Río de Janeiro sorprende por el obvio contraste entre lo inabarcable –su geografía– y lo perfectamente escalado a la proporción humana –la ciudad. Y todo eso habitado por una de las sociedades más famosas y peculiares del mundo: los cariocas. En todos los momentos que uno pasa en Río, en cualquier sitio, esas tres fuerzas se sienten: el paisaje, la mano del hombre y el hombre mismo. Río entra en la misma categoría que Lisboa, San Francisco y Sarajevo, en donde el lugar y sus características naturales son la condición urbana primordial; en donde la sensación de lugar –de estar en un espacio– es superior.
Gaspar de Lemos zarpó de Lisboa en mayo 1501. En enero de 1502 entró a la gran bahía y la confundió con un río, así que la nombró: río de enero: Río de Janeiro.
En 1807 el ejército de Napoleón invadió Lisboa. Dos días antes de la invasión, 40 barcos zarparon hacia Brasil, en donde viajaba el príncipe João VI y su corte de 15,000 personas. Cuando llegó a Río, sus súbditos brasileiros lo celebraron intensamente bailando en las calles. Dom João se enamoró de Brasil de inmediato. Tomó el poder de virrey para después convertirse en rey de Portugal. Fue la única colonia de América con un monarca europeo gobernando en su territorio. Y Portugal el único país cuya capital se encontraba en una de sus colonias.
Río de Janeiro fue la capital política de Brasil hasta 1960, cuando el gobierno se mudó a Brasilia.
El día ideal de vacaciones en Río podría ser el siguiente: después de desayunar, caminar las dos cuadras a la playa e instalarse ahí toda la mañana. Comer en el barrio. Explorar una zona de la ciudad por la tarde. Finalizar las actividades con un jugo o licuado natural de alguna fruta exótica. Encontrar un bar pequeño lleno de locales para cenar. Repetir por varios días.
Si es fin de semana, invertir el plan anterior: ciudad por la mañana, playa por la tarde. Y jugos todo el tiempo. La playa es muy ancha y muy larga, se mide en kilómetros. Naturalmente, cada kilómetro de playa da placeres distintos. Deben de probarse todos.
Aunque son momentos turísticos maximalistas, hay que subir a los dos puntos altos de Río para entender la definición de ciudad: a las terrazas del Cristo Redentor y al Pan de Azúcar.
Muy cerca de Río de Janeiro (como 30 minutos en barco) está Niterói. Ahí se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo diseñado y construido (con poquísimo presupuesto) por el afamado arquitecto Oscar Niemeyer. Desafortunadamente, su administración y sus exposiciones siguen con poquísimo presupuesto. Aunque es un edificio que técnicamente no está en la ciudad, representa muy bien el espíritu y la geografía de Río: la relación entre el espacio físico y la sensibilidad humana.
En Río se comprende fácilmente –se observa, se percibe, se vive– la arquitectura del paisaje. Este concepto abstracto y a veces mal utilizado aquí vive su máxima expresión. Basta ver y recorrer los parques al lado de la playa para tener un momento de lucidez: «esto es la arquitectura del paisaje, para esto sirve, estas son sus correctas proporciones, esto hace en las personas». La arquitectura del paisaje es donde el hombre se encuentra con el hombre al aire libre, un espacio imaginario que es creado por el paisaje pero que sólo existe en la mente de los participantes: es arquitectura tangible, aunque inexistente. Es la sensación pasiva de estar en un contexto generado especialmente para esa contemplación y estancia. Ese es el humanismo de Río, la ciudad donde uno está mejor, donde el verbo estar adquiere su perfecta dimensión.
Por esto, Río de Janeiro podría ser la ciudad más espectacular del continente. El paisaje urbano y la geografía de la ciudad sorprenden tanto como los detalles: jardines, pavimentos, barrios y playas impecables.
Al menos en el aspecto urbano, Río es el ejemplo perfecto de una ciudad viva en el siglo XXI, como Nueva York lo fue en el XX y Londres en el XIX. Si quieres definir ciudad, humanidad, paisaje urbano, colonización del territorio, entonces vas a conocer Río de Janeiro.
Río de Janeiro es una ciudad llena de nostalgia, glamour, en constante efervescencia, muy viva, incluso extravagante. Los cariocas son personas muy sociables, necesitan todo el tiempo estar en la calle, hacen deportes en la playa, comen al aire libre y desde media semana están de fiesta permanente. Así lo canta Adriana Calcanhotto, una de las estrellas de Bossa Nova actual:
Cariocas são bonitos
Cariocas são dourados
Cariocas são modernos
Cariocas são espertos
Cariocas são diretos
Cariocas não gostam de dias nublados.
Río es la ciudad en donde todo sucede en la calle. Lo importante lo encuentras siempre en el espacio público. Y no tanto por el carácter expresivo de los cariocas, sino porque, al parecer, la ciudad se diseñó para la efusividad, con amplios malecones, más de 100 km de ciclovías, vegetación exuberante, 37 playas que bordean la ciudad; diversión y música siempre.
Los cariocas son muy alegres, tratan a todos –incluso a extraños– como su mejor amigo. Salen de fiesta en Havaianas y con el pelo mojado. Se emocionan y aplauden la puesta del sol. Aseguran que Río es la ciudad más bella del mundo, aunque no conozcan ninguna otra.
Adoran el horario de verano porque eso significa una hora más de playa. La playa lo es todo. En ella, exhiben sus cuerpos perfectos, exhiben sus curvas y músculos como si fuera cualquier cosa. Siempre están haciendo ejercicio, corren, andan en bicicleta junto al mar, juegan futbol o voleibol en la playa. Discuten de futbol las 24 horas del día y son extremadamente apasionados cuando se trata de su equipo: el Flamengo o el Vasco da Gama.
Y sigue la Calcanhotto:
Cariocas nascem craques
Cariocas são alegres
Cariocas são atentos
Cariocas são tão sexys
Cariocas são tão claros
Cariocas não gostam de sinal fechado.
Los cariocas están orgullosos de su ciudad: aman Río… y odian São Paulo.
Con frecuencia Río de Janeiro se siente tan provincial que decepciona un poco. Si Brasilia es la capital política, São Paulo debe ser la económica. ¿Dónde queda Río? Quizá es la capital para los que no somos brasileiros, el soft power de Brasil. A veces la ciudad se siente como si fuera la capital de algo, pero la mayoría de las veces no, sobre todo en las particularidades: en el interior de un museo, en la habitación del hotel, en las tiendas.
Río es más conocido por el carnaval que por todas las cosas anteriores juntas. No le sugeriríamos a nadie que su primera visita a Río sea durante el carnaval. Tal vez para la segunda o la tercera visita. El carnaval opacaría las sensaciones que la ciudad otorga por sí sola.
Por su paisaje, sus ondulaciones, su situación geográfica, por la cercanía del mar, Río de Janeiro es una de las ciudades americanas que más impresiona al visitante desprevenido. Hay ciudades intercambiables (bueno, casi); Río no es así: está «hecha a la medida» para el lugar donde está. La simbiosis perfecta entre paisaje y urbanidad.
A primera vista, Río impresiona por su escala humana, sus playas monumentales e impecables, sus espacios públicos y por la presencia de todos los elementos en cualquier punto de la ciudad: aire, cielo, montaña, jardín y mar siempre visibles.
En una segunda revisión, Río impresiona por su atención al detalle, las proporciones del carioca promedio, los altísimos precios (como en Europa), la mala hotelería y, sobre todo, porque permite imaginar una vida o una larga estancia ahí. También hay mucha decadencia, graves contrastes, algunas desilusiones, pero esas características son representativas de ciudades más grandes y caóticas, ciudades como São Paulo, Los Ángeles o la ciudad de México.
Seguramente, los habitantes de Río de Janeiro son los que más sufren cuando tienen que mudarse, los que más extrañan su ciudad. Saudade, dirían los brasileiros. Uno se reencuentra muy humano en Río, y, aunque el viaje dure sólo unos días, se siente un vacío al dejarla, como dejando una gran experiencia urbana imposible de replicar en otro viaje.
¿Cuándo ir? Entre diciembre y marzo (el verano austral) es la temporada alta: tumultos y precios altísimos. Recomendamos ir entre mayo y junio o entre agosto y septiembre. De octubre a enero llueve bastante.
¿Cómo volar? Aeroméxico opera el único vuelo directo entre la ciudad de México y Río de Janeiro. Las otras opciones recomendables: vía Lan con escala en Santiago de Chile. O por Continental desde el aeropuerto del Bajío o Querétaro con una escala en Houston. Un tip: evita a toda costa la escala en São Paulo. Y una buena noticia: ya no necesitas visado para entrar al Brasil.
Ve al centro. Visita el Cinema Odeón, los centros culturales de Banco Caixa y Banco do Brasil, el Teatro Municipal, la Catedral y la cafetería Colombo. Si en la franja de playa está la diástole urbana, en el centro está la sístole.
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