A mano vs. A máquina: el romanticismo de hacer algo a mano contra la indolencia de hacerlo a máquina

Sada sigue utilizando el correo postal. Cada lunes va a la oficina de correos con las cartas que escribió (a mano) durante el fin de semana, compra estampillas, las lame y relame, las pega en los sobres correspondientes y las deposita en los distintos buzones. «El mail no terminó tanto con la escritura a mano como con la idea de destino; en la era del mail (o del iMessage o WhatsApp), tu destino es cualquier lugar con WiFi. Mando cartas a mano y con timbres postales porque para mí sigue siendo relevante mi domicilio y el de mis amigos», opina.

Al bombón le da lo mismo. Su anacronismo está, no en las cartas, sino en la cocina. Ella sigue utilizando el recetario de su tía Lupita, una enorme libreta que parece ha sido sopeada en distintas salsas. «A mí me gusta seguir haciendo los platillos de la Lupe y de mi agüis. Lotro día, mi amiga Susana me salió con la disque receta del pastel de zanahoria de la abuela de Steve Jobs. Sea, quiorró. Y qué oso», comenta.