Parafraseando a Jean Chapelain, el bombón no lee a sus contemporáneas, las vigila. Y además de vigilarlas, las enlista. Hacer listas, crear catálogos, establecer relaciones, pensar que existen correspondencias entre una cosa y otra es una muy entretenida actividad intelectual. Delimitar y valorar, un gran pasatiempo. Aquí las diez escritoras jóvenes latinoamericanas que más admiramos (por no decir envidiamos).
(Ciudad de México, 1983).
Si esta sección se llamara top 1 en lugar de top 10, la lista la seguiría encabezando Valeria Luiselli. Ha publicado dos pequeños y hermosos libros: Papeles falsos (un conjunto de ensayos narrativos) y Los ingrávidos (una silenciosa novela multifacética).
(Ciudad de México, 1973).
Guadalupe Nettel ha publicado seis libros. En todos aparecen personajes un poco desequilibrados y un tanto obsesivos. Su inmensa (y extraña) calidad literaria queda contundentemente demostrada en los cuentos Bonsái y Pétalos (del libro Pétalos y otras historias incómodas) y en la novela El huésped.
(Ciudad de México, 1975).
Con una prosa extremadamente bien cuidada, Daniela Tarazona escribió una formidable primer novela: El animal sobre la piedra, una metamorfosis que podría aludir a Kafka, pero que recuerda más bien a Clarice Lispector. «El ruido del mundo a veces produce un aullido interior que contenemos», dice la narradora.
(Santiago de Chile, 1971).
De Nona Fernández sabemos poco. Sabemos que es guionista y narradora. Sabemos que ha publicado algunos cuentos y una estupenda novela (Mapocho). Sabemos que tiene sentido del humor y sentido literario. Sabemos que sus libros no se consiguen por acá. Y sabemos que eso es una tristeza.
(Raros Aires, 1977).
La femme fatale de las letras latinoamericanas. Pola Oloixarac es doctora en filosofía política y es sexy y es punk; es inteligente y es rabiosa y es extravagante y seductora y valiente (googléala y verás); es la autora de la sátira académica Las teorías salvajes (se consigue en El Péndulo y en el Book Depository).
(Matamoros, 1964).
Tiene ya casi 50 años, pero es joven, júrolo. Joven es aquel que no está tranquilo, y Rivera Garza no se está quieta. De sus muchos libros, recomendamos sobre todo dos: Nadie me verá llorar y Verde Shanghai.
(Santa Cruz, 1972).
A veces se nos olvida que existe Bolivia. No conviene. Nos perdemos de Giovanna Rivero, un gran –enorme– secreto literario según la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Tukzon, historias colaterales y Niñas y detectives son sus últimos dos libros (el segundo se consigue en El Péndulo).
(Ciudad de México, 1981).
A Brenda Lozano la leíamos de vez en vez en Letras Libres. Nos entretenía, pero nada más. Cuando publicó su novela Todo nada, nos entretuvo, y mucho más. Su personaje ese del abuelo es memorable.
(Buenos Aires, 1978).
Dimos con Samanta Schweblin gracias a la editorial Almadía. Hace un año, cuando publicó su libro de cuentos Pájaros en la boca, nos enteramos que Schweblin es sinónimo de imaginación inquieta.
(Ciudad de México, 1972).
A Vivian Abenshushan la admiramos profundamente (entiéndase la envidiamos) por tres razones: escribió los cuentos de El clan de los insomnes, los ensayos de Una habitación desordenada y cofundó la editorial Tumbona.
Mándanos una reseña o una crítica de alguno de los libros de alguna de estas escritoras y, si nos gusta, la publicamos y te regalamos un libro de alguna otra. Si te carcome la duda de qué tipo de críticas nos gustan, considera lo siguiente:
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