Anteriormente la fama era una especie de daño colateral. Si querías ser ampliamente reconocido, tenías que lidiar con la fama: tratar inútilmente de esquivar a los paparazzos, soportar tu propia imagen, ser escrutado, cosificado, despedirte de la vida privada y abrir bien los ojos ante cualquier flash. Los famosos sacrificaban su propia persona a favor de su personalidad.
Se trataba de mantener el espejismo, es decir, de sacarle constantemente brillo a la imagen. Esto quería decir que existía la persona y su reflejo: dos personas: la Madonna que come chetos en su cama y la Madonna que luce espléndida sobre un escenario. Sin embargo, la Madonna del escenario se terminó comiendo a la Madonna de los chetos, y todo sin engordar un gramo. La sublevación del reflejo, la imagen fuera de control, el espejo reflejando otro espejo: el vacío.
Así nació Lady Gaga: el espejo reflejado, el flash flasheado, la estrella estrellada. En todas sus entrevistas, Lady Gaga insiste que no hay nada detrás de su imagen: «esto es lo que realmente soy». Y sí, tiene razón: lo que vemos es lo que hay. El secreto más íntimo que alguien le ha sacado es la confesión de que «en la cama prefiero que me llamen Stephany; sería muy raro que me llamaran Gaga».
Es una artista de la fama porque ella misma es la fama. Usa a los fotógrafos tanto como los fotógrafos la usan a ella. Los fotógrafos, la televisión, todos los medios de comunicación son en realidad la extensión de Lady Gaga: al acosarla están trabajando para ella.
Si Lady Gaga es fama pura, entonces depende enteramente de nosotros, los que recibimos el reflejo de su imagen. Si Gaga solamente es espejo, necesita un cuerpo qué reflejar. Ese es el mecanismo: Lady Gaga se dedica sólo a reflejar la luz que nosotros mismos le echamos. La fama de Lady Gaga es realidad nuestra propia fama. Todos somos Lady Gaga.
Nuestra imagen y nuestra fama está puesta en ella. Hay que cuidar el espejo que es Lady Gaga, pues así como todos somos Lady Gaga, también Lady Gaga es todos. Se cae ella y nos desparramamos. Eso nos pasa por construir un espejote y andar ahí de narcisos.«Lo triste es que todos siempre quieren ver la decadencia de la superestrella», dice Lady Gaga. Y sí, quizá sí. Gaga podría caer, también la luz en sí misma se pierde, y podría ser terrorífico, pero podría ser también esperanzador: por ahí tenemos la ilusión que si una súper artista, una estrella, se cae, quizá ella sí tenga el tamaño suficiente para llenar este vacío en el que nos encontramos.
Lady Gaga es nuestra propia personificación.
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