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Ideas y políticas públicas para mejorar nuestro estilo de vida

En la página seis de la revista impresa ilustramos nuestro barrio ideal. Un barrio con casas distintas (o cuando menos dintinguibles), parques con muchos árboles, una biblioteca pública, un cine pequeño, un zapatero, un bar, una panadería, un café… uso de suelo mixto. Un barrio donde se usa poco el auto y mucho la bici, la patineta y los pies. Nuestro barrio ideal se basa no en los individuos que lo habitan, sino en las relaciones que el diseño urbano provoca entre los distintos individuos. Así, los espacios públicos son mucho más importantes que los privados, pues los privados existen gracias a los públicos.

En la ilustración tratamos de plasmar todas estas ideas. Ahora, pensando que este barrio ideal necesita su propia administración pública, pensamos en propuestas concretas no tanto para seguir con nuestra fantasía y crear desde cero nuestra colonia ideal, sino para pensar cómo podemos transformar la colonia en la que ahora vivimos. Seis propuestas para mejorar nuestros espacios públicos y nuestro estilo de vida urbano.
 

1 > Transporte y vialidad

Hace casi un año, en un reportaje donde atacamos la cultura automotriz, hablamos de la dictadura vial que ejerce el automóvil: más del 90% de las vialidades de una ciudad fueron construidas para satisfacer a menos del 20% de la población que tiene y se desplaza en auto. La mayoría de las personas nos movemos en camión, taxi, bici o doch (patas). Proponer credenciales de prepago para los camiones, por ejemplo, no resuelve ningún problema sustancial, es mero maquillaje. Mejorar el sistema de pago no mejora el sistema de transporte, sino el de pago; es obvio. Mejor invertir en infraestructura: banquetas, ciclovías, paradas de camión reales, carriles (semi)exclusivos, etc. Además de, claro, regular las concesiones, las rutas y el –ahora raquítico– salario de los choferes.
 

2 > Comercio público

El comercio privado en espacios públicos se da por a) informalidad, b) capricho, c) negligencia o d) todos los anteriores (y posteriores). Tener ambulantes fijos es algo absurdo: si van a ser ambulantes, pues que se muevan; si van a ser comercios fijos, pues que se consoliden. En nuestras ciudades existen ambulantes que cada año renuevan una concesión que data desde, digamos, 1997. Con el dinero –público– adquirido de esos permisos, ya es hora de construirles un local, un mercado, un centro comercial en la alameda, o ya de plano en el centro histórico. Pero nah, ni lo uno ni lo otro. Existe una palabra que describe muy bien las políticas públicas ambivalentes: mediocridad. O esta otra: cobardía. Un poquito de valor y coraje le vendría bien a nuestra tímida determinación.
 

3 > Planeación urbana

Hay algo admirable en ver un trailer afuera de la tiendita de la esquina o en poder comprar «fina lencería» en locales que están dentro de edificios históricos. Uso de suelo mixto, que le dicen. No estamos en contra del mestizaje urbano, pero sí de los proyectos sin proyecto, la nula consistencia y el completo disparate. Proponemos políticas públicas integrales. Por ejemplo, cambiar el dañado adoquín del centro histórico al mismo tiempo que se renueva el drenaje, se implementa el cableado subterráneo y se prohíbe la entrada de vehículos de más de X kg que, tras dos o tres pasadas, vuelven a dañar los adoquines.
 

4 > Obra pública

Esta es la favorita de los políticos y los medios masivos de comunicación (otra forma de políticos). Obras grandototas, hartos millones, enormes titulares. El cacique en turno cortando el listón de una obra inconclusa mientras todo su gabinete vocifera: «¡se ve, se siente, la obra está presente!». Y ese es justo el problema: las obras verdaderamente necesarias ni se ven ni se sienten, por lo menos no en las primeras páginas de un periódico, tan asiduas al concreto y al acero. La obra pública relevante es prácticamente intangible: programas de desarrollo social, fomento de pequeñas empresas locales, desarrollo agrícola de Peñamiller, casa de la cultura en Tancoyol, red de bibliotecas comunitarias en Xichú…
 

5 > Discurso político

Nuestros políticos sufren de logorrea y ofuscación: hablan y hablan para encubrir el significado de sus propias palabras. Son expertos creando pantanos lingüísticos. Aquí algunos ejemplos (con el nombre del padecimiento): «no soy el primero que hace esto, otros muchos, no sin esfuerzo…» (lítote y falsa modestia), «así, estoy aquí para volverles a repetir que…» (pleonasmo), «este incansable esfuerzo histórico» (hipérbole), «para favorecer a los adultos menores» (eufemismo de niño), «hombro con hombro» (cliché). Proponemos los consejos de George Orwell: evitar las figuras retóricas, la voz pasiva, las palabras rimbombantes y practicar la economía de lenguaje.
 

6 > Límites políticos

La propuesta política más común en la provincia es la descentralización del poder. Se ha logrado a nivel nacional e incluso estatal, pero no a nivel municipal; el alcalde en turno sigue teniendo más influencia que el presidente de colonos. Nuestra propuesta: dispersar el poder entre múltiples grupos participativos. Que el delegado, por ejemplo, tenga mayor capacidad de resolver un problema en su delegación que el presidente municipal. Y que el vecino tenga más influencia en la cuadra que el delegado. Ver la ciudad como un conjunto de centros; reforzar la concepción de barrios; delimitar el poder para tener acciones públicas directas, rápidas, certeras y mucho menos burocráticas.
 


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