¿Un documental que al mismo tiempo es comedia? Hmm, no lo sé… me suena a los pseudo-documentales donde sale Sacha Baron Cohen… ¿Es serio? Sí, totalmente. Es tan serio que no puedes dejar de reír.
Parece difícil que un documental nominado al Oscar pueda ser tan cómico. Lo más divertido es que no es una película que pretenda ser cómica: nadie se ríe en ella, nadie parece notar el efecto que están causando en la audiencia. Esta gracia (que agradecí tanto) es generada por la realidad absurda, casi patética, del mundo artístico.
En los últimos meses, me he dedicado a buscar y observar el exquisito fenómeno dialéctico que ocurre entre ficción y realidad. La realidad existe incondicionalmente. La ficción, para existir, copia o distorsiona la realidad hasta convertirla en una realidad alternativa; es una realidad producida, válida dentro del marco de la creación. Tiempo después, esta realidad alternativa se instala en la colectividad y se transforma, cerrando el círculo, en una nueva realidad, a veces incluso más real que la original. Así, esta nueva realidad queda lista para ser emulada de nuevo por los trabajos de ficción. Esta espiral se repite sin cesar en los procesos sociales-educativos y creativos-antropológicos.
En el mundo del arte, sobre todo en aquel conocido como contemporáneo, esta espiral es tan evidente que puede caer fácilmente en lo vulgar. Algunos se refieren a ella como «las nuevas ropas del emperador», haciendo referencia al público que se niega a aceptar que lo que está frente a ellos es una vergonzosa tomada de pelo. Una farsa, pura charlatanería.
En Exit Through The Gift Shop no vemos al artista timando a su audiencia. Vemos a un artista timando a otros artistas y a un público que, ávido de experiencias offline, cae en la espiral hueca con gran satisfacción y blandura.
La película de Banksy es un documental sobre un estafador, sobre un ocioso, sobre el acto (y atraco) urbano perfecto, sobre la inocencia de ciertos crímenes, sobre la antipatía de la sociedad y el sentido del humor que tanto le falta, sobre los estafados (que a su vez son estafadores), sobre el proceso de hacer una película, sobre el proceso voluntario de recoger la memoria en un documento microhistórico.
Exit Through The Gift Shop no es un documental sobre Banksy, sino una película de Banksy. La película es en realidad una pieza urbana más del reconocido y no menos enigmático artista inglés.
Este año, el Cine Club del Museo de la Ciudad de Querétaro cumple 20 años. A propósito del aniversario, entrevistamos a Gabriel Hörner, director del museo y principal impulsor del proyecto desde 1994. Podríamos decir que el Cine Club es Gabriel: él ha sido el motor de la idea, ha puesto infinidad de veces el proyector, los DVDs, las relaciones con cinetecas y mucho más para proyectar cientos de películas que de otra manera no hubiéramos podido ver en Querétaro. ¿Con qué película comenzó el Cine Club del Museo de la Ciudad? La primera proyección fue en el auditorio del Museo Regional, el 2 de febrero de 1994, una copia en 16 milímetros de Las noches de Cabiria de Fellini. Llegaron poco más de 400 espectadores. ¿Cuál era el panorama cinéfilo de Querétaro en 1994? ¿Cómo ha cambiado? Ha cambiado mucho. Justamente en 1994 se privatizaron los cines de COTSA —la compañía estatal que manejaba casi todos los cines del país— y eso aceleró su decadencia: casi todos acabaron en cines porno. En Querétaro quedaban cuatro cines de COTSA en el centro y había tres Cinemas Gemelos de la Organización Ramírez (que luego se convirtió en Cinépolis). Incluso como cartelera comercial, el panorama era muy pobre. El único refugio del cinéfilo en esa época eran los video clubs, que para entonces ya no tenían un catálogo tan amplio como cuando empezaron, a mediados de los ochentas. Ahora es muy diferente, por un lado cada vez hay más pantallas comerciales y por otro puedes acceder a casi cualquier película desde tu computadora. ¿Cuál es la diferencia entre el «buen» y el «mal» cine? ¿Qué películas definitivamente no se proyectarían en el Cine Club? El propósito del Cine Club es ofrecer al público otras opciones a la cartelera comercial y promover películas con valor artístico o histórico o con algún otro tipo de interés. Me resultaría muy difícil establecer una diferencia entre el «buen» y el «mal» cine a la hora de programar. En términos estrictamente históricos toda película es importante, aunque sólo sea por el hecho de que retrata su época de una u otra forma —esa es un poco la idea detrás de las cinematecas y los archivos fílmicos. No se me ocurre qué películas definitivamente no programaría; si algún título «malo», digamos, fuera relevante al tema de un ciclo, no dudaría en ponerlo; o incluso un ciclo completo programado con criterios distintos a la calidad. Hace unos años programé un ciclo de comedias de los ochenta y, un poco para que no pensaran mal de mí, le puse «Cine de horror de los ochenta». Eran bastante malas casi todas, pero el valor nostálgico era muy alto. Fue un ciclo muy exitoso. Podría decir que no programaría películas aburridas, pero ese también sería un buen ciclo: «Las películas más aburridas de la historia» (y ahí lo divertido sería poner títulos muy prestigiosos). Otro factor es que no nos dirigimos a un público homogéneo sino a públicos muy diferentes. Desde hace un tiempo, procuro que el cine club tenga otros programadores para atender esta diversidad y ofrecer un servicio más amplio. Los lunes por la tarde, «Otro Cine Querétaro» programa películas de carácter social y político, y por la noche Manuel Oropeza ofrece un programa extraordinario de ópera en video. Los martes ponemos la programación, digamos, oficial, que en su mayoría es cine de autor. Los miércoles son para el «Freak Show», un grupo de jóvenes interesados en el cine de culto. Y también están los ciclos que se programan en el Cine-Teatro Rosalío Solano y otros que solicitan escuelas o instituciones. ¿Cuál ha sido el ciclo más exitoso? Hemos tenido bastantes, veinte años son muchos años. Recuerdo uno de cine de horror extremo que tuvimos que mover a una sala más grande porque el público ya no cabía. La última película del ciclo era Ichi, el asesino en función de medianoche; había personas sentadas hasta en el suelo. Otro que funcionó muy bien era de clásicos excéntricos del cine norteamericano, que iban desde La emperatriz escarlata hasta Miedo y asco en Las Vegas, pasando por Pink Flamingos y Eraserhead. ¿Cuántas películas se han proyectado sin absolutamente nadie en la audiencia? Tiene que llegar por lo menos una persona para que se proyecte la película; no recuerdo ni una sola función cancelada porque no llegó nadie. Uno o dos por lo menos sí llegan. A veces se suspende la función porque se van todos antes de que se acabe, eso sí. Me gusta cuando programo cosas que exigen mucho del espectador, en tiempo o complejidad. Hemos hecho varios maratones; el primero fue una función continua de Berlin Alexanderplatz, la serie de televisión de Fassbinder de 15 densas horas de duración. La proyectamos en el auditorio de Bellas Artes en una copia en 16 milímetros. Al principio estaba llena la sala, al final quedaban como veinticinco personas. En ese tiempo todavía había prostitutas en la Plaza Constitución, y como regalábamos café y empanadas, en los intermedios se juntaban en el vestíbulo y entraban a ver a las prostitutas alemanas de la República de Weimar... fue muy especial. ¿Tiene el Cine Club alguna pretensión social; crecer la audiencia, motivar ciertas conversaciones, reunir distintos grupos de personas? Siempre ha cumplido una función social importante: el Cine Club amplía horizontes, crea conciencia, crea comunidad. Durante muchos años estuvimos exhibiendo películas y series de televisión en la cárcel de San José el Alto con frecuencia semanal. Les mandábamos cuestionarios encaminados a que reflexionaran sobre sus vidas a partir de la selección de películas que hacíamos. Nos daban una libertad increíble, podíamos programar lo que quisiéramos. (Fue la época en que producían musicales adentro.)Ahora me gustaría trabajar en asilos de ancianos: aunque tienen televisiones y reproductores de DVD, es difícil que accedan a las películas que vieron en su juventud; creo que eso podría darles mucho placer. Recomiéndanos un ciclo de películas infalible. Lo que sea de Alfred Hitchcock. Godard dijo alguna vez que las películas que Hitchcock realizó para Universal Pictures eran tan importantes en la historia de la civilización como la Capilla Sixtina, con la diferencia de que aquéllas habían sido vistas por decenas de millones de personas y ésta por un número mucho más reducido. Es algo infalible, Hitchcock siempre te llenará la sala y no estás haciendo ninguna concesión. La última vez que lo programé llegó un público muy joven a verlo. Cuando pasamos Psicosis, no tenían ni idea de que asesinaban a la protagonista a los quince minutos de empezada la película. Fue muy emocionante ver su desconcierto y envidiarlos. ¿Qué no daríamos por recuperar esa sorpresa? Billy Wilder también es infalible pero el público novel no lo ubica tanto como a Hitchcock. ¿Cuál ha sido tu motivación a lo largo de estos años? Cuando era niño, y a pesar de que en mi casa se iba mucho al cine, siempre quería ver más películas pero el principal obstáculo era el costo de las entradas. Para el niño que fui, una función de cine gratis era la dicha absoluta; a lo mejor por eso me he pasado la vida organizando funciones gratuitas. Este artículo apareció en el suplemento especial de otoño 2014, El cine, dentro de la edición 24 de Sada y el bombón....
Para Adriana Voy a hablarte del lugar que vienes, de Casandra, la ciudad de condominios pardos en cuyos balcones tienden la ropa las ancianas antes de la ora...
Una crítica de Los insólitos peces gato, la ópera prima de la mexicana Claudia Sainte-Luce. Cuando uno sale del cine sintiendo bienestar y paz, se agradece. Este fenóm...
Comencemos con el título: Heli. No es Jeli, pero tampoco es Eli. La H es muda, pero no sorda: está ahí, aunque no la escuchemos. Porque, pensándolo bien, la H no es muda,...