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Día de Muertos en la región purépecha

El Día de Muertos es placer para los vivos: es tanta la fiesta, tanto el frenesí, que se da de comer a los que ya no gustan, se canta a los que ya no bailan y se celebra a los que ya no se emborrachan; el día que podría ser el de mayor pena y aflicción resulta, paradójicamente, ser un día animado y a todas luces festivo. Y en ningún lugar tan festivo como en los pueblos purépechas de Michoacán. La muerte no amarga el dulce en Pátzcuaro y sus alrededores.

Así, te proponemos un itinerario de viaje para que, de forma necrológica, vayas conociendo una tradición que pretende no tanto recordar al muerto como regocijar al vivo. Un viaje irónico donde, entre tanto muerto, uno se siente vivito y, sobre todo, coleando.

 

30 de octubre

Aprovecha el día menos masivo para conocer los lugares más populares: Pátzcuaro y Tzintzúntzan (está última, una palabra curiosa: además de significar lugar de colibríes, imita el sonido del colibrí; una onomatopeya descriptiva).

En Tzintzúntzan, visita la zona arqueológica (también conocida como las Yácatas), el monasterio franciscano del siglo XVI y, por último, el mercado de artesanías, uno de los más reconocidos de la región.

En Pátzcuaro, uy, hay mucho qué ver. Para no decir que todo es lindo e imperdible, nos limitamos a las siguientes recomendaciones: la casa de los once patios, el Sagrario y la plaza Vasco de Quiroga con los portales y las casas que la circundan, como el palacio de Huitziméngari, el mercado de artesanías y el antiguo monasterio de San Agustín, con sus murales de Juan O’ Gorman. Si te quedan energías, camina al mirador El Estribo.
 

31 de octubre

Quizá dios no ayuda a quien madruga, pero sí le evita el gentío. Levántate temprano, pues, ve al embarcadero y dirígete en lancha a la isla de Urandén para ver a los mariposeros pescar al vuelo: de ahí son los pescadores que sueltan sus famosas redes en forma de alas de mariposa.

Al medio día, dirígete a Tzurumútaro. Durante estas fechas, el pueblo organiza un tianguis gastronómico en la llamada Casa de la Tenencia. Los platillos, cocinados con leña en estufas de barro, son quizá los más auténticos de la región. Ahí sí atáscate, que lodo habrá de sobra.

El resto del día dedícaselo a la digestión. Por ejemplo, podrías caminar en busca de una artesanía para el amigo, la familia o –por qué no– para el bombón.
 

1 de noviembre

Por la mañana podrías ir a Quiroga, o a Santa Fe de la Laguna, o a Santa Clara del Cobre, pero también podrías preferir no hacerlo. Podrías quedarte dos o tres horas en un café leyendo un libro. Podrías leer un cliché (Pedro Páramo), unas simpáticas reflexiones sobre el mexicano contemporáneo (Viaje al centro de mi tierra, de Sheridan) o, si no quieres cargar un libro, nuestro suplemento especial sobre las bibliotecas.

Por la tarde o por la noche, dirígete al pueblo de Arocutín y visita la pequeña capilla franciscana del siglo XVI. El atrio de este templo es el único atrio de toda la cuenca del lago de Pátzcuaro –y quizá de todo México– donde la gente sigue sepultando a sus muertos. Ese atrio de esa capilla que decidió no acatar la ley y mantener el panteón en terrenos de la iglesia, es un gran lugar para apreciar la velación de los muertos.
 

2 de noviembre

Aplica otra vez el madruguete y vete lo más temprano que puedan (tú y el lanchero) a la isla de Janitzio. Si quieres algo menos popular, ve a la isla de la Pacanda o a la isla de Yunuen. Las tres están bien preparadas para el turismo necrofílico.

Por la tarde, dirígete a Jarácuaro. Ahí, de las 8 a las 2 de la mañana, se organiza un festival en honor a los muertos. Si llegas temprano (puntualmente a las 8 de la noche) podrás presenciar una misa en purépecha.
 

Tips

Hotel recomendado: La Casa Encantada, Dr. Coss 15, Pátzcuaro. / T. (434) 342 3492 lacasaencantada.com

Menú garantía: charales, pescado blanco, uchepos, corundas y –para que pase– un trago de charanda. De postre, unos buñuelos y una taza de chocolate caliente. Y luego, por supuesto, otros tragos de charanda.
 

Un poco de Historia

Desde el siglo XIII hasta la Conquista, Pátzcuaro fue la capital del Imperio Purépecha. Los purépechas eran reconocidos por trabajar el cobre para después someter a su enemigo. Los aztecas nunca pudieron con ellos.

En 1521, sorprendidos por la caída de su enemiga Tenochtitlán, los purépechas cayeron rendidos, tiraron el cobre (y la toalla) y aceptaron la conquista política y religiosa.

Tras el saqueo y la masacre de Nuño Beltrán de Guzmán, la Corona Española decidió remplazar al conquistador por el recién ordenado Vasco de Quiroga. De 1536 a 1565, «Tata Vasco» construyó hospitales, escuelas, templos, enseñó distintos oficios y aseguró una rica vocación artesanal en los pueblos de la cuenca.

Tata Vasco se ganó el afecto de muchos indígenas, pero también la enemistad de algunos colonos españoles que decidieron abandonar Pátzcuaro para fundar una ciudad rival con el apoyo del virrey Antonio de Mendoza. La ciudad de Michoacán se fundó en 1541, posteriormente se llamaría Valladolid y, hoy, Morelia.

Actualmente, Pátzcuaro y los pueblos lacustres de la región siguen viviendo de los oficios enseñados por Tata Vasco.
 


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