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Brasil 2014, ¿será el mejor Mundial de futbol de la historia?

Del 12 de junio al 13 de julio, la FIFA y todos sus fieles celebrarán la vigésima Copa Mundial de Futbol. Por la tradición futbolística de Brasil, su reciente crecimiento económico y porque la FIFA reúne a más países que la ONU, éste promete ser el mejor evento del año.

Puede serlo. Pero también puede ser un chasco. El futbol nunca ha sido tan burocrático como ahora: tácticas, reglas, discusiones, compromisos, tecnología, acuerdos. Este será el primer Mundial, por ejemplo, que se juegue con un «balón inteligente», una pelota que estará mandando mensajes a diestra y siniestra.

En lo que llega el Mundial –y mientras terminamos nuestro Panini–, Rodrigo Suárez esboza aquí su esperanza para que este sea, de menos, un Mundial memorable.

En el 2006 tenía yo una camisa de Brasil firmada por Ronaldo «el fenómeno», un par de pósters de Ronaldo y Ronaldinho, una bandera de Brasil, el álbum Panini abierto en la página de la selección brasileña. También un par de veladoras que encendía cada vez que jugaba el Scratch du Oro. Tenía un altar a Brasil y una enorme afición al juego. Pensaba que sería indigno que el Mundial lo ganara otro equipo distinto que éste, plagado de prodigios. El altar era una broma, pero era verdad que me resultaba indispensable que resultara campeón Brasil. Ganó Italia. Me pareció algo así como el «Dios ha muerto» de Nietzsche. Pero aquí no era siquiera una muerte, era que Dios abandonaba el cargo.

El Mundial de Sudáfrica lo vi por inercia y lo ganó España. Dicen algunos entendidos que «La Roja» del «tiqui-taca» es quizá el mejor equipo de la historia. Si se puede hablar de justicia o méritos, ganaron la copa. Aún así, no recuerdo ni un solo partido de España que no me pareciera un soporífero tormento. El futbol tiene algo parecido a eso que dicen del amor de pareja: no se puede si uno de los dos no quiere. El Mundial de 2010 fue así: un amante empecinado y una seguidilla de desdenes. El futbol se volvió el diálogo entre un filósofo y una turba de necios. Y como en tiempos de filósofos y sofistas, el futbol ahora se trata de no tener virtud, sino de tener razón. Ganar se volvió la única razón y la gente lo creyó y se hizo devota de quienes tienen razón. Yo entonces, de forma más sensata que herética, me olvidé de aficiones y desmonté todos los altares.

No puedo hablar del Mundial sin antes hablar del juego. En algún momento, la persona más abominable de la historia descubrió que con el suficiente ejercicio de táctica y orden la Armada Invencible sería incapaz de hundir un barco de papel. Así fue que el futbol se volvió una guerra de trincheras: Suiza le ganó a España y Brasil apenas encontró modo de vencer a Corea del Norte.

Decía Dante Panzeri, un periodista argentino: «El fútbol fue un juego que resultaba buen negocio; hoy es el negocio de un mal juego». Por razones evangelizadoras (léase: económicas), el futbol se llevó por todo el mundo, y como la explanada del Vaticano, la Copa Mundial abrazó a todos los hombres y a todas las patrias. La competencia se llenó de barcos de papel. El formato que sigue un Mundial de futbol hace que el margen de error se vuelva nulo, el miedo a perder lo oscurece todo y el juego se vuelve un suplicio rutilante. Entonces las televisoras nos ofrecen repeticiones utilizando una tecnología confusa, panorámicas de la tribuna y publirreportajes de lo que sucedió en los vestidores, en las inmediaciones del estadio antes y después del partido, en la casa de los abuelos del jugador tal. Los resúmenes del partido duran, en el mejor de los casos, un par de minutos porque no tienen nada qué ofrecer.

Los organizadores dicen que éste será el mejor Mundial de la historia. ¿Qué supone decir que este Mundial será mejor que otros, o siquiera decir que será bueno? Hay una presunción de que el ambiente brasileño puede infundir cierta inspiración en cada uno de los equipos, pero con toda claridad esto es perfectamente absurdo. Brasil es Brasil, los carnavales son los carnavales, y los partidos de futbol son partidos de futbol.

Brasil es por méritos propios el país del futbol. No el padre biológico, pero sí una especie de padre adoptivo. Un padre responsable, comprometido y cariñoso. Un padre generoso, virtuoso y sensato, que ha sabido como ninguno legar de generación en generación los valores fundamentales del juego. Al escribir esto, empiezo a imaginar que Brasil 2014 será una fiesta infantil en la que el festejado no es el niño malcriado y petulante que quiere para él toda la atención, sino el que ofrece su casa sin saber que tal vez le arruinen la fiesta. Nadie ha ganado más veces la Copa del Mundo que ellos, y quizá ninguna otra entidad política o geografía haya sido cuna de tantos talentos y leyendas de este juego.

Sin embargo, la cancha es siempre la misma. Determinadas medidas de largo y de ancho, las líneas que establecen los territorios particulares del campo. Y de modo fundamental, dos porterías. Esto será así en Brasil, como lo fue en Corea, en Alemania, en Inglaterra o como lo será en Catar. Si se presume que este Mundial será bueno por ser en Brasil, puedo decir que una voz angelical se escucha tan bien en las llamas del infierno como en la Scala de Milán. Y lo mismo sucede si se trata de un agónico alarido.

A pesar de todo lo dicho, tengo algo qué decir a favor de Brasil 2014. Tengo la esperanza de que, si se presentan lluvias torrenciales y amazónicas en medio de cada juego, es posible que, no la cultura futbolística o el ánimo carnavalesco, sino la geografía, permita que haya buenos partidos. Me parece haber observado que los hombres, los grandes atletas, los profesionales millonarios y deificados que se enfundan las casacas nacionales, se vuelven como niños cuando llueve. Cuando la cancha se empantana, se diluyen todas las tácticas, y el futbol vuelve a ser un juego de niños. Y como todo juego de niños, merecerá ser observado.

Así que volvamos a los altares y, si creen en el juego igual que yo, pidan que llueva.
 


Rodrigo Suárez colabora regularmente en esta revista desde 2012. Con su equipo de futbol, Koalas Enardecidos FC, ganó incontables torneos regionales. Lee más artículos de él en sadabombon.com/author/rodrigo.

 


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