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«Rincones para la ficción» –un panorama del teatro contemporáneo en Querétaro escrito por el dramaturgo Imanol Martínez

Al conocido adagio sobre la silla y un hombre que pasa frente a ella como requerimientos mínimos para que haya teatro, esta ciudad parece haber sumado un par de hileras más y unas cuantas lámparas para hacer de casi cualquier rincón un sitio para la representación dramática. Con casi treinta espacios –entre públicos y privados– en el centro de la ciudad, Querétaro se sitúa entre las ciudades que, en relación al número de habitantes, más propuestas teatrales tiene en el país. Basta con recorrer unas cuantas calles o echar un vistazo a la cartelera para darse cuenta de ello. Hay, para decirlo pronto, un público para todo: para el teatro precario y para aquel que bordea los límites de algo más parecido al espectáculo que a la dramaturgia misma.

Llegado el momento, uno descubre que no hace falta perder el tiempo en una batalla que se libra entre una butaquería de fantasmas y la solicitud a un extraño para que deje de hacer lo que sea que esté haciendo y venga a escuchar una historia que, de otro modo, apenas y se compartiría. Algo verdaderamente malo debió haber pasado para que decidiéramos un día dedicarnos a este oficio en vez de ser carniceros o médicos. Como dramaturgos, un día descubrimos que abandonar la batalla significa trabajar en lo que trabajaríamos si trabajáramos (como dice Vila-Matas que dice Duras sobre la escritura). No vale la pena pelear por un público con un gusto determinado, sino ocuparnos de otro –el nuestro– con criterios propios; esperando que un día, contra todo pronóstico, los primeros den un salto que consideramos cualitativo y descubran que el teatro, además de entretenimiento, puede ser el umbral para que la ficción nos revele cosas de nosotros mismos.

Querétaro es escenario de un buen número de festivales para las artes escénicas; entre ellos, uno que ha contribuido de manera decisiva para poner a esta ciudad en el mapa del teatro mexicano: el Festival Nacional de la Joven Dramaturgia, el mayor escaparate para autores noveles en el país. La ciudad cuenta, además, con prestigiosos premios literarios convocados por el Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, como el Premio Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia. Esta cercanía con el teatro ha contribuido a que los creadores de la ciudad, además de participar en una labor constante, estén cerca de las nuevas letras que para la escena se escriben en todo el país. Detrás de la creación del festival y de la consolidación del premio, está un nombre, el de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (LEGOM), quien nos enseñó a escribir al tiempo en que buscaba nuevas formas y estructuras en una dramaturgia poblada por personajes que intentan verbalizar un mundo que no entienden.
 

No se puede decir que Querétaro sea cuna de dramaturgos porque Querétaro, ciudad de paso por antonomasia, distribuidor vial del centro del país, no puede ser cuna de nada. De los nombres importantes para la dramaturgia nacional que se ostentan queretanos, raros se puede decir que hayamos nacido ahí. Pero Querétaro es, sin duda, un buen lugar para hacer teatro y para escribirlo.

~LEGOM en la revista teatromexicano.com.mx

 

Como él, otros directores, autores y teóricos que hicieron de éste su sitio, nos pusieron contra las cuerdas de la comodidad al tiempo en que se ocupaban del perfeccionamiento de su trabajo. Gracias a ellos, hoy esta ciudad puede presumir de una buena salud –catártica– en la constante cantidad y fluctuante calidad de teatro. No amanecimos un día y encontramos a una tropa ejerciendo el reducto de comunidad que es el teatro como mecanismo contra la barbarie. Para que hoy encontráramos una generosa cartelera hizo falta que algunos vinieran a este cruce de caminos y nos señalaran con el dedo todo un cielo estrellado. Fue entonces cuando dejamos de apuntar nuestros telescopios contra otros lentes buscando no sé qué en su reflejo.

En esta ciudad hay, por ejemplo, en la nada despreciable colección del Fondo Editorial de Querétaro, un buen número de obras que ya son parte indispensable para conocer el panorama mexicano actual; obras firmadas por Edgar Chías, Enrique Olmos de Ita o el propio LEGOM.

El otro gran premio nacional de dramaturgia tiene por nombre el de otro queretano: Gerardo Mancebo del Castillo, a quien la perra vida le arrancó los pies del escenario y del mundo demasiado pronto. Gerardo fue autor de obras como Las tremendas aventuras de la capitana Gazpacho, Rebelión y Mamá Gorka, piezas que aún siguen esperando formar parte de una Obra reunida que se ha quedado a medio camino en su edición.
 

Fotografía © Elena Baca.

 
En casi cualquier sitio hay teatro, sólo basta señalar en el mapa con círculos rojos aquellos lugares donde podemos encontrar propuestas que se componen de algo más que de trazos y luces. El primer círculo sin duda sería el antiguo convento de Capuchinas: el Museo de la Ciudad, que puede presumir de una calidad constante en las propuestas que alberga. Este museo es el sitio habitual de Uriel Bravo y Leonardo Kosta, directores que han contribuido a situar a Querétaro en el mapa. Ahí también, cada tanto, Omar Alain Rodrigo deja de lado la programación de su adorado dramaturgo sueco –Strindberg– y lleva a escena obras de autores contemporáneos como el mexicano Luis Santillán o el argentino Daniel Veronese. El Museo de la Ciudad es también el sitio que recibe constantemente, en su foro de usos múltiples, presentaciones de grupos del resto de país con un calendario apretado; y que, al mismo tiempo, permite presentarse a diversas compañías que han optado por escribir sus propios textos, firmados por una o más personas, como el caso de Imaginartes, Barón o El Centauro Mecánico, entre otras compañías.

El resto de círculos en nuestro mapa podrían situarse en espacios como el Cineteatro Rosalío Solano, donde uno puede decidirse por ocupar la medianoche en conocer el trabajo de un experimentado director como es Agustín Meza; o en la Casa de la Cultura Ignacio Mena Rosales que, situada en pleno 5 de Mayo, abre sus puertas para los más noveles creadores de la ciudad; o bien apostar por la oferta que alberga una nave industrial convertida en centro cultural como La Fábrica, ubicada en la colonia Álamos, donde Alonso Barrera suele ofrecer, además de su programación habitual, trabajos duros e inteligentes que refrescan a la escena queretana (yo, por ejemplo, sigo sintiendo un escalofrío por la memorable Iluminaciones [0] de Hugo Alfredo Hinojosa que hace años dirigió el joven director queretano). Así mismo, los foros de la Facultad de Bellas Artes, en el Centro Universitario o en el centro de la ciudad, permiten conocer la labor de los creadores emergentes que, con la prisa por hacerse de un nombre, ofrecen de manera constante un panorama de propuestas que de otro modo difícilmente llegarían a presentarse.

Si uno levanta la cabeza, hallará su mapa rayoneado con círculos rojos por aquí y por allá. De esos treinta espacios presumibles, uno puede dibujar unos cuantos círculos entorno a rincones, a espacios para la ficción. Puede entonces uno pensar que el panorama es inmejorable, que el teatro es una más de las disciplinas consolidadas en la región. Pero no seamos ingenuos: aún no aprendemos a ponerle nombre a las estrellas. La consolidación viene con el trabajo, y ése está, pero aún falta mucho para poder tomarnos en serio sin pasar por ridículos cuando en el futuro recuerden que quisimos balbucear nuestro nombre entre un griterío.

Hace falta hallar el camino entre esos círculos que como islas dispusimos en el mapa: hace falta, por ejemplo, que los creadores en formación se ocupen de cubrir lo que las aulas universitarias ni siquiera consideran, que los profesionales acudan a conocer lo que sus contemporáneos hacen a unas cuadras de su espacio, que los directores dirijan actores y no transeúntes, que los actores se ocupen de pensar su trabajo sin que eso signifique renunciar a la entraña, que comience a haber una verdadera crítica y no un rastro de rencillas personales; como también hace falta aprender que escribir para el teatro no significa solamente estar al borde del escenario acomodando palabras, y que dirigir no es una cosa vertical que puede hacer cualquiera. Sólo así, puede entonces uno colgar un letrero de obra en construcción sin pensar que los caminos se trazan solos.

 

XII Festival de la Joven Dramaturgia

En Querétaro, desde el 2003, el Festival de la Joven Dramaturgia presenta en escena una muestra representativa del teatro contemporáneo mexicano. Es un espacio que ha permitido la aparición y consolidación de las últimas generaciones de dramaturgos en este país.

Del 15 al 20 de julio
Museo de la Ciudad
Santiago de Querétaro
Facebook: Festival de la Joven Dramaturgia
 


Imanol Martínez nació en Querétaro en 1991. Estudió Filosofía en la UAQ y ha escrito las obras teatrales Siete, Quemar las naves, Poner en pie, Nocaut y Vis a vis.

 


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