El libro comparte una condición universal con los conceptos (no objetos) más viejos del mundo, como el mapa, el reloj o el ábaco. Veamos, rápidamente, a través de diez tecnologías que precedieron a la biblioteca de nuestra casa, cómo pasamos de hacer un pictograma en un hueso a darle la vuelta a las páginas del libro electrónico. Tratemos de entender la evolución de un concepto que se convirtió en el libro con la forma que ahora conocemos.
1. 8 mil años antes de Cristo. Primeros registros de escritura (y, por lo tanto, lectura). Se hacía sobre rocas lisas, trozos de madera, hueso, etc. Los mensajes eran muy cortos; su destino, efímero. (¿Existía el hombre realmente antes de esto?)
2. 4000 a. C. Los sumerios fueron los primeros en fabricar una superficie especial para escribir: tabletas de arcilla. Se reservaban para documentos formales (registros gubernamentales, por ejemplo) grabados por escribas oficiales. Los textos largos se escribían en varias tabletas numeradas. (Las primeras «bibliotecas» podrían remontarse a esta época: habitaciones cuyo propósito era almacenar tabletas.)
3. 2500 a. C. Los egipcios crearon pergaminos a partir de la planta de papiro. Fue «el primer papel». Los pergaminos podían unirse entre sí para crear una larga hoja que se enrollaba. Griegos y romanos tenían su versión en piel de animales. Por su ligereza y flexibilidad, eran fáciles de transportar. (El papel, como lo conocemos ahora, se inventó en China 3 mil años después.)
4. 1800 a.C. La tableta de cera (reusable) convirtió el arte formal y especializado de la lectura y la escritura en una actividad casual y cotidiana –aunque fuera sólo para los letrados.
5. 750 a. C. Los griegos inventaron el primer alfabeto fonético completo. Representaron todos los sonidos vocales y consonantes con 24 caracteres. Crearon el primer sistema eficiente y popular para leer y escribir.
6. Alrededor del 100 a. C. Un artesano romano creó el primer libro: cosió varios pergaminos entre dos rectángulos rígidos de piel. Siglos después, el libro (o códice, o codex) era algo relativamente común, las hojas se escribían por ambos lados y era fácil encontrar un pasaje particular.
7. 1440-1450 d. C. Invención de la imprenta. Primeros libros que se parecen a los que ahora venden en las librerías.
8. 1501. Invención del libro de bolsillo.
9. Siglo XX. Proliferación de los primeros medios electrónicos: radio, cine, fonógrafo, televisión, etc. Se inventa el audio libro.
10. Siglo XXI. Con la computadora y el internet surge el libro electrónico y las tabletas modernas –que pueden contener miles de libros.
Si el hombre del 8000 a. C. se hubiera topado con un libro, ¿le hubiera hecho sentido, hubiera llenado un hueco? Tal vez no; parece que la escritura y la lectura responden a circunstancias sociales y a necesidades filosóficas siempre cambiantes.
Nosotros viviremos apenas uno de esos cien siglos comprendidos en la cronología de la escritura, y lo más probable es que un siglo sea muy poco tiempo para comprender el panorama general y contestar las preguntas más importantes que la creación humana representa. Me pregunto, por ejemplo, si se sintió el mismo rechazo cuando la escritura pasó de la tableta de arcilla al papel como se siente ahora que regresamos del papel a la tableta electrónica.
Expongo ahora diez paradigmas (y algunos horrores) que muestran la evolución funcional de la lectura y la escritura –y que son antecedentes del uso que le damos la biblioteca actual– para, posteriormente, intentar imaginar sus posibles futuros.
1. Antigüedad. Todos los textos se escribían con escritura continua, es decir, sin espacio entre palabras. No había oraciones ni párrafos. Esto revela el origen de la escritura en el habla. (Todavía hoy, cuando un niño aprende a escribir, lo hace con escritura continua, pues sólo intenta poner por escrito lo que escucha.) Todos los textos eran dictados; ningún orador escribía sus propios libros.
2. Antigüedad. No existía la gramática ni la sintaxis, los textos no tenían tono, pues este era dado por las inflexiones al hablar. Los lectores se confundían constantemente: tenían que leer un texto varias veces para entender su significado. Por eso, todos los textos eran leídos en voz alta, por especialistas o esclavos. No existía el concepto de lectura en silencio. Era también común leer en grupos, y los textos estaban escritos de tal forma que todos pudieran entenderlos: con clichés, repeticiones, rimas y ritmos musicales.
3. Siglo IV a. C. Platón escribe Fedro, en donde narra la historia de Thamos, rey de Egipto, quien dijo, horrorizado, que «si los egipcios aprendieran a escribir y leer, el olvido se sembraría en sus almas, dejarían de ejercitar la memoria pues confiarían en lo que está escrito; recordarán, no desde adentro sino desde referencias externas. Aquellos que se basen en la lectura para aprender parecerá que saben mucho pero en realidad sabrán muy poco; no se llenarán de sabiduría sino del concepto de sabiduría». También en esta época comienzan a aparecer las primeras bibliotecas personales.
4. Año 380 d. C. En sus Confesiones, San Agustín describió sus visitas al obispo de Milán. Algo que le impactó gravemente fue que siempre lo encontraba leyendo en silencio: «sus ojos seguían las líneas del texto pero su boca no emitía ningún sonido». En los siguientes mil años, la lectura, muy lentamente, dejaría de ser un performance para convertirse en un acto privado, casi siempre en silencio. Esto se reflejó en los temas y en los contenidos: cada vez había más libros técnicos, de referencia, prácticos, cuya lectura se extendía a estudiantes, mercaderes, aristócratas.
5. Siglo XI – XIII. Aparece la sintaxis. Las palabras se separan por espacios y se forman oraciones. Después aparece la puntuación, lo que refleja que la escritura comienza a hacerse para ser leída individualmente, no para leerse en voz alta (la puntuación no se marca para respirar o hacer pausas, sino para dar un significado preciso al texto). Después aparecen los párrafos, los capítulos y el índice, lo que revela, por primera vez, una estructura de pensamiento formada especialmente para escribir. Los autores comienzan a escribir sus propios libros sin necesidad de dictárselos a un escribano. El conocimiento pasó directamente del pensamiento a la palabra escrita, sin transitar por la fase oral. Esto revolucionó por completo la forma en que se escribía y los temas que se seleccionaban. Fomentó una exploración personal de la mente, el conocimiento y la cultura. La lectura había dejado de ser algo comunitario; ahora, la escritura se convertía también en un acto explorativo e íntimo. Se podía escribir sobre cualquier cosa, y los autores podían editar sus obras. La escritura deja de ser un método de registro y se convierte en un medio de composición y expresión.
6. Siglo XV y XVI. Explosión exponencial del lenguaje. Invención de miles de palabras para expresar ideas abstractas que no existían antes. El inglés, por ejemplo, tenía sólo unos cuantos miles de palabras entonces; hoy tiene un millón.
7. Siglo XVI en adelante. Las universidades comenzaron a exigir lecturas como complemento indispensable de las clases. Las bibliotecas ganan importancia en las universidades y en las ciudades. Se eliminan las habitaciones para leer en grupo y se crean salas generales de lectura, con largas mesas.
8. 1612. Lope de Vega se horroriza por tantos libros que existen y que generan tanta confusión. «Cualquiera» puede producir un libro con cualquier punto de vista. El libro se convierte en la posibilidad de comparar ideas, conceptos y formas de pensar, obtener sus propias conclusiones y no ceder ciegamente a los preceptos religiosos.
9. Siglos XVII y XVIII. Aparecen las grandes bibliotecas que ahora veneramos en las capitales culturales del mundo. Querían reunir el conocimiento en un solo espacio.
10. Siglo XXI. No se necesitan editores ni editoriales para escribir y publicar un libro. Ni siquiera mucho dinero. Cualquier persona con acceso a internet puede producir y vender su libro, en formato tradicional, electrónico o ambos.
¿Qué hace sensacional a la lectura? La sinapsis. La lectura une dos ideas, una externa, ajena a nosotros (la que estamos leyendo), y una interna, que recordamos al leer (una reflexión u observación propia). Las hace chocar, inesperadamente, a gran velocidad, y genera una tercera idea –una sinapsis– resultante de esa explosión. La biblioteca representa ese concepto en gran escala: una bomba atómica en reposo.
El concepto de civilización es subjetivo y evolutivo: hace cien años se lo podía encontrar en el telégrafo o en la masificación de la producción; hoy, podemos ingerirlo en forma de penicilina o tocarlo en el acero de un edificio. Tal vez en cien años estará contenido en un mundo sin guerras. El libro como civilización, sin embargo, posee una humanidad devastadora pues es una obra intrínsecamente filosófica. La palabra escrita –y el mensaje transmitido a través de ella– es la prueba histórica más tangible de cómo ha evolucionado la forma de pensar de la humanidad, y cómo ésta avanza siempre al lado de los cambios tecnológicos y sociales en cada era.
Nuestra biblioteca es nuestra evolución, no sólo porque refleja el crecimiento espiritual desde que nacemos hasta el día de hoy, sino porque manifiesta la historia que ha vivido la transmisión del conocimiento en los últimos diez mil años.
Nota bene: las cronologías de este texto se derivan de pasajes y observaciones de la lectura del libro The Shallows, de Nicolas Carr.
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