Medellín es una de las ciudades más dinámicas e innovadoras de Latinoamérica. Entrevistamos a Federico Gutiérrez —su próximo aspirante a la Alcaldía en el 2015— sobre ciudadanía, urbanidad y los retos en las nuevas ciudades latinoamericanas. Esto es lo que nos contó:
Medellín es hoy un símbolo del optimismo, de que sí se puede. Si uno vuelve unos años, en 1991, la ciudad era la más violenta del mundo. Nosotros llegamos a tener 381 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ninguna ciudad del mundo ha vivido lo que vivió Medellín. Es más, para entender mejor el referente: Ciudad Juárez en su peor momento tuvo 214 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Nosotros fuimos una sociedad que tocó fondo y decidimos levantarnos. Ese es el sello de Medellín: una ciudad que se resistió a caer, que no creyó que todas las soluciones tendrían que venir del ámbito gubernamental y que, como sociedad, nos unimos. Por eso ahora salimos cada vez más a mostrar los avances que hemos logrado en zonas con mayor desigualdad, como la recuperación de grandes espacios públicos y el sistema de transporte de una ciudad que va para adelante, con dinámica propia y enfocada en su gente.
México lo tiene todo, pero más que nada tiene capital social y capital humano. Eso es lo importante. Yo creo que entre el mexicano y el colombiano hay muy buena relación, nos unen muchas cosas. El mensaje que siempre trato de dar en México es que no tienen que tocar fondo como lo hicimos nosotros. México hoy tiene grandes problemas pero también grandes posibilidades y, definitivamente, hay que enfrentar el delito y el crimen, pero de manera integral; tener una lucha decidida frente a todos estos fenómenos del narcotráfico que acaban con los valores de la sociedad. Pero hay que invertir también en lo social, acabar esos niveles de desigualdad, combatirlos a través de los sistemas integrados de transporte público, la educación y la recuperación de espacios públicos.
Después de una crisis económica y de seguridad, Medellín se ha convertido en la zona con mayor desarrollo de Colombia. Hoy en día es reconocida internacionalmente por su innovación en servicios públicos e inversión social como estrategia en contra del crimen organizado; un nuevo modelo de urbanidad que bien podría ser el futuro de nuestras ciudades en el Bajío (y el resto de México). Más información: online.wsj.com/ad/cityoftheyear.
Nuestro valor, más que la posición estratégica, son nuestras culturas, nuestras familias, cómo somos, trabajadores, gente honesta. Definitivamente siempre habrá dificultades y problemas pero hay que sobreponerse a los problemas. Esa capacidad que hemos tenido nosotros —los colombianos, los mexicanos, los latinoamericanos— de salir adelante, eso es lo que nos hace diferentes.
¿Qué hay más democrático que un espacio y transporte público donde se pueda mover el más rico y el más pobre? Esto es un tema de construcción de ciudades. ¿Qué tipo de ciudades queremos?, ¿para quiénes estamos construyéndolas? Ahí está el gran reto. Hoy los núcleos, los motores económicos de los países, son las ciudades donde vive el 80% de la población latinoamericana. En el 2030 seremos el 85%, así que debemos trabajar en conjunto.
Esto deben entenderlo los políticos y el ciudadano común (el que vota). Se necesita más gente participando en la política porque ahí es donde se toman decisiones y, si uno no está, alguien más toma las decisiones. Lo mejor que le puede pasar a un político corrupto y tradicional es que nadie se meta en la política porque entonces siempre va a tener ese espacio. Es hora de que lleguen más ciudadanos a gobernar las ciudades, a dar una mirada distinta. Nunca estigmatizando, porque en la política encuentras a los mejores y los peores hombres y hay que echar mano de los buenos y sacar a los malos. La política es buena, lo que no se puede permitir es la politiquería.
El Gobierno y el ciudadano tienen que ejercer sus responsabilidades. Para el ciudadano eso significa votar y pagar impuestos, aunque ahora también tiene que ir un poco más allá. Para el Gobierno es administrar bien los impuestos, no permitir la corrupción y priorizar donde se necesite. Es importante entender que el mapa social supera al mapa político. ¿Qué quiere decir eso? Los recursos deben invertirse en donde se necesitan y no donde se saquen más votos.
Pero también es imposible que todo se le deje al Gobierno o al ciudadano. Si se logra que los empresarios, la academia, las universidades, los institutos y el ciudadano común se monten en proyectos, eso es trabajo en equipo.
Hay que construir ciudadanía. Lo peor que le puede pasar a la ciudadanía es cuando ya no importa y uno piensa que no tiene nada que ver con nosotros.
Hoy el problema es que el auto se ha convertido en un tema de status, lo primero a lo que tú accedes es a un vehículo particular. Lo que necesitan los Gobiernos es entender que al ciudadano hay que darle otro tipo de opciones para movilizarse. Estoy seguro que cuando las grandes ciudades latinoamericanas empiecen a brindar opciones en sistemas de transporte, con buena calidad, capacidad y fácil acceso, más de un ciudadano empezará a bajarse voluntariamente del carro y tomará el transporte público. Muchos hasta decidirán no comprarse un vehículo.
Pero el tema también es no restringir, porque la gente necesita moverse, ir de un punto a otro. Entonces hay que generar condiciones para que se puedan desplazar. Hay que mostrarle otros modelos a la gente. Definitivamente el modelo no puede estar basado en el automóvil particular, es imposible. Podremos construir muchas vías pero nunca van a ser suficientes.
En nuestras ciudades latinoamericanas utilizamos el carro todos los días. Tú llegas a una ciudad como Nueva York, Madrid o Barcelona y te movilizas en el transporte público. Es un tema tan cultural pero tan lleno de opciones, y los encargados de generar esas opciones son los gobernantes. Por eso los ciudadanos tienen que presionar el cambio.
La migración es un fenómeno que pasa en muchos países y ciudades, no es algo exclusivo de Querétaro. Hace falta definir políticas claras en otros estados porque, si no se atienden las necesidades en otras partes, la gente se desplaza. Míralo de esta forma, ¿qué pasó en nuestros países a través de la década de los setenta, cuando la gente se desplazó del campo a las ciudades? Eso está pasando de nuevo porque la migración es el efecto de algún síntoma que ocurre en otras regiones. Le guste o no a la gente, la migración sucede y hay que darle la mano a las personas. Si alguien viene de otro espacio es porque no tiene las condiciones, y a nadie le gusta salir desplazado del lugar donde nació, donde creció.
Por eso las ciudades deben estar preparadas, tener ofertas claras, niveles básicos de transporte público. No pueden crecer de manera desmesurada, tienen que concentrarse hacia dentro donde pueden optimizar servicios. Por supuesto, la migración es una carga para las ciudades, pero estamos hablando de personas y eso es lo más importante.
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