La (o el) Tanabata es una festividad japonesa con raíces complejas. Ahora, se celebra escribiendo deseos en trozos de papel que se atan a los árboles de bambú. Antiguamente, los hombres solían desear una mejor caligrafía y lo escribían en tinta hecha del rocío acumulado en hojas de taro. Esos bambúes, después de la festividad, se quemaban o se dejaban ir por el río.
Con la partida de don Samuel se han ido muchos deseos, la inmensa mayoría incumplidos, otros tantos encaminados, algunos, cumplidos.
De esos deseos colectivos que él incorporaba, estaba el de la equidad. Muchos, cuando hablan de este personaje fascinante, pronuncian primero la justicia; es cierto que la abanderaba. Pero no menos cierto es que una convicción que le escuché se basaba en su profunda vivencia del cristianismo; en el que todos somos iguales y debemos vivir como tales. Los indios eran sus hijos y sus hermanos. Sus iguales. Como iguales también trataba a los líderes políticos, a los intelectuales (perdonarán el sustantivo). Por eso era tan querido por unos y otros. Y tan temido por otros tantos.
El movimiento zapatista llevó un reflector a su persona. Pero es un error asociarlo únicamente con este momento histórico mexicano; porque se olvidan las otras décadas de pastoral construida en un territorio en el que, antes de él, no entraba ni Dios padre.
Persona docta y franca. De esos pocos mexicanos que dicen que no cuando quieren decir que no; y que cuando dicen sí, es en serio. Me parece que junto con Carlos Fuentes, don Samuel era el único otro mexicano que podía hilar siglos de historia mexicana, discursos, anécdotas, personajes, bajo un discurso coherente. Una vez le escuché dos horas sin pausas, pero de manera pausada, relatar la historia de los indios de Chiapas. Dos horas en las que desde Bartolomé de las Casas hasta el siglo XX un pensamiento prodigioso acomodaba cada hecho y cada ideología en su lugar.
Hace bien Sada y hace mejor el bombón en hacer una pausa también y tratar de que haya un discurso que reflexione que se nos ha ido otro gran mexicano y que esos deseos que guardaba puede ser que no los recuperemos otra vez.
Sé que descansa en paz don Samuel.
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