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Oaxaqueños ausentes, Bacon y otras noticias del Interior

Un viajero sabe que traspasar una frontera puede ser tan sencillo como difícil. Es posible decir tranquilamente, como Salvador Novo, «dentro de unas cuantas horas atravesaremos la frontera, dormidos» o quedar recluido en un circuito —territorial o de pensamiento— por limitaciones de todo tipo: económicas, legalidad migratoria, autocensura, comodidad o, también, adormecimiento. Es de esto último de lo que quiero hablar.

En México, una opinión común identifica el hecho de «ser de provincia» con lo limitado, precario, marginal, periférico e invisible. Es fácil oír a un «chilango» hablar de «provincia» como si fuera una sola tierra que se extiende más allá de los límites del DF —sí ocurre, créeme—; algo así como el Estado de México y sus alrededores. Un estado de la República se identifica en automático por sus productos turísticos típicos: gastronomía —«primero lo primero»—, folklor, artesanías y «sitios de interés». En el DF, en cambio, sí parece haber de todo. Este es el laurel donde muchos capitalinos —y otros wanna be mainstream— duermen su siesta.

Estoy hablando de «gente» en general, pero es insólito encontrar cómo en la academia, en las aulas donde se estudian teorías críticas, y círculos artísticos e intelectuales más específicos, también se piensa y actúa con esta miopía. Tengo la experiencia de Aguascalientes y el DF, sobre todo.

En el DF, es un hecho extraordinario que alguien de «afuera» presente algo «interesante» o «competitivo» y cuando ocurre se piensa, a secas, como excepciones en sus Estados. ¿O sea, cómo? Sí, lo normal es que no haya voz fuera del DF —u otros centros— y cuando hay, se celebra como un hecho milagroso sin profundizar en los contextos porque, en efecto, no interesan en lo más mínimo.

Lo cierto también es que en el «afuera» también se acepta un asfixiante referente de autoridad a partir del propio uso del lenguaje. Desde «provincia» la tierra de las oportunidades es el DF o ciudades similares. Es decir, si Querétaro está teniendo visibilidad, se dice que es «casi como el DF» y así, hay una cadena de dependencias: Zacatecas es «casi como» Aguascalientes y éste no llega a ser Guadalajara. La mirada se orienta hacia «el otro» en vertical, sin hacer el mismo ejercicio hacia adentro y tampoco entre pares de forma horizontal.
 

¿Dónde están los oaxaqueños, la crítica y Bacon?

Oaxaca organizó en 2011 un coloquio nacional intitulado Germinar: primera tanda de diálogos horizontales, que reunió a profesionales del arte del país para «dialogar» sobre espacios, producción, educación y crítica de arte. Asistieron representantes institucionales del DF, Monterrey, Guadalajara y para de contar. No hubo participación ni siquiera oaxaqueña en las mesas. No sólo fue visible esta ausencia, sino también que los pares a nivel interregional realmente no dialogan, ni existe tal horizontalidad. ¿Entonces de qué estamos hablando? ¿De reproducir los esquemas hegemónicos que fervientemente señalamos?

En el Seminario de Crítica de Arte de Campus Expandido del MUAC, el año pasado se lanzaron preguntas como: ¿Qué leemos de crítica de arte? ¿Qué medios —periódicos, revistas etc.— se consultan? ¿Quiénes escriben sobre estos temas, en todo el país? La lista hecha en conjunto no superaba los dedos de la mano. Hubo quejas sobre los pocos medios existentes, y se asumió que en «provincia» no se produce gran cosa. Se aseguró que no existen espacios, porque de lo contrario serían «conocidos». Esta preocupación es un disparate reduccionista y al mismo tiempo evidencia las limitaciones de difusión del arte actual en el país. Claro, es obvio que esta persona esperaba que le llegaran revistas a su puerta sin mover un sólo dedo. Pero más allá de este absurdo, no deja de ser cierto que gran parte de los proyectos valiosos de «fuera», y algunos de «dentro», no alcanzan una proyección extendida ¡Hay que buscar más detalladamente! Pero, lo más grave es que allí habíamos varios que escribimos y no nos leíamos unos a otros.

En diciembre de 2012 en el Museo de Aguascalientes se exhibió una importante muestra de dibujos inéditos de Francis Bacon en su única aparición en el país, antes partir a China. Los dibujos de Bacon… activaron una exaltada celebración política en el Estado. Ciertamente, es tan raro que en esta ciudad ocurra un evento de tal magnitud que, ni antes ni después, se ha visto nada similar. Recuerdo cómo Umberto Guerini, en su introducción a la muestra, nos contagiaba de su entusiasmo, al afirmar que las dinámicas de centros-periferias del arte ya estaban superadas, que ese día Aguascalientes era un centro del arte importante en el mundo. Todos aplaudieron entusiasmados y se sintieron orgullosos de ser hidrocálidos mientras iban sobre el coctel y esperaban que la comitiva política del Estado desocupara la sala para ver las obras. La razón de haberse presentado esta exposición en esa ciudad —y no en otra— fue arbitraria. Se debió a un contacto personal de una «copetona cultual» —típicas— que se ofreció a cuidar las obras por un tiempo en su casa y tuvo la ocurrencia de exhibirlas, de paso. Claro que este hecho tragicómico, en lugar de ser un síntoma de un movimiento de cambio mayor en la región, no hizo más que evidenciar la desconexión de estas «iniciativas».

Intentar atar estos cabos es emocionante pero también trabajoso. Son muy frágiles los vínculos e intercambios a nivel país. Pero no hay más responsable que nosotros los pares. No nos miramos unos a otros y por ello aunque sí sabemos —no cabe duda de que sí existen— de propuestas aisladas que rompen las inercias no se crea una red que le dé fuerza y consistencia.

Llevo varios años dándole vueltas al asunto este de «ser de provincia», al justificante comodino de un país centralizado; que no hay recursos para proyectos artísticos —claro «recursos» se limita en estas pláticas lamentosas a «dinero del estado—»; que no hay espacios de exhibición para «jóvenes creadores»; el mito de «las oportunidades» y su ubicación geográfica. En fin, una cadena de pseudoargumentos que justifican la inmovilidad de las ideas y el adormecimiento creativo.

¿Qué es eso de ser de la periferia o del centro del país y cómo se vincula a la productividad de las industrias culturales? ¿Una culpa, victimización, una miopía? Sí, para mí, todas juntas. No nos preguntemos por las fronteras impuestas por un mapa y sus políticas hostiles, cuestionemos nuestros propios límites y en qué medida estos coinciden con ciertas cartografías hegemónicas de las cuales todos nos quejamos.

Hagamos algo, en lugar de victimizarnos y depender de un poder paternalista, demos sentido a nuestros contextos, trabajemos en conjunto, generemos nuevos espacios y constelaciones que pongan en conflicto estas dicotomías estériles de la territorialidad y las relaciones de poder. Así puede ocurrir que Bacon itinere a otras ciudades y los oaxaqueños, por fin, aparezcan en su tierra. Nuestro tren no es ya el de Novo, crucemos la frontera despiertos.

 


Roselin Rodríguez Espinosa es Licenciada en Ciencias del Arte y Gestión Cultural por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y Especialista en Historia del Arte por la UNAM. Actualmente trabaja en estudios críticos sobre territorialidades en el arte. Es directora de El Gran Vidrio, una revista independiente de arte y cultura contemporánea editada en Aguascalientes (@El_Gran_Vidrio).

 


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