Con la palabra compromiso tan devaluada y entre tanta boda con novias embarazadas y padres imponentes, encontramos a A.V, una esposa contemporánea.
¿Cómo le hiciste para que R. se quisiera casar contigo?
Lo obligué. Llevábamos diez años de novios, yo ya no quería estar igual, no quería perder el tiempo; quería un compañero de vida y necesitaba saber si R. quería eso también, así que lo amenacé un poco: lo corté porque no quería casarse y luego él solito regresó a decirme que sí se quería casar. Lo obligué en el sentido de que él estaba muy cómodo viviendo con su mamá: le cocinaban, le lavaban, no tenía obligaciones. Sabía que casado conmigo no iba yo a ser una mamá dos.
¿Por qué tanta prisa por casarte?
Después de vivir muchos años en el DF, regresamos a la ciudad donde viven nuestros papás, y no queríamos vivir separados y con ellos en sus casas ni juntos y solos en un hotel. Y no, no es que tuviera prisa por casarme (me comprometí en 2008 y me casé en 2010), sólo quería saber si él quería el mismo compromiso que yo.
¿Por qué no vivir juntos, por qué casarse?
Por la fiesta. En la boda ideal de R. habrían sólo seis invitados: nuestros papás y nosotros. Pero yo sí quería la fiesta, quería la boda. Y sería súper loser hacer una fiesta para nada. Soy muy fiestera, y además desfilar por el pasillo y que te entregue tu papá y bailar el vals con tu papá es lo mejor.
¿Cómo fue la luna de miel?
Fuimos a Sudamérica. R. organizó todo. ¿Preguntas por el sexo?… en la luna de miel fue la primera vez que tuve sexo por obligación. La noche de la boda no dormí por estar bailando en la fiesta, al día siguiente me subí en un avión, así que no descansé. Llegamos a Buenos Aires, caminamos, conocimos y en la noche… bueno, estábamos muy cansados, ¡pero ni modo que no tuviéramos sexo!, así que le echamos ganitas.
¿Cómo es la vida marital?
Hay cosas difíciles, como compartir dos educaciones. ¡R. se pone histérico con cualquier desorden! Pero hay más cosas positivas: tener siempre ahí a alguien con quién estar y platicar creo que lo vale.
¿Qué tan señora eres?
R. paga todo lo de la casa. Los viajes los pago yo como de sorpresa. No me va mal, así que puedo yo hacer eso. Si me quiero cambiar el coche, me lo puedo cambiar yo, por ejemplo. En cuanto a la cocina, fatal. Siempre comemos fuera. Sólo hago súper para cenar. R. cena salmón, y eso sí lo cocino yo: a la plancha. Nadie cocina, pero si algo se cocina en la casa, lo cocino yo.
¿Cómo es la relación con la familia política?
¡Súper! Yo con ellos súper, pero él en mi casa no, siempre está como dos pasos atrás. Si yo como en su casa, me puedo quedar en un sillón dormida, pero si vamos a comer a mi casa, R. nunca pierde el estilo. Es difícil porque dices: qué hueva que tenga que ir a mi casa a comportarse decentemente. Y es que mi mamá sí es muy rara. Cruzar el límite de formalidad con ella sí es muy difícil.
¿No los presionan con tener un hijo?
Mi mamá dice que todavía no quiere ser abuela y mi suegra dice que R. todavía no está preparado, así que no.
¿Cambió algo de ser novios a ser esposos?
El sexo… la frecuencia. No sé si porque lo tienes fácil y… ya que estás casada sabes que él está ahí todo el día, así que lo pospones para mañana o pasado que no estés cansada. Si me invitan a una cena, pues igual prefiero ir con mis amigas; él de todos modos va a estar ahí mañana.
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