Destreza y ferocidad. Los mejores pilotos del mundo del 8 al 11 de marzo en Guanajuato.
El camino –eufemismo de terregal– está despejado, tranquilo, sereno. Sabes que si no fuera principios de marzo el paisaje seguiría así, incólume. Pasarían dos o tres camionetas cada hora, a lo sumo. Y quizá algunos borregos. Pero no, es principios de marzo y por allá, a lo lejos, en la punta del horizonte, se asoma una estela de polvo fulgurante. Es uno de esos autos trastornados que pueden ir a 150 km/h donde las más salvajes Hummers de los paisanos pueden tan sólo alcanzar los 30 km/h.
Dicen que la potencia de un auto se mide en caballos de fuerza, pero los que han visto un rally saben que esos autos responden a otro estímulo más profundo y salvaje: la temeridad y la audacia del piloto, consecuencia, quizá, de la igualmente temeraria confianza que le tiene a su copiloto.
Pero regresemos al camino. El pequeño auto avanza cual torbellino, feroz y ardoroso como una bala perdida. Tras de sí, una avasalladora ola de polvo, como si manejar uno de esos autos fuera similar a surfear en un tsunami. El auto pasa un vado, brinca –eufemismo de vuela– y cae para sortear una chicana. El piloto mueve el volante y pisa los pedales cual baterista de heavy-metal mientras su copiloto revisa sus notas y anuncia el siguiente movimiento: curva izquierda grado nueve, ras fondo, ¡ojo, mucho barro!, etcétera.
Y así va el piloto, siguiendo los anuncios de una persona que al perecer está igual de demente. Salen a una recta y el copiloto canta «¡fondo!», el turbo se acciona y rápidamente alcanzan los 190, quizá los 200 km/h. Hasta que el copiloto vuelve a cantar: «lomo-izquierda-full». El auto pasa el lomo, el piloto gira a la izquierda y… ¡sale volando por un barranco! Resulta que el copiloto se equivocó: era derecha, no izquierda.
La historia no sólo es verídica, sino que es casi un cliché: prácticamente sucede en cada rally. De eso se trata el rallismo, de ser aguerrido, implacable, de ver a pilotos conducir un auto como si al día siguiente fueran a ser electrocutados. Asistir al Rally Guanajuato México significa presenciar el automovilismo más salvaje, el que exige una mayor destreza; en pocas palabras, el automovilismo más auténtico.
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