Óscar Niemeyer es el artífice (junto a su colega Lucio Costa) de la ciudad de Brasilia. El excepcional arquitecto brasileño creó, en mitad de la nada, una ciudad futurista. La mayor obra de Niemeyer, y por la que fue reconocido en todo el mundo, consistió en diseñar la capital brasileña, desde los edificios oficiales, con oficinas y sedes del gobierno de su país, hasta la catedral.
Óscar Niemeyer diseñó en París la sede del partido Comunista Francés y la plaza del coronel Fabien. En Italia se encargó de la sede de la editorial Mondadori y en los últimos años ha sido invitado a idear la Serpentine Gallery Summer, en el Hyde Park de Londres.
Ahora, a sus 103 años, pretende hacer renacer la ciudad española de Avilés (Asturias), maltratada por un salvaje proceso industrial. Avilés vuelve a creer en el futuro con el proyecto del complejo cultural que Niemeyer ha diseñado como regalo a la Fundación Príncipe de Asturias, y que fue inaugurado exitosamente el pasado 25 de marzo. El proyecto del centenario arquitecto puede convertirse en una especie de Guggenheim para Avilés, logrando la revitalización de la ciudad.
Será llamado Centro Cultural Internacional Óscar Niemeyer y se convertirá en un gran centro de difusión y creación cultural. La obra del maestro brasileño, es un espacio blanco, al lado de la ría, con una cúpula blanca también y un auditorio de mil butacas rojas, además de una torre mirador a la que se asciende por una escalera de 89 peldaños y un edificio de uso polivalente para recepción, restaurante y donde se encuentra el Woody Allen Film Center.
A veces me pregunto por qué es tan difícil imaginar en nuestras ciudades un proyecto así, como el que se presentó en días pasados en Asturias. Por qué no hay la visión en nuestros líderes políticos y económicos para crear un espacio similar que privilegie el arte y la cultura del centro de México y que revitalice el turismo en esta zona del país. ¿Por qué?
Enhorabuena para los avilenses y para don Óscar, de camino a los 104 años. Avilés tiene ya un nuevo faro, de color blanco y de formas tan sinuosas como las olas cariocas que a diario ve su arquitecto Niemeyer, desde su estudio en Copacabana.
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