Probablemente, la mayor desgracia de pasar «de niña a mujer» sea pinchar la burbuja del verano. Hablemos, por ejemplo, de Susana, nuestra chica ejemplar. En la primaria se iba con sus primas a la playa, en la secun se entretenía con uno o dos (es decir, ocho) amores de verano, en la prepa le proponía a sus padres «adelantar» (es decir, volver a cursar) un par de materias en el campus Mazatlán, y en la carrera dizque trabajaba dos semanas para irse ocho con sus amigas a Europa. Durante más de 15 años los veranos de nuestra querida Susana fueron sin duda semejantes al Jardín del Edén (por no decir al Jardín de las Delicias).
Lamentablemente, por lo menos para Susana (no así para sus padres), nuestra chica ejemplar se graduó, entró a trabajar a una de esas empresas que te roban el alma junto con las vacaciones y Susana no tuvo más remedio que cambiar los veranos de tres meses por los compromisos de ocho horas al día. Eso sí, se quedó con los amores de verano, pues acá entre nos, el verano es sobre todo candente y sensual para la oficinista promedio que es Susana.
Ahora bien, ¿cómo disfrutar del verano si una tiene que trabajar, pagar la renta y sobre todo si vive a cuatro o cinco horas de la playa?
Vístete para la ocasión. Ventila las enaguas, es decir, usa minifalda. (Hombres, por favor no usen shorts; fuera de la privacidad del jardín propio, los shorts masculinos son una dudosa propuesta estilística. Aguántense.)
Organiza unos asados. Una de las mejores cosas del verano es la posibilidad (la necesidad) de comer afuera. Invierte y compra un asador. Quizá no tengas terraza, pero sí, de seguro, tienes banqueta. Ocúpala e invita a tus vecinos.
Toma (mucha) cerveza. En verano, después de las 10:30 de la mañana, es bien visto tomar cerveza, incluso en la oficina. Quizá algunas empresas no estén enteradas de este acuerdo social; infórmales. Si no lo respetan, siempre está el pepsilindro.
Compra una alberca. Una de las gracias del siglo XXI es que ahora existen albercas inflables de menos de mil pesos. Son una cochinada, se ponchan a la segunda o tercera inflada, pero por lo menos le dan variedad a tu domingo.
Cambia la bata por el bikini. O mejor aún: ponte bikini en lugar de ropa interior (o traje de baño en lugar de bóxers). Sí, sonará ridículo y sudarás cual obeso andropáusico, pero llevarás la playa siempre dentro de ti (todo es psicológico).
Camina bajo la lluvia. Acá en el centro de México, los meses más calurosos son abril y mayo. En junio y julio llueve, es decir, refresca, es decir, refréscate, es decir, sal a caminar en la lluvia y empápate, por lo menos una vez a la semana.
Regodéate en el calor. Aquí algo que nunca nadie dice pero que todos bien que saben: sudar es sexy. En lugar de buscar obsesivamente lugares con aire condicionado [sic], suda a destajo. Si no puedes con el calor (que no podrás), súmate a él.
Si de plano no aguantas el verano sin las vacaciones, pon a límite tu relación con tu empresa y escápate a la playa. Si el trabajo no te prepara para el verano, haz que el verano te prepare para el trabajo. ¿Qué serían de todas esas soporíferas juntas laborales sin la refrescante memoria del océano?
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