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Imagen © Woody Allen

Los amores en el cine

El día a día nos ataca constantemente, y simultáneamente, con la cursilería. Es como si millones de rosas y chocolates nos aplastaran cada vez que escuchamos un «te amo» en el televisor de nuestra casa o en los restaurantes con poca luz. No es que uno no tenga corazón pero, vamos, el amor se denigra un poquito más cada 14 de febrero.

El romanticismo parece estar en peligro de extinción: los chocolates son los mismos, la caballerosidad es la misma, las conversaciones son las mismas, los escenarios son los mismos y hasta el sexo es el mismo. El amor en la vida real está plagado de lugares comunes, por eso mejor voltear al cine.

Esporádicamente, los directores y guionistas nos regalan historias de amor dignas de ser vistas una y otra vez. Historias surreales, metafóricas, libres e imposibles en la vida real; de esas que nos sueltan el suspiro que nadie acepta. Quizás, en consecuencia, en el mundo predomina un nuevo romántico que constantemente se le puede oír decir «quiero un amor de cine». ¿Por qué no? Un amor que me siga hasta en lo imposible, que diga las líneas exactas en el momento oportuno, que todo mundo le tenga envidia, que edite y elimine los momentos mediocres, que pueda pausar a mi antojo y que siempre esté acompañado de un filtro de luz que resalte mis facciones.

Aquí, un listado de algunos de los amores de cine más pasionales y que le hacen honor a ese sentimiento tan deformado por la vida cotidiana. Películas perfectas para seguir idealizando el amor sin peluches de felpa barata y paletas de corazones del mercado.
 
Los amantes del Círculo Polar, de Julio Medem

Las capicúas nunca pudieron ser más amorosas. Una historia contada desde la perspectiva de Otto y Ana, dos españoles que se encuentran a merced de las casualidades de la vida en el Polo Norte. El discurso circular perfecto para demostrar que el amor no es más que una casualidad tras otra (el suspiro con una taza de té está garantizado). Acá una de las frases más memorables.
 
Jeux d’enfants, de Yan Samuell

El infantil juego de «te atreves o no» llevado a las últimas consecuencias en la relación de Sophie y Julien. Una historia de amor donde la locura y los retos impulsivos desfilan con múltiples variaciones de La vie en rose de Edith Piaf. Acá una de las escenas.
 
Eternal Sunshine of the Spotless Mind, de Michel Gondry

La historia de Joel y Clementine, una pareja al borde de la destrucción que opta por borrarse mutuamente mediante un proceso de «pérdida de memoria selectiva». Una colección de diálogos y discursos visuales cargados de metáforas. Aquí una de las tantas secuencias memorables.
 
I’m Here, de Spike Jonze

Una película relativamente corta, creada como parte de una campaña para Absolut. Muestra la historia de Sheldon y Francesca, dos robots en la ciudad de Los Ángeles. La historia lidia con la entrega emocional de un robot hacia el otro sin recibir nada a cambio. Otro amor de ciencia ficción cargado de recursos simbólicos. Aquí una escena. Y acá una crítica.
 
Three Times, de Hou Hsiao Hsien

Tres veces un romance: uno en 1966, otro en 1911 y el último en el 2005. Tres viñetas que destilan la substancia, la singularidad y la esencia de todas las relaciones románticas. Aquí el trailer.
 
Io sono l’amore, de Luca Guadagnino

Lo que pasa cuando eres una mujer casada y distinguida y decides dejar todo –tu esposo, tu casa, tus hijos, tu vida– por una pasión desaforada. Acá el trailer.
 
Notorious, de Alfred Hitchcock

Ingrid Bergman y Cary Grant diciendo cosas como: Look, I’ll make it easy for you. The time has come when you must tell me you have a wife and two adorable children… and this madness between us can’t go on any longer, o: A man doesn’t tell a woman what to do. She tells herself. O esto.
 

P.D.: todo esto se escribió debido a que nada más no llega Triste San Valentín a los cines del Bajío.
 


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Méliès, Scorsese y Hugo Cabret: los ilusionistas

La más reciente película de Martin Scorsese, La invención de Hugo Cabret, es la justificación de por qué el cine se ha ganado el título de «fábrica de sueños», y la mejor manera que tiene Scorsese de demostrarlo es con una clase esencial sobre la historia del cine: Georges Méliès, el padre de la ficción cinematográfica y director pionero en efectos especiales. Por eso mismo –por los efectos visuales – es importante mencionar que esta es una película hecha para verse en formato 3D, así podemos sentirnos un poco como la gente de la época de Méliès, creyendo que el tren de una de las primeras películas de los Lumière saldrá de la pantalla para venir a estrellarse con nosotros. Georges Méliès era muy hábil en la construcción de artefactos para realizar trucos e ilusiones ópticas –fue mago antes que cineasta. Esto le sirvió cuando decidió abrir un estudio de filmación; en sus películas utilizó técnicas como la superposición de negativos y la colorización de éstos a mano (ya que las películas de ese entonces eran en blanco y negro); el recorte de fotogramas para crear efectos especiales provocó un incremento en la variedad de historias que mostrar. Méliès logró hacer más de 500 proyectos fílmicos. Aún si no conoces mucho acerca de la historia cinematográfica, es posible que en algún lado hayas visto la imagen de la Luna con una bala-cohete incrustada en el ojo. Esta bizarra y popularizada imagen es de El viaje a la Luna (1902), la película que, inspirada en obras de Julio Verne y H. G. Wells, mandó a Méliès a la historia del cine por ser considerada la primera película de ciencia ficción. La invención de Hugo Cabret también se basa en un libro, la novela homónima de Brian Selznick. Ambas, libro y película, narran las aventuras de un niño huérfano de 12 años que vive en la estación de trenes de París: Hugo. A través de Hugo vamos conociendo a Méliès, un anciano que comparte –o compartió– el talento de elaborar complicados esquemas para construir artefactos, hacer juguetes que se mueven solos y poder entender con facilidad el alma de una máquina. En la película seguimos a Hugo por las entrañas de los relojes de la estación de trenes, nos deleitamos con los personajes que ve todos los días trabajando ahí, sufrimos con su triste pasado y vamos siguiendo un camino de pistas que nos llevan a descubrir la magia del cine. Hugo, Méliès y Scorsese son los ilusionistas que nos hipnotizan, nos impactan y nos emocionan. Las técnicas del cine han cambiado, pero el propósito de entretener sigue vivo. Y esa característica del cine, la del entretenimiento, se la debemos a Georges Méliès. A cada generación parece tocarle una transformación en la forma de hacer películas; el sonido, el technicolor, los efectos generados en computadoras y, ahora, el 3D. Esto nos lleva a pensar: ¿qué se le podría haber ocurrido a Méliès con la tecnología que tenemos actualmente? El cohete-bala probablemente habría ido directo a incrustarse en nuestras pupilas.  ...

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