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¿Qué otras actividades realizar y qué lugares visitar durante un viaje internacional?

Nada más emocionante que sentirte extraño en un lugar extraño. Sentir que descubres algo nuevo que nadie más conoce. Ser testigo de una cotidianidad a la que no tienes acceso. Ver algo que no era para ti.

El turismo masivo se ha dedicado a recorrer los mismos sitios y a plantar en las débiles mentes ideas como «si vas a Nueva York y no subes a la Estatua de la Libertad, no has estado en Nueva York», o «si estás en Roma, únete a las hordas en la fuente de Trevi y arroja monedas, ¡es de buena suerte!». Los clichés, pues. Si decides hacerlos, está bien, pero no hagas que tu itinerario esté delimitado por ellos: tu viaje será de sabor irreconocible, tus fotos serán iguales a las de todos, terminarás harto y probablemente no disfrutarás el viaje.

Te sugerimos agregar a tus viajes algunas de las siguientes ideas. Algunas suenan medio raras, pero confía: nosotros las hemos hecho todas y los resultados son siempre inesperados, placenteros y, sobre todo, memorables.
 

Cafetería universitaria. Investiga si al lugar donde vas hay una universidad grande. Si están en época de clases, ve a comer ahí un día, con los profesores y alumnos: la mayoría de las cafeterías universitarias están abiertas al público y no son caras. Es probable que la comida no sea espectacular pero la experiencia será distinta, hasta tendrá un toque melancólico. Verás caras que normalmente no encontrarías en tus recorridos callejeros y un ambiente completamente vivo y sincero.

El restaurante más viejo. El restaurante más viejo o más tradicional de la ciudad siempre tiene algo que decir. Llega pronto, pues estos lugares normalmente son pequeños, tienen una carta limitada y los platos se van terminando según avanza la tarde. Si no sabes qué pedir, ordena el primer platillo debajo de la palabra «Especialidades» (no se vale pedir cosas conocidas).

Salida de la escuela. Esta podría ser nuestra sugerencia más rara: dos personas, evidentemente extranjeros y misteriosos, se paran afuera de una escuela a ver salir a los alumnos. Sí, es raro. Pero también es divertido. Verás a la pre-sociedad de ese lugar, cómo hablan, cómo se visten, quién va por ellos, si salen contentos o no. El bullicio dura poco pero la imagen se quedará contigo mucho.

Bar local. No son fáciles de encontrar: no están en las guías ni te los recomiendan en las oficinas de turismo, ni siquiera en los foros. Lo mejor es entrar a cualquier bar y preguntarle al cantinero cuál bar local recomienda él para ir a explorar, y cuál es el mejor día y hora para ir. No vayas como turista; tu objetivo aquí debe ser mimetizarte en la multitud. Si vas solo, siéntate en la barra y dedícate a contemplar al barman; no sólo aprenderás uno que otro truco, sino que de repente sabrás todo sobre él: a qué hora se levanta, en qué tipo de tiendas compra su ropa, qué palabras usa con su mejor amiga, qué le gusta leer, etc. No será necesario que se lo preguntes pues todo esto lo destilará con su actitud. Quién sabe, tal vez hasta salgas con su teléfono.

Mercado y supermercado. El mercado se inclina un poco hacia el cliché, aunque siempre vale la pena una visita. El supermercado, no. Nadie te va a recomendar visitar un supermercado. Los Walmart de Guadalajara, Montevideo y Cracovia se parecen mucho; no nos referimos a esos. Hablamos de un supermercado pequeño, local, en donde puedas vagar por los pasillos y encontrarte con artículos graciosos e inesperados que de repente se convierten en el regalo perfecto para tu amigo o para tu casa, desde jabones hasta especias y chocolates.

Casa. Visitar una casa común y corriente puede ser muy difícil. Sin embargo, en muchas grandes ciudades se están abriendo al público las casas diseñadas o construidas por arquitectos famosos (como la Casa Luis Barragán en el DF, por ejemplo). No son casas comunes y corrientes, pero le agregan al viaje un gusto que no se consigue con otra cosa. No son grandes ni ostentosas, quizá ni siquiera grandiosas, pero sí representativas de la forma de pensar del lugar que estás conociendo.

Contemplación. Ve a un parque o siéntate en un café en donde puedas dedicarte sólo a ver qué hacen las personas, cómo reaccionan, de qué hablan, cómo son sus zapatos. También puede ser un día de campo: compra algunos ingredientes sencillos y vete a un parque a pasar la tarde. Finge que lees y observa a todos por ahí. En algunas ciudades, ir al parque es mucho mejor que ir al teatro.

Los locales. Si hablas el idioma, ve a un parque (o a donde veas gente sin quehacer) e intenta conversar con alguien. No importa si la charla dura sólo diez minutos pues te dirá algo de esa ciudad imposible de saber de otra manera.

Librería. Pensarás cuál es el objetivo de entrar a una librería en un país donde no se habla tu idioma. No importa: tienes que entrar, adentro descubrirás por qué.

Tienda de otra cultura. Entrar a una tienda japonesa en San Francisco o incluso a una mexicana en Bogotá te dará una perspectiva distinta de la ciudad y cómo se relaciona con los extraños.

Diario de viaje. Lleva un cuaderno de bolsillo y una pluma para anotar ideas que súbitamente aparezcan, palabras raras, incluso dibujos. Dedícate a encontrar las cosas que ves en el viaje y no existen en tu ciudad pero se pueden implementar fácilmente. No las anotes para implementarlas tú. Anótalas para que las leas cuando seas grande y compruebes si ya se implementó alguna o no. Si te gusta cocinar, anota los ingredientes de la ensalada que tanto te gustó y trata de descifrar el aderezo; replícala en casa cuando regreses.

Internet. Si tu viaje es de placer y vas con amigos o con novia, te sugerimos no usar el internet durante el viaje. No sólo arruinarás momento tras momento del día sino que lo acortarás radicalmente (un viaje sin internet dura el doble o el triple) y decepcionarás a tu acompañante (aunque no te lo diga). Si no te aguantas, hazlo en el baño. Y para la siguiente, mejor quédate en tu casa, ahí no tendrás una ciudad extraña interfiriendo entre tu Twitter y tú.

Transporte. Usa todos los tipos de transporte que tu viaje te permita. Bicitaxi, lancha y tranvía en un solo día. Rentar un auto es lo mejor (pero sólo si tienes la confianza de hacerlo sin problemas); te permitirá hacer excursiones a los alrededores, comer en la carretera y, por la noche, ir al mirador.

Estadio. Aunque no disfrutes los deportes, presenciar un partido en un estadio, de lo que sea, te llevará directamente a la idiosincrasia del pueblo: todos se presentarán con su cara más auténtica. Investiga un poco antes para saber qué colores no usar.

Lujo. Destina una parte del presupuesto a alguna actividad que normalmente no harías porque parece cara, aunque es 100% tentación. No lo pienses tanto, escucha a tu yo niño y súbete al helicóptero, cena en el mejor restaurante de la ciudad, ve el concierto en primera fila… Una actividad de estas será suficiente para imprimirse en las memorias predilectas del viaje.

Ocio. Si te estás quedando en una casa o un departamento, quédate un día en cama hasta las doce, desayuna en pijama, ve la tele local (aunque no le entiendas), marca un número al azar e intenta decirle en español que estás de ocioso, echa a la lavadora tu ropa sucia, sal al súper a comprar algo para cocinar, compra flores, un periódico, regresa a acostarte un ratito y luego lee en cama. Si de repente te sale energía, arregla una lámpara, limpia una mancha o haz cualquier mejora. Todas estas boberías toman otro sentido si las haces en otro país. Si estás en hotel, es un poco más difícil pero también se puede lograr: cuelga el letrero de no molestar y haz todas las actividades aquí mencionadas que apliquen.
 


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