Dentro de la literatura mexicana contemporánea, el camino más seguro para una trama es modernizar los pasos de Rulfo. Juguetear con la delgada línea del realismo mágico, abrazar el repertorio cultural y típico, dar un salto a la historia y a la política o macerarse en la narcocultura. Ninguna de las anteriores representa un retroceso ni una falta de arte u originalidad. El escritor mexicano inquietamente, y casi de forma automatizada, plasma la situación actual de su medio, narra la relación del narcotráfico y la ficción, ataca la política y realza la magia de esos pueblos y sus personas que, hasta en la vida real, parecen más personajes que personas.
Pero también en el país del realismo mágico existen corrientes sociales con un perfil más urbano. Hacen falta esos relatos que profundicen en la insoportable banalidad de la juventud adulta contemporánea, en el snobismo mexicano, en la clase social devota al malinchismo y las vacías ideas metropolitanas del arte. Ahí entra Tryno Maldonado y su Temporada de caza para el león negro. Una novela que, dentro de los parámetros nacionales, ataca y saca a relucir las tendencias de la joven sociedad del nuevo siglo. La historia de Golo, desfachatado enfant terrible con personalidad casi canina, en su vertiginosa conquista del arte plástico contemporáneo. El acelerado retrato de un estilo de vida compartido por un círculo social donde el sexo, las drogas, el arte y el elitismo son la base de sus fundaciones. Todo relatado por uno de los amantes en turno de Golo, uno más del montón de modernitos que se pasean en los restaurantes de moda de la ciudad.
Primero, el fondo: una probadita a un barrio de moda (¿La Condesa, la Colonia Roma?). Una mirada a esos mexicanos con herencia familiar y económica de peso. La merecida crítica al mundo del arte donde las palabras como «curador», «nuevo talento», «galería» y «colectivo» aplastan a las obras y sus artistas. Un México donde, sin orden de importancia, desfilan Vogue, Metallica, los tenis Converse, la inauguración de una exposición, GQ, Dior, los viajes a Europa, Louis Vuitton, las inversiones de papi en «el arte que está de moda», la bisexualidad, las drogas, el círculo homosexual trendy, el amor, el sexo; los yuppies de provincia revelándose en el DF estudiando filosofía mientras portan un traje Zegna en alguna galería sobrevaluada. La cultura que se pasea todos los días en los monstruos de concreto: la nueva generación artística (¿artística?) del país.
Luego, la estructura: una novela donde los capítulos se conforman por un solo y pequeño párrafo; como células vivas independientes que, sin embargo, flotan dentro de un mismo órgano. Se mezclan, seducen los tiempos del lector y el ritmo asemeja lo que tarda Golo en aspirar una línea. El narrador-amante obliga a darle vuelta a todas las páginas en una sola sentada; un desprendimiento de imágenes a velocidad cinematográfica. Cada oración un cuadro, cada capítulo una escena; una película fragmentada donde se pueden leer los cortes. No hay tiempo para detalles, para recargar y tirarse de lleno a las descripciones barrocas. Tryno Maldonado apuesta por las oraciones cortas, simples. Una lectura directa, casi fugaz, que al terminar se te impregna como un devenir visual; sin espacio para una reflexión. Y aún así, los cimientos de Temporada de caza para el león negro están donde deben estar. No falta ninguna palabra, oración o párrafo.
Temporada de caza para el león negro funciona como uno de los libros con un enfoque renovado a la efímera urbanidad de las grandes ciudades. Quizás, Tryno Maldonado a veces se pierde en la apuesta a una escritura demasiado minimal y la sobreexplotación del snob moderno. Aún así, para la literatura mexicana su novela se perfila como un balazo de modernidad cuidadosamente premeditado.
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