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Ruidos ejemplares

¿A qué suena el centro de México? ¿Qué ruidos concretos escuchamos en nuestras ciudades? A continuación los diez ruidos urbanos más representativos del Bajío:

1. Las campanadas. Con un templo en cada cuadra, las ciudades del Bajío suenan a misa. Los chilangos se sorprenden porque muchos de nosotros no usamos reloj. «Su estilo de vida es tan relajado, que se han olvidado del tiempo», dicen. Falso: sí usamos reloj, nomás que lo usamos en los tímpanos: cada 15 minutos un templo nos dice qué hora es.

2. Todou locou. Con permiso de las ciudades de la frontera norte, San Miguel de Allende es la ciudad más pocha de México. Oh, no!, yeah!, es beautiful, perfectou, ¡oh, istoy hablandou espaiñol!, qué locou, todou locou… El ruido de las vocales ambiguas, la voz estridente y exagerada de los gringos retirados: el ruido característico de San Miguel.

3. Fuentes danzarinas. La frase de Borges «no nos une el amor, sino el espanto; será por eso que la quiero tanto» no es sobre Buenos Aires, sino sobre las fuentes danzarinas de Querétaro. Los que vivimos y/o trabajamos al lado de una, hemos convertido el ecléctico repertorio musical (Huapango de Moncayo, I Don’t Wanna Miss a Thing, Por una cabeza, Por ti volaré) en un ruido urbano más, acaso el más detestable.

4. Alarma despertador. La modernidad en provincia se expresa con enormes edificios departamentales. Se construyen en menos de un año, es decir, son de tabla roca. Esto es perceptible todas las mañanas: entre 6 y 8 suenan todos los despertadores del edificio. Te levantas con el despertador ajeno y pones el tuyo para despertar al vecino. Ruido dominó.

5. Ruido carretero. Aunque en Querétaro, por ejemplo, recorrimos unos cuantos kilómetros la carretera panamericana (antes pasaba por Constituyentes), seguimos escuchando el motor, los frenos y la alharaca de los trailers y camiones. Nuestras ciudades no son todavía lo suficientemente grandes para crear un libramiento vial y auditivo.

6. Ruidos subterráneos. Guanajuato es casi zona sísmica: la tierra no se mueve, pero sí escuchamos que algo sucede ahí dentro: autos y camiones pasando por antiguos túneles mineros. Más que sonar a temblor, Guanajuato suena a una ciudad con retortijones, como si tuviera estómago y algo le hubiera caído mal.

7. Silbidos. Silbar es un verbo pueblerino. En provincia silbamos más que en el DF. No chiflamos más ni pitamos más, pero sí silbamos más y mejor. Silbamos –se entiende– tonadillas, cuplés y hasta canciones enteras. Nuestros labios siempre están alzados, como si besáramos el aire. Un freudiano sordo pensaría que nunca superamos la fase oral. Y en una de esas tiene razón.

8. Urracas. La Presidenta de nuestro H. Consejo Editorial dice que nuestras ciudades son pajarientas. Ella lo dice porque las ve, nosotros lo confirmamos porque las escuchamos, sobre todo por las tardes. Ruidos roncos, ásperos, poco musicales: urracas. La onomatopeya de la urraca es el chac chac chac.

9. Cuete patronal. En nuestras pequeñas ciudades los templos religiosos siguen funcionando como parroquias. Son centros comunitarios que celebran a su santo patrono con cuetes y tamborazos. Por lo menos una vez al mes cerramos una calle para atronar y retumbar el cielo todo.

10. Voceadores. «El diaaariooooo, el diaaariooooo»: el oficio del voceador sigue existiendo en provincia. Cada vez hay más grabadoras que ofrecen ricos y deliciosos tamales oaxaqueños, o algún fierro viejo que vendan, pero todavía se escucha por ahí a algunas personas ofreciendo, a grito pelón, toda clase de servicios. No se les entiende casi nada, eso sí, pero algo gritan.
 


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