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Ruidos cotidianos

En cada uno está asomarnos a una dimensión diferente, poner atención en cosas que solemos pasar por alto mientras corremos en la sonaja del día a día.

Por ejemplo: «Se cooooompran (pausa) colchooooones (pausa) lavadoooooras (pausa) microoooondas…». Esta grabación encierra uno de esos misterios sin resolver de la ciudad. Parece la voz de una chica joven y gritona en tono pitón, pero, fijándose uno mejor, se descubre a una diva. No parece tanto de la escuela del transporte público, sino de escuela de mercados de calle. Dudo que alguien le diera una lección magistral de oratoria para la grabación y le dijera que eligiera palabras que en la sílaba tónica tengan siempre «o», que hiciera las pausas con el aplomo con que las hace. Esa forma de declamar es de las cosas que se podrán depurar con práctica, pero el don se tiene o no se tiene. Uno se puede imaginar a esta chica como joven o bien como madre coraje de una familia de chatarreros. Da de qué pensar, solamente por el número de camionetas que llevan la grabación por toda la ciudad. Quizá sea una magnate de las cosas viejas y vaya en limusina. Se ha hecho más familiar que la tipa que dice con voz de muñeca de plástico lo de «el número Telcel que usted marcó no está disponible».

En Querétaro hay un hombre más mediático que esta chica y la de Telcel juntas. Un personajazo urbano, un ícono popular, camino a ser leyenda. Con pocos recursos de producción mediática, no tiene una flota de camionetas viejas voceando la ciudad ni tiene a Telcel detrás. Él solito se ha inventado y producido a sí mismo. Tiene un taller mecánico de carros cerca del centro histórico: él es El Mecánimo, también conocido como «Señor Ánimo». Es cierto que lo sonoro no es lo único que le caracteriza, porque se ha dotado de un carrito –el Animovil– con alerones caseros, que es mucho. Casi Barroco. Su producción mediática casera desarrolló su grito de guerra y el silbido-sintonía del eslogan cada vez más arraigado en Querétaro: «¡Ánimo!». Definitivamente, el silbido y grito de guerra del Mecánimo Ecuánimo es mi sonido urbano favorito.

Supongo que, por tradición, costumbre o folclor, se consideran de una manera más entrañable los ruidos que, aunque perturben el sueño, forman parte del entorno de la ciudad desde mucho antes de que la ciudad fuera ciudad: las campanas, el tren, los gallos. No se lo imaginaría uno en una ciudad de un millón de habitantes, pero mucha gente tiene gallos y gallinas en la casa. En Querétaro, uno puede comprobar lo falso del mito, según el cual los gallos lanzan su quiquiriquí cuando está amaneciendo; en realidad lo lanzan a todas las horas del día y de la noche cerrada.

Afortunadamente, no me he tenido que acostumbrar al arrullo de los balazos para dormir. Algunos norteños que pasan por Querétaro se quieren tirar al suelo cuando oyen los cohetes que tiran los curas del templo de La Cruz, celebrando a algún santito. Cerca de una iglesia se oyen las campanas a todas horas, pero el tren se oye desde mucho más lejos. Se oye el traqueteo de las ruedas con los rieles y el chillido de los frenos. Entonces aparece la bocina del tren, irreverente con todo, saliéndose del cosmos. Yo me imagino que el maquinista disfruta tocándola innecesariamente por la noche porque, si no, no puedo entenderlo. A los que vivan cerca de las vías del tren, les dedico el eslogan popular queretano: ¡ánimo!

Por último, un par de notas vecinales: el amigo de un amigo tiene a su actriz favorita. Este hombre no sabe mucho de cine y ni siquiera conoce la biografía de la actriz o el año de sus películas, tan solo su nombre de guerra. El caso es que de vez en cuando pone alguna de sus películas, apagando la pantalla para no ver, sino solamente escuchar a esta diosa de la interpretación.

Al vecino de un vecino le dicen que ronca, aunque siempre he tenido mis dudas sobre esto. De todas formas y como en el caso de los grillos nocturnos, un Do de pecho bien dado es otro sonido que se integra al fondo armónico, sin el cual el entorno no sería igual de acogedor ni la ciudad sería tan hermosa.
 


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