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Imagen © Viajero transtornado

El síndrome del nómada y otros trastornos del viajero

Una de las ramas más olvidadas de la ciencia médica es la nosología. Y dentro de la nosología, los más olvidados, sin duda, son los nosógrafos. Ve a una convención médica y pregunta por un nosógrafo. Seguro te responden con un «Juay de nosógrafo?»

Los nosógrafos, y en general todos los nosólogos, incluyendo, por supuesto, a los nosognósticos y nosotáxicos, se dedican a describir, explicar, diferenciar y clasificar todas las enfermedades y procesos patológicos. Los nosógrafos se especializan en la descripción (descriptĭo infirmĭtas).

Como en todo, hay de nosógrafos a nosógrafos (hasta en la nosografía hay clases). Los más populares son los que se dedican a nosografiar (describir) las gripes: que si la porcina, que si la rusa, que si la H7N3, etcétera. Los más olvidados, los que, digamos, están en el Siberia de la nosografía, son los que se dedican a la nosografía cinética, es decir, a describir los trastornos ocasionados por el movimiento.

Inquisitivo como el bombón mismo, uno de nuestros reporteros viajó a la Siberia de los nosógrafos (a la Siberia de la Siberia de la Siberia) y encontró la descripción de algunos de los trastornos comunes del viajero, mismos que a continuación compartimos con usted.
 

Crisis del sedentario

Situación en la que una persona siente que debe de viajar sí o sí. La crisis puede manifestarse de forma vaga o intermitente (la persona se sorprende buscando vuelos y hoteles todas las mañanas, checando precios, viendo el calendario con los puentes del año, recordando cuántos días de vacaciones le quedan) o de manera aguda e insistente (el lunes dice: «imposible, no tengo dinero»; y el viernes: «no sé qué va a pasar en seis meses y yo preocupándome por el dinero; me voy de viaje aunque me quede sin un peso»). La psicología considera normal la presencia de esta crisis una o dos veces al año. Si es tan recurrente como una vez al mes o una vez cada dos meses, la persona sufre de una condición grave llamada estatofobia.
 

Estatofobia

Sensación morbosa de angustia o miedo ante una posición o situación estacionaria; la persona tiene que estar en movimiento o viajando constantemente para sentirse bien.
 

Crisis del nómada

Situación en la que una persona se ha cansado de viajar. Puede llegar de manera repentina (normalmente durante un vuelo) o ser una condición crónica ante la que no se puede hacer gran cosa (un viajero de negocios, por ejemplo). Irónicamente, cuando llega a controlarse esta crisis, es seguida —casi de inmediato— por la crisis del sedentario.
 

Síndrome del nómada

Se presenta en personas o familias que tienen que mudarse de ciudad cada dos o tres años por motivos laborales, o por cualquier otro motivo. Se estima que el 1% de la población mundial lo padece. Los síntomas se hacen presentes más tarde que temprano, y no se ha encontrado una cura para tratarlos: desarraigo, apatía, capacidad aguda de adaptarse a geografías inusuales, conformismo extremo, etc. A largo plazo este síndrome puede devenir en bipolaridad.
 

Trastorno estacionario

Las últimas figuras indican que más del 80% de la población urbana del mundo lo padece (se estima que el 90% de ese 80% desconoce estar dañado por este padecimiento). El síntoma más representativo y recurrente es la siguiente verbalización: «yo aquí he vivido toda mi vida y aquí me voy a morir; este es el lugar donde está mi familia, no encuentro razones para irme. ¿Viajar? Nombre, ni loco, nomás a sufrir… aquí en casa está el lugar de uno».
 

Complejo del turista

La persona que lo tiene, cuando viaja, trata de evitar todas las actividades relacionadas con el turista en masa, aunque casi siempre termina realizándolas, gustosamente.
 

Síndrome de conveniencia

Si hay crisis financiera en Argentina, viaja a Buenos Aires porque es barato. Si sus amigos se fueron de luna de miel a Singapur, ahí va él, un mes después, a ver todo aquello. Si es el mundial de futbol en Estados Unidos, se forma en la agencia de viajes para comprar boletos para toda la familia. Si tiene una amiga en Barcelona, ya lo ves hecho bola en un sillón sucio comiendo pasta con atún. Las personas con este síndrome se caracterizan por visitar lugares de los que no saben nada (y de los que tampoco les interesa saber tanto) sólo porque hay una ventaja tangible al hacerlo (ahorra dinero, se pone de moda, etc.).
 

Síndrome del viajero cultural

La persona que lo sufre se aferra a la postura de que todo viaje debe ser educativo y arrojar luz hacia una cultura desconocida e interesante. Regresa de lugares —que nadie podría localizar en un mapa— con atuendos tradicionales y un libro de cocina para replicar algunas recetas en casa. Después de unas semanas o meses, sin embargo, ha olvidado todo aquello.
 

Trastorno del viajero posmoderno (o PTD, por sus siglas en inglés)

Alteración que se presenta en las personas (dos o más) que siempre viajan al mismo lugar, en las mismas fechas, año con año. Creen que pueden perfeccionar la experiencia después de realizar exactamente lo mismo después de 60 años: una rutina de tiendas, restaurantes y horarios. La desilusión es inevitable: los destinos cambian y se actualizan; ellos, no. Dicen que lo hacen por una romántica tradición pero en realidad es por ahorrarse la fatiga de pensar.
 

Crisis posviaje

Cambio brusco de geografía que ocasiona agravios a quien termina un viaje e intenta reanudar su vida cotidiana. Se expresa en llanto, ensoñación, jetlag, repulsión hacia ciertas cosas que antes le parecían normales, reflexividad, aumento de peso, cambios en los hábitos de vestido y trastornos alimenticios. Puede durar unas horas, unos días o varios meses. Para algunas personas, esta crisis puede ser positiva, sobre todo cuando regresan de lugares o países que parecen inferiores comparados con el lugar de residencia.
 

Crisis del boarding pass

Normalmente ataca al viajero solitario, siempre cuando ya es demasiado tarde. Él se encuentra en la sala de espera, con el boarding pass en la bolsa de la camisa, su libro y su iPod. Ahorró para el viaje, lo planeo durante meses, pudo comprobar casi matemáticamente que viajar solo le haría muy bien. Una hora antes de su partida, sin embargo, sufre una desesperación terrible, se le cierra la garganta, tiene pequeñas taquicardias, se le nubla la vista. Recuerda el pozole de su mamá, las cervezas con los amigos, los domingos de no hacer nada, la facilidad del SMS con los vecinos, en fin, se da cuenta de todas las cosas a las que ha renunciado por su estupidez. Todo se resume en la frase «¿qué diablos hago aquí?» La crisis se prolonga hasta el destino y dura varios días o semanas. Repudia su decisión constantemente, pero se la traga. Una vez allá, es infeliz: el lugar en el que se encuentra estaba 99% romantizado y 1% críticamente analizado. Todo se resume en la pregunta «¿qué diablos hago aquí?» (Eventualmente, la crisis se disipa y el viajero encuentra su lugar en el mundo: recuerda ese viaje como una experiencia formativa.)
 

Efecto Tyler Brûlé

Quien lo tiene, trata de llevar una vida imposible de jet set: viaja en aviones privados o aerolíneas que ofrezcan primera clase (no business) y se hospeda en hoteles cuyo precio es pecado. Es imposible creer las historias que relata; aunque lo que diga sea verdad, se convierte en un impostor.
 

Complejo cinético forzado

Quien lo tiene no disfruta viajar. Detesta levantarse tarde, antes del desayuno ya discutió con el compañero de viaje o con todo el grupo: quiere ir exactamente a los sitios por los que pasan pero a los que nadie quiere visitar, se cansa demasiado pronto… No quiere caminar, por supuesto. Si llueve, hace frío o calor se vuelve loco. Si está casado, actúa como si estuviera a punto del divorcio; si tiene hijos, actúa como si no fuesen sus hijos: los ignora o los critica. Nadie sabe por qué estas personas deciden viajar; el misterio es parte de su grave padecimiento.
 


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