Correr está de moda. Qué novedad. Cada fin de semana es más frecuente encontrar calles parcialmente cerradas mientras los corredores completan el trayecto. El acto de correr se convierte en una plática cada vez más frecuente: «Ayer corrí 5 kilómetros», «No pude entrenar esta semana porque tengo una lesión en la rodilla». Me da gusto que la carrera se vuelva popular, que haya interés por conocer el placer del ritmo y el equilibrio y además disfrutar los beneficios que ofrece: control de peso, fortalecimiento muscular, terapia para la cabeza, mejora en el sistema cardiovascular y decenas de elogios más.
Placer vs. beneficios, aquí entra la figura de los corredores que a partir de ahora llamaré corporativos. Toman uno de los beneficios de la carrera y lo extrapolan; la disciplina, por ejemplo. Tener una rutina para ponerse los tenis y salir a la calle se puede proyectar en otras áreas de la vida; el orden, la linealidad a procedimientos, la constancia, todas estas características son apreciadas para completar muchos tipos de tareas; esto es el inicio para que el corredor del que hablamos comience a construirse dispositivos mentales de cumplimiento: «Si es bueno empezar a correr a las 6 de la mañana, debe ser mejor aún comenzar a las 5», «Si entrenando 1 hora cada tercer día puedo hacer carreras de 10 km, entrenando 2 horas seguramente podré completar un medio maratón». Y empieza a propagar la noticia que en la semana corrió 28 km y que le reclamó al encargado del gimnasio por no abrir a las 5 am en punto. Todo esto en el interés de ir marcando que las actividades propuestas fueron realizadas, con las ideas sólo levantadas en el futuro. Sigue por compararse con otros corredores que lo rodean; si alguno de ellos planea hacer un maratón, seguramente replanteará su entrenamiento para poder hacer uno. La importancia está en cumplir, en la capacidad de seguir pegado a un plan y llegar al objetivo, entre más difícil sea, más orgullo debe dar.
En el corredor corporativo no escucho placer por lo que hace, le da satisfacción narrar su rutina y demostrar a los demás de lo que es capaz, de lo que su dedicación le ha llevado a completar. No encuentro la capacidad de describir los árboles que vio mientras corría, o el simple hecho de decir que fue feliz, transmitir el placer de sentir el aire en la cara y enfocarse en la mecánica de levantar un pie, después el otro y establecer un balance con los brazos. Hay sólo la persecución ciega de la meta, sin tomarse la molestia de mirar a los lados y adentro para saber qué está pasando. Se cancela la posibilidad de la ocurrencia, como correr un domingo en la noche, por la premisa de ir justo atrás de uno mismo.
Placer vs. beneficios. Más que una elección entre uno u otro, vale tomar una fracción de los dos. Disfrutar la simplicidad de hacer algo que se encuentra tan cerca, en una mañana de sábado mientras el frío se va alejando, en la elección de una orilla con el único goce de la inmediatez.
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