Es común ver a este perro acostado en la banqueta, viendo pasar la gente, y en realidad la vida entera, en uno de los callejones más transitados del centro histórico de Guanajuato. En esta ocasión, «El Campanero», como lo apodan los vecinos, posa con su amiga la cebra.
Parece ser una foto simplona, y quizá lo es, pero retrata dos grandes problemas que comenzamos a tener en el Bajío: la multiplicación de Banksys (como si esto fuera Bristol) y, al frente, la plaga de perros callejeros.
Sufrimos un superávit de artistas urbanos y perros vagabundos. El horror. Tres de los amigos ninis del bombón se dedican ahora «al street art, we». Y Sada se ha encontrado ya siete veces a la Madre Teresa de Calcuta de los Canes pegando un póster que dice «¿Te da pena verle? ¡Tu pena no le sirve, adóptalo!».
¿Por qué estará pasando esto? ¿Por la comedia?
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