En el imaginario colectivo, el paisaje provinciano es bovino. Vacas en el campo, vacas cruzando la carretera, vacas en medio de una fiesta campirana… En algún momento los mugidos de un becerro se convirtieron en el referente de una tierra llana y rumiante. La realidad –y la comedia– es que sí tenemos mucho ganado por acá: más de dos veces hemos esquivado becerros camino a Tequisquiapan (y ni hablar del borreguito pastando en el baldío de la cuadra).
En el Bajío fundamos nuestras ciudades entre haciendas con rebaños (esas granjotas virreinales), paja y mucha leche. Desde entonces hemos sido una región dedicada a la elaboración de quesos artesanales: frescos, añejos, de oveja, vaca y cabra, madurados, curados, cremosos… Somos deliciosamente provincianos.
El camembert es un emblema de la gastronomía francesa, cremoso y con notas a hierba fresca. Acá en México su equivalente son los de La Serpentina (Normandía en el Bajío): una granja con más de 100 cabras alpinas y quesos reconocidos internacionalmente. Es un queso dulce, como para alargar la sobremesa.
Sugerencia de uso: con una rebanada de pan o acompañado de pera, manzana o nueces.
Santa Marina es a las ovejas lo que La Serpentina es a las cabras. Cerca de Querétaro, sus ovejas producen un cuajado cremoso, con un ligero sabor a nueces y avellanas. El Crottin es tan delicioso que se marida consigo mismo.
Sugerencia de uso: solo, para probarlo de veras bien. Ya después, sobre una ensalada fresca.
Todo un agasajo de levaduras: una deliciosa combinación entre gruyer y parmesano –entre lo ligero y lo picoso–, con 120 días de maduración y 100% artesanal. En esta Feria del Queso y el Vino, visita la tienda de Néole, en el Andador Morelos, frente al mercado.
Sugerencia de uso: con una, dos y hasta tres copas de vino tinto. O de postre: con pan y miel mantequilla.
San Remo es un contraste bizarro para el Bajío: un rancho con casi 50 búfalos corriendo bajo el semidesierto de San Miguel de Allende (!), listos para producir quesos tipo italiano como el mozzarella, que no le pide nada a uno de Nápoles.
Sugerencia de uso: en pastas frías, ensaladas o simplemente con un buen aceite de oliva.
Con ceniza, ajo, aceitunas o en aceite de olivo, los quesos de cabra de La Biquette son el untable y exquisito resultado de un proceso de elaboración sin saborizantes o conservadores, siguiendo métodos franceses para mejorar el aroma, la textura y, por ende, el sabor.
Sugerencia de uso: en galletas, pan, en la mano, sobre el cuerpo de tu bienamada.. a placer.
Todos los quesos italianos de San Remo son garantía: el Mozzarella (el fresco y el especial para pizzas), el Provolone, el Ricotta, el Gorgonzola, el Stracchinella… Después del Mozzarella di búfala, nuestro favorito es el cremoso y dulce Mascarpone.
Sugerencia de uso: para acompañar un panetone, o sobre una galleta con miel.
Además de la ternura y el pastoreo, las ovejas de San Josemaría producen un tipo de leche que resulta en quesos tiernos, aromáticos y ligeramente especiados. Imperdible también el curado en vino tinto o el semiduro con aceite de oliva y hierbas finas.
Sugerencia de uso: con un ate de membrillo y un vino espumoso.
De todos los quesos que hace Luna de Queso, nuestro preferido es el Petit San Miguel, un queso blando, cremoso, untuoso, hecho con leche de cabra. Este queso es la encarnación
de la palabra «manjar».
Sugerencia de uso: sobre una rebanada de pan insaboro, para saborear sólo lo importante.
El Provolone es lo mejor que le pudo pasar al gratinado. Semiduro y con multiplicidad de sabores y presentaciones, este queso va bien para realzar cualquier platillo caliente. El Provolone de VAI es la mejor experiencia ahumada y derretida de la región.
Sugerencia de uso: derretido en lo que sea, o en cuadritos para acompañar un vino blanco, o hasta un mezcal.
Los quesos suaves, ligeros y comerciales también son un delirio láctico, como el queso ranchero, molido y fresco que Flor de Alfalfa produce en su rancho La Hondonada. El queso ideal para dignificar cualquier chilaquil.
Sugerencia de uso: desmoronado sobre cualquier cosa que tenga crema y tortilla frita.
Opción uno: directamente en los ranchos queseros –algunos ofrecen incluso visitas guiadas a sus instalaciones. Opción dos: en los Mercaditos de Querétaro y Tequis; en los mercados sabatinos de La Fábrica y en el Tianguis Orgánico de San Miguel de Allende en el hotel Rosewood.
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