A medida que la civilización urbana e industrial asienta su dominio, el nivel de ruido inicia un crecimiento geométrico que hoy en día raya en la locura.
~George Steiner
Me entero que ya nadie cocina, come, convive o trabaja sin música de fondo. Las nuevas generaciones no pueden leer sin escuchar música. Los más tranquilos y anacrónicos ponen un playlist de música clásica antes de abrir un libro, pero leer sin música, en silencio, ya ninguno. Me informan que incluso hay gente que no puede dormir sin la televisión o el iPod encendido. «El ruido me acurruca», dicen.
Veo que la gente corre con audífonos: «la música me acelera, me motiva a correr un poco más».
El camino del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, anteriormente dos de los momentos más solitarios y reflexivos del día, se han llenado de noticias, música, llamadas telefónicas. Incluso los que se transportan en bici o caminando ocupan ese tiempo para escuchar un podcast.
Me dicen que meditar ha dejado de ser un acto solitario, que ahora hay grupos de meditación que organizan retiros de silencio fuera de la ciudad, en el campo.
Me dicen que es para escuchar la naturaleza: el viento, el agua, los pájaros, todo menos el silencio mismo. Me informan que en esta época es imposible quedarnos sin luz, sin líneas telefónicas, sin internet, sin vecinos, sin amigos (tanto virtuales como reales). Y aún si todo eso falla, si nos quedamos sin luz y sin nada, siempre nos quedará la batería de la laptop para jugar buscaminas.
Es imposible quedarse sin ruido. No existe ya un lugar tranquilo y silencioso donde uno pueda estar tête-à-tête consigo mismo. Hemos logrado evitarnos; hemos hecho todo lo posible para no volver a encontrarnos.
El silencio está ya extinto, era demasiado aburrido.
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