Creo que era Buñuel el que decía que lo mejor de la vejez era la caída de la libido. Pasando los 60 o 70 años (dependiendo si le haces caso a Pelé o no), el deseo sexual comienza a mitigarse. Y supongo que eso es una especie de alivio, pues, siendo la libido el principal impulso que tenemos, perderla significa, me imagino, «ser dueño de uno mismo», lo que sea que eso signifique. Liberarse del deseo sexual significa perder gran parte del motor interno (del Élan Bergsoniano), pero también significa olvidarse del ruido que provoca ese motor y de las enfermedades (sobre todo psicológicas) que ocasiona.
Envejecer es ir mandando, poco a poco, todo al diablo, el sexo incluído («España, aparta de mí esta libido»). En la vejez nuestras vidas –dice Vila-Matas en uno de sus cuentos– se apagan tanto que ya ni siquiera nuestras almas tiemblan a la luz de este fuego lento.
Todo eso pensaba hasta que hace exactamente un año leí este artículo sobre los asexuales; jóvenes –no viejos– que viven, y muy bien, sin deseos sexuales. Ahí está, por ejemplo, una tal Jenni Goodchild. Jenni estudia, tiene 21 años y tiene novio, a quien le demuestra su cariño en el estado más puro y tierno: cariño sin un ápice de sexo. Jenni Goodchild es parte del 1% de la población asexual.
Más que sentir envidia (que no) o ternura (que sí), siento una enorme angustia de no saber en lo absoluto qué significa eso de ser asexual. No logro imaginarme sin sexo. Todavía si la asexualidad me pareciera misteriosa, pero no, todo lo contrario: no le encuentro intriga alguna a andar por ahí sin libido. Misterioso el sexo.
La asexualidad me produce algo que ni siquiera llega a ser curiosidad. Pues en toda curiosidad hay siempre algo de simpatía y yo con esto no siento siquiera la más mínima aversión.
Hace una semana me encontré en alguno de los suplementos de El País el artículo Los que pasan del sexo. Bajo la consigna «La asexualidad no es sólo para las amebas» (WTF), el artículo compara a los asexuales con los ángeles (WTF again).
La definición asexual comenzó a utilizarse en 2001. Diez años después, los asexuales ya tienen bandera (negra, gris, blanca y morada) y ya empiezan a explicar que «ser asexual no significa ser friki». Si antes de «la liberación homosexual» nadie se definía como heterosexual, ahora, supongo, uno tendrá que comenzar a definirse como sexuado. Ni modo.
Entiendo que carecer de impulso sexual no significa carecer de impulso (aunque en Japón la apatía sexual está estrechamente relacionada con el nulo interés por «el mundo laboral»; son ninis en todos los sentidos); supongo que los asexuales no se mueren de inanición, ¿pero entonces de qué se mueren? ¿De qué viven? ¿Estaré enfermo de Freud y por eso no entiendo niente?
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