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Quintana Roo, un viaje más allá de la Riviera Maya: descubriendo el otro Caribe mexicano

Entre las playas nudistas y el descanso tropical, Quintana Roo es nuestro gran escape vacacional. Lo malo: los cruceros se multiplican, las gringas se desbordan y nuestro espíritu de viajero se concentra en ese cuarteto de destinos: Cancún, Playa del Carmen, Cozumel y Tulum; luego se nos acaba la península. ¿Qué pasa si extendemos el viaje hasta la frontera con Belice?

Este fin de año proponemos un viaje menos engentado, sin tanto Royal Caribbean y turistas enchanclados. Dejamos el enclaustro de resort, cruzamos la muralla de Tulum y nos aventuramos a ver qué pasa si bajamos –¡ay!– un poco más.

He aquí el resultado: un viaje por las playas, pirámides y selvas más al sur de la costa de Quintana Roo.

 

Del Bajío a la Península. A menos que busques hacer un titánico viaje por tierra, el avión es la mejor opción para llegar a la península. Desde los aeropuertos de Querétaro (QRO) y León (BJX) existen vuelos directos a Cancún (de tu casa a la puerta del hotel son menos de 4 horas). Aunque, por eficiencia y logística, recomendamos volar primero desde la Ciudad de México hasta Chetumal, rentar un auto, hacer el viaje por la costa, subirla y regresar al Bajío desde Cancún. Tiempo aproximado del viaje: 10 días, mínimo.

Chetumal (2 días). Capital del estado, ciudad con poco turismo y hogar de la burocracia quintanarroense. Aquí lo mejor es pasearse en la noche por el Boulevard Bahía –para combatir el sofoco– y comer: La Casita del Chef para desayunos y comidas (tienen un chilpachole obligatorio) y la antojadiza fonda La Costa para cenar unos salbutes o panuchos.

Oxtankah y Kohunlich (1 día). Entre comidas viene la exploración: un día en las ruinas de Oxtankah, a 15 minutos de Chetumal y a un paso de la frontera con Belice: el río Hondo; otro día en Kohunlich, la zona arqueológica más conservada de la zona y a menos de 2 horas de la ciudad. Vas y vienes. Lo importante es usar a Chetumal de cocina y hospedaje, como el nuevo Noor Hotel (con renta de autos en su lobby) o el noventero Hotel Los Cocos.

Bacalar (3 días). Bacalar es un pueblo pintoresco a orillas de una extensa laguna con vistas paradisíacas: tonos entre verde y azul, con arena fina, un agua que casi se puede beber (pero no). Con actividades que van desde el desparrame total en una hamaca hasta el kayak, predecimos que en veinte años será el San Miguel de Allende de Quintana Roo –así que mejor ir ahora. Aquí hay mucha oferta hotelera, como el Akalki (unas cabañas sobre el agua) o el Hotel Laguna. Para comer, el memorable restaurante del hotel Los Aluxes y unas pizzas italianas a media cuadra de la plaza principal.

Kinichná y Dzibanché (1 día). A una hora de la Laguna de Bacalar existen dos zonas arqueológicas vecinas: Kinichná y Dzibanché, antiguos centros mayas con pirámides, templos y murales. Al contrario de Chichen Itzá, estas ruinas son menos concurridas pero igual –o hasta más– enigmáticas: en medio de la selva, con vistas panorámicas a la vegetación. Recorrerlas es un ejercicio de exploración y descubrimiento, la contraparte del sopor bacalerense.

Chacchobén (1 día). A un costado de la carretera a Mahahual, Chacchobén sobresale como un antiguo asentamiento con monumentos, edificios y una pirámide central. La zona también es famosa por su flora y fauna regional: se puede caminar entre árboles de zapote, higueras y corozos sobrevolados por tucanes y aves canoras.

Mahahual (3 días). Entre los corales y la calma, Mahahual es la nueva parada de los cruceros gringos. Un Cancún en miniatura, menos prostituido: hotelitos en medio de una gran costa caribeña, compartida con pescadores locales y una sólida barrera de arrecife. Después de los turistas, uno se queda con todas las playas y atardeceres; la quietud antes de volver al semidesierto.
 


 

Tip de viaje: no pares de comer. La gastronomía de Quintana Roo es imprescindible en esta ruta. Empanadas de cazón, platillos con langosta, pipián, salsas, tamales, postres de coco y calabaza, los antojitos más típicos de la península y hasta cocinas internacionales con toques regionales.

Las distancias. Quintana Roo es de caminos comprimidos: Chetumal está a 20 minutos de Bacalar, de ahí son como 20 minutos a Chacchobén, luego otros 50 hasta Mahahual. Las zonas arqueológicas son igual de cercanas. Nada cansa en esta costa –más bien costita– sureña.

Fin de año en Tulum. El fin de año debería llevarse los últimos excesos del 2013. Después de Mahahual, sube a Tulum, alócate y remata este 31 de diciembre con la velada más prometedora de la riviera: fiesta non-stop a un brinco del mar y amenizada por The XX, Grimes, entre otros. Más info.
 


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