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Imagen © Define and Conquer

La tumultocracia y la excesiva capacidad mediática

¿Cuántas fotografías vio en su vida alguien que nació en 1905 y murió en 1981? ¿Cuántas fotografías verá alguien que nazca hoy y viva 76 años? ¿Cambia esto al ser humano, altera sus capacidades sociales o su inteligencia?

Durante los cien años que transcurrieron entre 1888 (el año en el que comenzaron a comercializarse las cámaras) y 1988, se tomaron menos fotografías en todo el mundo que las que hoy se capturan en un solo día. Es imposible saber cuántas fotos se toman hoy en 24 horas, pero tan solo en Facebook se agregan 100 millones de nuevas fotos ¡cada día!

Con la música ocurre algo similar. El concepto de pocas bandas y artistas con millones de discos vendidos y millones de seguidores parece disminuir mientras que bandas emergentes con 50 fans han sobrepoblado todas las regiones urbanas en oriente y occidente. Muchos ya no compran seis o siete discos al año de sus grupos favoritos: ahora bajan cuatro o cinco álbumes al mes con canciones que ni conocen y que probablemente sólo escuchen una vez.

El total de usuarios de correo electrónico se estima en dos mil millones (casi el 30% de la población del mundo). Sin contar el spam (que representa el 90% del email), cada uno de esos usuarios manda, en promedio, 16 emails al día. Hace apenas un par de generaciones —o menos—, la escritura era un medio de comunicación usado sólo por expertos (secretarias, escritores, investigadores, académicos, etcétera). Hoy la usan todos los seres comunes y corrientes. ¿El resultado de esta masificación? Incontables errores por todos lados: las personas no saben redactar (mucho menos escribir); no fueron educadas para ello.

Análisis similares se pueden hacer de los libros, las revistas, la televisión, el video, etcétera.

¿Por qué todo esto, esta sobreabundancia, esta abrumadora democracia? Supongo que simplemente porque ahora casi cualquiera tiene acceso a medios y exposición. La línea entre los principiantes y los profesionales se está borrando en algunos casos. El proceso de tener un mensaje y luego comunicarlo a través de un medio se ha invertido. Ahora, primero hay medios y luego mensajes. Los medios incitan a contribuir con ellos a través de imágenes, textos (como este) o sonidos. Así, no importa si alguien no tiene algo que decir; el medio lo demanda, así que dice —o hace— cualquier cosa. Esto, más que aportar a la conversación global, consume innecesaria energía de los lectores.

(Algunos, incluso, mueren abrumados. Tres usuarios de Facebook mueren cada minuto en el mundo. Facebook nos sigue recordando sus cumpleaños, sus juegos y otras cosas a través de espeluznantes mensajes. No importa si no tienes nada que decir, ¡ni siquiera importa si ya no estás vivo para decir algo! Algunos medios lo seguirán haciendo por ti.)

El apreciado balance entre calidad y cantidad parece haberse invertido repentinamente. El blog, el MP3, el JPG y el podcast (que cuestan casi nada) han reemplazado al periodismo serio, a la alta fidelidad y al fotógrafo profesional. Algo todavía peor: el consumidor no lo ha notado… ni lo notará: quien no sabe nada de edición o producción no puede apreciar su valor.

Escribir no es picar teclas balbuceando letras y palabras dudosas. Fotografiar no es apuntar y disparar (aunque ojo, hay genios sueltos por ahí, incapaces de interpretar su inteligencia dentro de su mediocre contexto). No es suficiente el medio, ni siquiera un mensaje auténtico. Necesitarían que alguien lo demande; y eso, creo, es cada vez más difícil de encontrar.
 


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