Dicen que la provincia se nos está rezagando en cuanto a espacios culturales se refiere, que ahora todo el jaleo artístico se concentra en las grandes metrópolis (?). Todo lo contrario: en los últimos años, las ciudades del Bajío se han convertido en el escenario de nuevos proyectos y artistas emergentes. Desde pequeños catálogos digitales hasta monumentos históricos intervenidos por muestras itinerantes.
Al arte contemporáneo podemos definirlo como una expresión donde el contexto supera al objeto: las piezas no son la escultura o fotografía enmarcada, sino los conceptos que se desprenden más allá del área de exhibición; los museos del presente como una colección de pensamientos en constante actualización.
¿Qué proyectos podrían definir al presente en el Bajío? A continuación mostramos cinco espacios en el centro de México que descentralizan la creación y exposición del arte contemporáneo.
Querétaro
En 1987, la Galería Libertad abrió sus puertas como el primer espacio de arte contemporáneo en Querétaro, una ciudad que en ese entonces se abría a la industrialización y mantenía una cartelera cultural predominantemente folclórica e histórica. A lo largo de más de 25 años —y establecida en el interior de una casona reformada, a unos pasos de Plaza de Armas—, la galería se ha dedicado a introducir el arte contemporáneo en provincia y los diálogos entre pieza, artista y visitante.
Tras una remodelación de sus instalaciones y museografía, el último año de la Galería Libertad ha ido in crescendo. Tan sólo en estos meses hemos visto una exposición sobre el exvoto mexicano de los siglos XX y XXI, un taller de poesía y no poesía impartido por Luis Felipe Fabre y la memorable curaduría Acerca de lo que podría no ser sobre el concepto de la nada interpretado por distintos artistas (como Andy Warhol, Francis Alÿs, Luis Felipe Ortega, Virginia Colwell, entre otros) y con formatos tan diversos como escultura, fotografía y videoinstalación.
galerialibertad.mx
Entrada libre.
Lunes a domingo de 10:00 a 20:00 hrs.
Plaza de Armas, Andador Libertad 56, Centro Histórico de Querétaro.
Querétaro
Bien podríamos decir que el Museo de la Ciudad es un museo comunitario, un lugar donde realmente la preposición de indica que el espacio pertenece a algo en específico. En este caso, a la ciudad y sus habitantes. El resultado es un museo que funciona como el foro artístico de Querétaro, incluyente y abierto a cualquier expresión: música, danza, teatro, nuevos medios, literatura, talleres y salas de exposiciones temporales invadiendo al antiguo Convento de San José de Gracia de las Pobres Capuchinas, donde la penumbra se atiborra de cuadros y expresiones culturales.
En una ciudad donde los museos y los proyectos culturales se multiplican cada año, reconforta encontrarse con un espacio vivo y múltiple pero consciente de su labor público: exhibir a los talentos emergentes y acercar el arte a sus habitantes. En el Museo de la Ciudad hemos visto Leer la mente, la exposición-debut de nuestra colaboradora Rocío Soto, Obstrucción y referencia con tres obras de Enrique Ježik, la exposición colectiva Ser o no sur con artistas argentinos radicados en México, algunos eventos anuales del CutOut Fest y un maratón de la serie Twin Peaks con muchísimo David Lynch, donas y Laura Palmer.
museodelaciudadqro.org
Entrada: general $5, entrada libre para estudiantes, maestros e INAPAM con identificación.
Martes a domingo de 11:00 a 19:00 hrs (los domingos son de entrada libre general).
Vicente Guerrero 27, Centro Histórico de Querétaro.
León
León es el monstruo industrial del Bajío, una ciudad íntimamente relacionada con los parques industriales y la inversión extranjera. En medio de ese panorama de fábricas y acuerdos corporativos (y muchos zapatos), la oferta cultural de León es la contraparte del arte universitario en la vecina ciudad de Guanajuato. De todos los espacios, la Galería Jesús Gallardo sobresale desde el 2000 como un área de exhibición concentrada en las artes visuales locales y regionales.
Ubicada en el interior del Teatro Manuel Doblado (un monumento leonés construido entre 1869 y 1880), la galería es reconocida por su trabajo curatorial con exposiciones colectivas como Mañana fue ayer, una recopilación de «testimonios arqueológicos del futuro» que rondan en la ciencia ficción y la estética futurista con obras de Daniela Edburg, Sebastián Beltrán, Stanley Kubrick, Iván Puig, piezas del Museum of Obsolete Objects en Hamburgo, entre otros; o La fuerza domesticadora de lo pequeño, una muestra de 16 artistas contemporáneos aproximándose al concepto de la naturaleza muerta.
institutoculturaldeleon.org.mx
Entrada: general $10, estudiantes e INAPAM $5.
Martes a domingo de 10:00 a 18:30 hrs, jueves de 10:00 a 20:00 hrs.
Pedro Moreno 202, Centro Histórico de Léon.
San Miguel de Allende
A mediados de los noventa, Kunsthaus Santa Fé nació como una nueva propuesta de arte emergente que descentralizara al mercado del arte contemporáneo en México. Y vaya que lo ha hecho, su catálogo de artistas contemporáneos es uno de los más relevantes en el Bajío, promueve el talento latinoamericano en ferias de arte internacionales y hasta tiene una galería hermana en el Wynwood Art District de Miami con la que rota el trabajo regional en la costa de Florida.
Ubicada en las afueras de San Miguel de Allende —lejos de las galerías turísticas y las tiendas de chucherías—, Kunsthaus Santa Fé es un espacio periférico interesado en exhibir propuestas más arriesgadas y contemporáneas en video, escultura, pintura, arte conceptual y performance. Dentro de su espacio de exposición ha presentado el trabajo de artistas como Ana Quiroz, Daniela Edburg, Iván Puig, Rafael Rodríguez, Dulce Pinzón y Marta Palau.
kunsthaussantafe.com
Entrada libre.
Lunes a viernes con previa cita.
Santa Fé 22-A, Colonia Allende.
Puebla
Puebla no será parte del Bajío pero su importancia cultural e histórica la coloca más cerca de Querétaro que de la Ciudad de México (aunque la geografía difiera). Con la maravilla del Arco Norte, en tres horas uno llega al centro de Puebla. Ese pequeño viajecito vale toda la pena para comer unas chalupas y visitar el Museo Amparo, todo un ejemplo de la descentralización del arte en México y la inversión privada en organismos culturales —todo lo contrario al Museo Soumaya.
Aunque el proyecto se creó en 1991, el Museo Amparo completó hasta el 2011 su área de exposición dual (pasado y presente) con las salas de arte prehispánico, virreinal y contemporáneo alrededor de una cuidadísima construcción museográfica. Por ejemplo, hace poco visitamos una exposición de Marcela Armas alrededor de los libros de texto gratuitos y su impresión en el papel que reciclan las oficinas gubernamentales; el conocimiento que nace de nuestra entramada burocracia. Todo un agasajo pasearse por sus patios y pasillos.
museoamparo.com
Entrada: general $35, estudiantes y maestros $25.
Miércoles a lunes de 10:00 a 18:00 hrs, sábados de 10::00 hrs.
2 sur 708, Centro Histórico de Puebla.
Este año, el Cine Club del Museo de la Ciudad de Querétaro cumple 20 años. A propósito del aniversario, entrevistamos a Gabriel Hörner, director del museo y principal impulsor del proyecto desde 1994. Podríamos decir que el Cine Club es Gabriel: él ha sido el motor de la idea, ha puesto infinidad de veces el proyector, los DVDs, las relaciones con cinetecas y mucho más para proyectar cientos de películas que de otra manera no hubiéramos podido ver en Querétaro. ¿Con qué película comenzó el Cine Club del Museo de la Ciudad? La primera proyección fue en el auditorio del Museo Regional, el 2 de febrero de 1994, una copia en 16 milímetros de Las noches de Cabiria de Fellini. Llegaron poco más de 400 espectadores. ¿Cuál era el panorama cinéfilo de Querétaro en 1994? ¿Cómo ha cambiado? Ha cambiado mucho. Justamente en 1994 se privatizaron los cines de COTSA —la compañía estatal que manejaba casi todos los cines del país— y eso aceleró su decadencia: casi todos acabaron en cines porno. En Querétaro quedaban cuatro cines de COTSA en el centro y había tres Cinemas Gemelos de la Organización Ramírez (que luego se convirtió en Cinépolis). Incluso como cartelera comercial, el panorama era muy pobre. El único refugio del cinéfilo en esa época eran los video clubs, que para entonces ya no tenían un catálogo tan amplio como cuando empezaron, a mediados de los ochentas. Ahora es muy diferente, por un lado cada vez hay más pantallas comerciales y por otro puedes acceder a casi cualquier película desde tu computadora. ¿Cuál es la diferencia entre el «buen» y el «mal» cine? ¿Qué películas definitivamente no se proyectarían en el Cine Club? El propósito del Cine Club es ofrecer al público otras opciones a la cartelera comercial y promover películas con valor artístico o histórico o con algún otro tipo de interés. Me resultaría muy difícil establecer una diferencia entre el «buen» y el «mal» cine a la hora de programar. En términos estrictamente históricos toda película es importante, aunque sólo sea por el hecho de que retrata su época de una u otra forma —esa es un poco la idea detrás de las cinematecas y los archivos fílmicos. No se me ocurre qué películas definitivamente no programaría; si algún título «malo», digamos, fuera relevante al tema de un ciclo, no dudaría en ponerlo; o incluso un ciclo completo programado con criterios distintos a la calidad. Hace unos años programé un ciclo de comedias de los ochenta y, un poco para que no pensaran mal de mí, le puse «Cine de horror de los ochenta». Eran bastante malas casi todas, pero el valor nostálgico era muy alto. Fue un ciclo muy exitoso. Podría decir que no programaría películas aburridas, pero ese también sería un buen ciclo: «Las películas más aburridas de la historia» (y ahí lo divertido sería poner títulos muy prestigiosos). Otro factor es que no nos dirigimos a un público homogéneo sino a públicos muy diferentes. Desde hace un tiempo, procuro que el cine club tenga otros programadores para atender esta diversidad y ofrecer un servicio más amplio. Los lunes por la tarde, «Otro Cine Querétaro» programa películas de carácter social y político, y por la noche Manuel Oropeza ofrece un programa extraordinario de ópera en video. Los martes ponemos la programación, digamos, oficial, que en su mayoría es cine de autor. Los miércoles son para el «Freak Show», un grupo de jóvenes interesados en el cine de culto. Y también están los ciclos que se programan en el Cine-Teatro Rosalío Solano y otros que solicitan escuelas o instituciones. ¿Cuál ha sido el ciclo más exitoso? Hemos tenido bastantes, veinte años son muchos años. Recuerdo uno de cine de horror extremo que tuvimos que mover a una sala más grande porque el público ya no cabía. La última película del ciclo era Ichi, el asesino en función de medianoche; había personas sentadas hasta en el suelo. Otro que funcionó muy bien era de clásicos excéntricos del cine norteamericano, que iban desde La emperatriz escarlata hasta Miedo y asco en Las Vegas, pasando por Pink Flamingos y Eraserhead. ¿Cuántas películas se han proyectado sin absolutamente nadie en la audiencia? Tiene que llegar por lo menos una persona para que se proyecte la película; no recuerdo ni una sola función cancelada porque no llegó nadie. Uno o dos por lo menos sí llegan. A veces se suspende la función porque se van todos antes de que se acabe, eso sí. Me gusta cuando programo cosas que exigen mucho del espectador, en tiempo o complejidad. Hemos hecho varios maratones; el primero fue una función continua de Berlin Alexanderplatz, la serie de televisión de Fassbinder de 15 densas horas de duración. La proyectamos en el auditorio de Bellas Artes en una copia en 16 milímetros. Al principio estaba llena la sala, al final quedaban como veinticinco personas. En ese tiempo todavía había prostitutas en la Plaza Constitución, y como regalábamos café y empanadas, en los intermedios se juntaban en el vestíbulo y entraban a ver a las prostitutas alemanas de la República de Weimar... fue muy especial. ¿Tiene el Cine Club alguna pretensión social; crecer la audiencia, motivar ciertas conversaciones, reunir distintos grupos de personas? Siempre ha cumplido una función social importante: el Cine Club amplía horizontes, crea conciencia, crea comunidad. Durante muchos años estuvimos exhibiendo películas y series de televisión en la cárcel de San José el Alto con frecuencia semanal. Les mandábamos cuestionarios encaminados a que reflexionaran sobre sus vidas a partir de la selección de películas que hacíamos. Nos daban una libertad increíble, podíamos programar lo que quisiéramos. (Fue la época en que producían musicales adentro.)Ahora me gustaría trabajar en asilos de ancianos: aunque tienen televisiones y reproductores de DVD, es difícil que accedan a las películas que vieron en su juventud; creo que eso podría darles mucho placer. Recomiéndanos un ciclo de películas infalible. Lo que sea de Alfred Hitchcock. Godard dijo alguna vez que las películas que Hitchcock realizó para Universal Pictures eran tan importantes en la historia de la civilización como la Capilla Sixtina, con la diferencia de que aquéllas habían sido vistas por decenas de millones de personas y ésta por un número mucho más reducido. Es algo infalible, Hitchcock siempre te llenará la sala y no estás haciendo ninguna concesión. La última vez que lo programé llegó un público muy joven a verlo. Cuando pasamos Psicosis, no tenían ni idea de que asesinaban a la protagonista a los quince minutos de empezada la película. Fue muy emocionante ver su desconcierto y envidiarlos. ¿Qué no daríamos por recuperar esa sorpresa? Billy Wilder también es infalible pero el público novel no lo ubica tanto como a Hitchcock. ¿Cuál ha sido tu motivación a lo largo de estos años? Cuando era niño, y a pesar de que en mi casa se iba mucho al cine, siempre quería ver más películas pero el principal obstáculo era el costo de las entradas. Para el niño que fui, una función de cine gratis era la dicha absoluta; a lo mejor por eso me he pasado la vida organizando funciones gratuitas. Este artículo apareció en el suplemento especial de otoño 2014, El cine, dentro de la edición 24 de Sada y el bombón....
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