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Bibliofilia

José Luis Martínez
Bibliofilia
México, Fondo de Cultura Económica, 2004
64 pp.

 
Mi bibliofilia comenzó en la preparatoria, cuando descubrí la biblioteca que le había heredado Porfirio Martínez Peñaloza al Tec de Monterrey de Querétaro. En ese entonces yo no sabía absolutamente nada de Martínez Peñaloza, sólo sabía que lo que tenía enfrente me producía una discreta y tímida emoción. Fue una emoción extraña: sentí fascinación y hasta cariño por un objeto, por un libro.

Entre miles de libros de ingeniería y administración descubrí una primera edición de Libertad bajo palabra corregida por el propio Octavio Paz; descubrí distintas ediciones dirigidas por Juan José Arreola, como una edición bellísima del Personae de Pound; descubrí libros dedicados por Villaurrutia y otros tantos firmados por un simpático «Tito», que después descubrí era el mismo Tito Monterroso autor del libro. Recuerdo también un pequeño libro –más bien un gran folleto– con un dibujo a lápiz de Orozco.

Por supuesto, me los robé. Cuando el librero de la casa de mis padres se tornó sospechoso, y sobre todo cuando temí un incendio en mi propia casa, los devolví.

Ese fue el origen de mi bibliofilia, aunque en realidad debería de decir bibliomanía, pues, al parecer, el cariño por lo libros es una especie de enfermedad crónica; por lo menos así se adivina tras leer y acariciar el Bibliofilia de José Luis Martínez.

Bibliofilia es un libro exquisito, vestido con los más notables materiales y hechuras de la tradición tipográfica: hecho artesanalmente, impreso en letras de caja en Tacámbaro, Michoacán, con imágenes pegadas a mano sobre Papel Libro De Ponte y con un ornamento que es la versión moderna de uno que tallara Enrico Martínez en México hacia 1604. Se hicieron 250 ejemplares. Yo tengo el ejemplar 66 y el 236, y acabo de conseguir otro más que planeo regalar a un amigo que comparte la afición.

Bibliofilia recoge los textos escritos por José Luis Martínez para su discurso de recepción del Homenaje al Bibliófilo en el marco de la Feria de Libro de Guadalajara 2002. Recuerdos del primer libro, de las primeras lecturas, los tesoros de la Pléiade, los libros regalados, los gustos adquiridos, las manías reflejadas, las búsquedas incansables, los libros perdidos, los encuentros fortuitos y, en todo, un inmenso amor al libro:
 

[...] rememoro las múltiples maneras de amar los libros, de amarlos para siempre o por un rato, de procurarlos con amor, devoción, afecto, morbosidad o curiosidad, de desearlos como amores imposibles, o de enorgullecernos por las pequeñas joyas que sólo existen para un grupo de maniáticos.

¿A quién le importa que zutano o mengano o yo mismo tenga tal libraco o lo considere una joya? ¿Por qué el bibliómano o el bibliófilo no se contenta con los libros que ya tiene o con los que puede leer o con las ediciones comunes o con los que le caben en su casa y hace maromas con sus recursos o se priva de cosas esenciales para tener el librito raro que ha descubierto con un entusiasmo que raras veces es perdurable y con más frecuencia es pasajero? ¿Y por qué se empeña en tener todos los libros de un autor favorito o de moda o de una materia especial? ¿Por qué existen y tienen éxito estas creaciones, que no dejan de ser diabólicas para los amantes de los libros, como son las ferias de libros [… que atraen] a viejos como éste que les habla y que les da las gracias a quienes le ofrecen el sustento de su pasión por los libros y lo premian por su vicio?

 
Ocho años después de este discurso se discute sobre el futuro del libro y sobre su eventual metamorfosis. El problema no es que desaparezcan o no los libros de papel, el problema es encontrar a alguien que ame los libros electrónicos de la misma forma que José Luis Martínez amó a estos de papel. No es un tema de formato o de soporte, no, es un tema de gracia, de la gracia que un libro sólo puede recibir de parte de sus más entrañables lectores.
 


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