En buena medida, conocer es traducir, dice Juan Villoro. Un buen traductor es, antes que nada, un buen lector; el gran conocedor de un texto. El traductor no sólo traduce las regiones explícitas de un libro, sino también, y sobre todo, el carácter implícito de las palabras, es decir, lo que está entre líneas: las ideas, el discurso, los sentimientos, el tono, el ritmo, el estilo, la espontaneidad del lenguaje; para decirlo de forma pomposa: el espíritu del texto.
Traducir algo de forma literal es ir contra el sentido común. Por eso a veces es tan difícil encontrar una buena traducción, sobre todo de los textos que son de alguna forma poéticos. No existe problema alguno con el manual de la aspiradora; encontrar una buena traducción de Pessoa requiere un poquito más de tiempo.
Al leer una traducción, hay que ser conscientes que siempre habrá una pérdida en el texto traducido. Por ejemplo, el español no tiene palabras para saudade, spleen o weltschmerz. Sin embargo, muy de vez en cuando, esa pérdida de la traducción puede llegar a ser paradójicamente una ganancia. Traducir del francés al español significa afrancesar el español, es decir, enriquecerlo. Una buena traducción enriquece el idioma.
La tarea del traductor, de Walter Benjamin; El traductor, de Juan Villoro; Decir casi lo mismo, de Umberto Eco.
Daniel Martínez me pregunta por un lugar para comer en Querétaro y en San Miguel de Allende. Tiene una especificación: un lugar para ir con la pa...
La máxima socrática dice que quien conoce el bien hace el bien. Nada más falso, sobre todo cuando se presenta una desgracia. Sabemos que ante una...
Dedicado a Serrat: Me encontré un ratón al volver a mi casa. Sucedió después de haber estado en una plática sobre coches de edición limitada, aviones privados, sueldos...
Hace una semana publicamos un artículo con las diez escritoras jóvenes latinoamericanas que con más entusiasmo leemos. E invitamos a nuestros lectores a leer y reseñar un...