear obstáculos, mover la sombrilla que protege al bebé cada vez que se cambia de dirección, estacionarla, ponerle el freno a las ruedas, ver cómo diablos funciona el sistema de «plegado fácil», tratar de meterla en el auto… ¡Es un lío!
Podrían llegar a ser útiles cuando, además de al niño, transportan los pañales y los juguetes y la bolsa y la agenda y la cámara de fotos por si el niño hace alguna gracia y etcétera. Pero, aún así, las carriolas son un estorbo, si no para la mamá, sí para todos los demás paseantes que tenemos que estar esquivando el vehículo de la flojera de un niño de cinco años que sigue apoltronado en su carrito.
Algunos libros, sobre todo los de pasta dura, vienen con camisa: una cobija o envoltura que quién sabe qué utilidad tenga. La camisa del libro es estorbosa, siempre se termina quitando; no protege, pues le queda siempre floja al libro, y, por si fuera poco, es horrible, sobre todo si se compara con las pulcras pastas del libro.
La única utilidad que podría llegar a tener sería para promocionar al autor o a la editorial; la camisa como un anuncio y el libro como un medio publicitario.
Será influencia de Mary Poppins o será el sereno, pero hay señoras que se pasean con una bolsa enorme colgada de su fino y delicado hombro. A simple vista, la bolsota resulta práctica: ahí adentro una puede echar absolutamente todo: cartera, maquillaje, agenda, bufanda y hasta un par de zapatos de piso por si el tacón cansa. Sin embargo, el tremendo bolsón se revela contraproducente cuando una trata de encontrar las llaves de la casa.
Y además no se ve bien que una señora de, digamos, 1.65 m de estatura, esté cargando una bolsa de medio metro, ¡casi un tercio de sí misma! Eso no es femenino ni coqueto ni sensual; no se ve bien, pues.
Nota bene: Jeniffer López ganó el premio a la celebridad con bolsa más grande, premio concedido por Joan Rivers. Fue en el 2009-2010, cuando la debacle económica mundial estaba de moda. Se rumoraba que, por miedo a perderlo todo, J.Lo. siempre llevaba en su bolsa toda su fortuna y patrimonio. La bolsa era de la mitad de su tamaño.
Todas las tecnologías «de transición» son disfuncionales. El LaserDisc, el MiniDisc, el bíper… ¿Recuerdas el bíper? Había que llamar a un call-centre para que una señorita se enterara de tu emergencia y mandara el mensaje. ¡Llamar a un call-centre, for pavor!
Normalmente, estas tecnologías duran menos de tres años. El primer año el aparato es carísimo, al segundo se convierten en moda, y al tercero, cuando uno por fin tiene ya el MiniDisc y le dedicó por lo menos medio año de su vida a pasar todos los CDs a este nuevo formato, la industria se convence de la complejidad del aparato y lanza su remplazo: el iPod. La tecnología es una eterna decepción.
La escena es ya una costumbre: la minivan frena en seco, se prende la luz de reversa, la minivan comienza a entrar en el hueco, se escucha un ligero bip bip, luego un silencio y luego un crach. No fui yo, dice la señora o el señor o el hijo de la señora o el señor, fue culpa del sensor. Y sí, puede ser, pero veremos si el sensor paga todos esos raspones.
De verdad, ¿qué no es más barato tomar un curso y aprender a manejar? ¿O a poco el sensor sale más barato que el curso?
Nada más inútil que los gadgets de los infomerciales: el despertador con tostador incluído, el estuche para plátanos, el RotoMatic, la silla que se comprime mientras usted se deprime, etcétera.
La capacidad para crear gadgets estúpidos es sorprendente. Después de cinco años de insomnio dedicados a ver infomerciales, ayer me sorprendieron con los goggles para picar cebolla. Por supuesto, los compré.
Si buscas en Google «los peores gadgets» o «gadgets inútiles» no vas a encontrar tantos como si buscas «los mejores gadgets» o «gadgets súper útiles». La practicidad entusiasta suele crear los aparatos menos funcionales.
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