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El ocio en el Bajío: un breve bestiario con los personajes más desocupados que habitan en el centro –y tal vez el resto– de México

Luigi Amara comienza su libro La escuela del aburrimiento con una oración que Dostoievski escribió en Memorias del subsuelo: «todo tuvo su origen en el aburrimiento». Y es verdad, el tedio, la desgana y el sin quehacer son los motores de nuestro entretenimiento, incluso de nuestra productividad. Siempre andamos en busca de algo que postergue esa sensación de vacío y de malgaste. Y eso es lo que nos hace avanzar (hacia el siguiente vacío).

Si la más notoria diferencia entre la capirucha y la provincia es la cantidad de ocupaciones y posibilidades de ocio y entretenimiento, ¿cómo nos divertimos en el Bajío? Se supone que la vida acá es más tranquila y ligera, ¿entonces nuestro ocio es minúsculo? Pues no, resulta que nuestros pueblotes están colmados de seres más ociosos que en la ciudad de México: tenemos mucho tiempo para dilapidar.

La belleza del ocio está en su pluralidad: nadie lo disfruta igual. El tiempo libre es eso, libertad. Cada estilo de vida permite cierta diversión. Un hombre de negocios jamás asemejará su vagancia con la de un nini. Aún así, en su atareada agenda, el whiskey aéreo del ejecutivo es equiparable a la fiesta non-stop de un lastre en potencia. Lo mismo pasa entre el café de la tía y la ronda de shots de su sobrina; distintos modos, mismo fin: matar el tiempo zombie.
 

Bestiario del ocio: 12 personajes con distintos niveles de aburrimiento

  • El Godínez
    Jornadas de trabajo interminables y un espíritu de productividad total, es decir, de medio pelo. El Godínez iguala su faceta laboral con la del tiempo libre: predecible, comercial y de creatividad nula.
    ¿Dónde se le ve? Haciendo fila para entrar a la sala 4XD del nuevo Cinépolis en Querétaro.
    Nivel de ocio: 2.
  • La ama de casa y/o el alto ejecutivo
    Maduros, exitosos y plenos. Tanto la señora de la casa como el esposo organizan con lujo de detalle sus períodos de esparcimiento: toda diversión es el resultado de una cita con hora, lugar y compañía planeada.
    ¿Dónde se les ve? A la señora, bruncheando en el Te Amo Café de Querétaro. Al ejecutivo, en una comida de negocios en El Caserío de Celaya. Cuando se juntan, van al Teatrito de La Carcajada en Querétaro y luego a un restaurante con los amigos.
    Nivel de ocio: 4 que se vuelve 7 si son swingers.
  • El ingeniero industrial
    Su tiempo se le va entre los días laborales y el traslado al PI (gustan de los acrónimos: Parque Industrial). El ingeniero empaqueta todo su ocio los fines de semana. Si es casado: con los hijos; si anda solterito: «con una nena».
    ¿Dónde se le ve? Tomándose unas chelas en el Wings Army de San Juan del Río y andando en bici de montaña los domingos por Guanajuato.
    Nivel de ocio: 3.
  • El hipster y/o chavorruco
    Joven (de edad, de espíritu o de los dos). Es de los más creativos a la hora de andar sin quehacer –y siempre se jacta de eso. Le fascina ir a talleres y compartir lo cool que es su macramé.
    ¿Dónde se le ve? En las inauguraciones del Museo de la Ciudad en Querétaro y luego en un bar como el Gracias a Dios.
    Nivel de ocio: 6 que se vuelve 9 si también es nini.
  • El freelance
    ¿Qué se sentirá borrar la línea entre trabajo y tiempo libre?, ¿dónde queda el ocio para una persona que trabaja desde su casa y bajo sus propias reglas? El freelance se sabe suertudo y dignifica su metaocio en nombre de todos nosotros. Eso sí, aunque desborda libertad, el freelance carece de orden y concierto.
    ¿Dónde se le ve? Tuiteando alegría los lunes, en matinés los martes y leyendo con una enorme sonrisa durante el insomnio de domingo. Vive en Celaya.
    Nivel de ocio: incalculable, inconsistente.
  • El artista bohemio
    Vive de una beca gubernamental (Pecda, Fonca, etc.). Sus opciones de ocio son limitadas pero muy bien fundamentadas. Para él, tomar, divagar y contemplar son herramientas básicas de investigación.
    ¿Dónde se le ve? Paseándose por las calles, callejones y mezcalerías de Guanajuato (su favorita es El Fusilado, allá por La Valenciana).
    Nivel de ocio: 7 que disminuye a 4 si tiene un trabajo.
  • El universitario
    Estudiante en el aula y maestro en la ociosidad: inventa fiestas en lunes, se va al extranjero por temporadas y le pide patrocinios a sus papás mientras decide qué quiere ser de grande –a éste le tenemos un poquito de envidia, es decir, nostalgia.
    ¿Dónde se le ve? En las miches más cercanas o en un bar/antro como Sirilo en Querétaro o el Grill en Guanajuato.
    Nivel de ocio: un merecido 8.
  • La monja
    Tierna, pura y siempre en compañía. Es divina. La monja se maneja un ocio old-style: aburrimiento disfrazado de productividad (espiritual). Aprovecha su vida contemplativa y caritativa para hacer algo, lo que sea, aunque –ociosa pura– sus acciones suelen ser bastante previsibles. Las monjas son maestras en el animado oficio del aburrimiento.
    ¿Dónde se le ve? Vendiendo pan y rompope, ayudando al prójimo y chacoteando cerca de la herrería de algún convento de Querétaro.
    Nivel de ocio: un inmaculado 8.
  • El nini
    Aborrecido y tachado por la sociedad. El ocio es su razón de ser: no hace nada. Por fuera se ve que la pasa muy bien pero en sus adentros le urge –mínimo– juntarse con las monjas.
    ¿Dónde se le ve? Colándose en los talleres de algún centro cultural en San Miguel de Allende.
    Nivel de ocio: 9.
  • La niña bien
    Propia de los suburbios y de ocio inconsciente. Nunca sufre y disfruta de la buena vida con el papá o el esposo que se parece a papá. Se hace la tonta pero en realidad es muy inteligente (a su manera).
    ¿Dónde se le ve? En el Margarita Blue del Club Náutico de Juriquilla, bien peinada y en busca del amor verdadero.
    Nivel de ocio: 9, aunque disimula un 7.
  • El heredero
    Es el nini en su versión mejor patrocinada. Viene de una familia de emprendedores, así que le hace su luchita cuando no anda despilfarrando: publica un libro de mesa, comienza su marca o pone un changarro.
    ¿Dónde se le ve? En la playa, lejos del Bajío o montando un negocio estilo La Fábrica (en Querétaro).
    Nivel de ocio: 9.
  • El vago loco
    Pasa el día por ahí y por allá, haciendo que todo, absolutamente todo, sea ocioso. Lee las líneas de su mano, maldice a los transeúntes, inaugura baños públicos, come fritanga y le da el mal del puerco a las 10 de la mañana.
    ¿Dónde se le ve? Deambulando en las plazas y calles de los centros históricos.
    Nivel de ocio: 10 y se multiplica al infinito si el vago vive en Apaseo el Alto.

 

Top 5 espacios de ocio en el Bajío

  1. La Fábrica (QRO). Nuestro Santuario al Ocio. El lugar funciona al mismo tiempo como teatro, café, restaurante, centro budista, centro artístico y shopping mall: el ocio multidisciplinario (lafabrica.org.mx).
  2. Andador Libertad (QRO). Desayuno en el Café Breton, boleado de zapatos en Plaza de Armas, discusión artística en la renovada Galería Libertad y comedera (chamorro), bebedera (mezcal) y pura gozadera (más mezcal) en la cantina Gracias a Dios.
  3. Andador Matamoros (QRO). El reflejo del anterior. Cafés, restaurantes, una galería recién estrenada (La Jaula), un muy buen bar (Bolena) y dos recintos culturales delimitando el espacio: el Museo de la Ciudad y el Cineteatro Rosalío Solano.
  4. El Cine Club Universitario (GTO). Entre la Universidad y el templo de la Compañía, en el Auditorio Euquerio Guerrero, hay puro cineocioso haciendo maratones de películas. Antes o después del cine club, el ocioso guanajuatense frecuenta El Lechón Ilustrado (Calle del Truco 5).
  5. Mineral de Pozos. La industria turística y las empresas de bienes raíces han tratado de hacer algo con el pueblo de Mineral de Pozos, pero no han podido: en Pozos nunca hay nada qué hacer. Es el paraíso de la desgana.

 

San Miguel de Allende: la apoteosis de nuestro ocio

San Miguel de Allende es un oasis de entretenimiento en medio de cerros y paisajes semidesérticos. Tierra de gringos jubilados, galerías de arte, bodas que duran un fin de semana y mirreyes en su faceta hippie. La ciudad es un gran templo al ocio y el esparcimiento sin sentido; atractivo para un fin de semana pero insoportable por largos períodos.

De los múltiples espacios ociosos que hay, rescatamos tres: La Aurora, El Sindicato  y, nuestro preferido, el Instituto Allende. Fundado en los 50s, el Instituto Allende es el origen del ocio sanmiguelense. Con muchísimos talleres y licenciaturas relacionadas al arte, la escuela atrajo a veteranos de guerra, jubilados y estudiantes de verano que revivieron un pueblo en decadencia. Enhorabuena.

Nuestro fastidio termina siempre, en algún momento, con un «juímonos a San Miguel». En esa expresión le hallamos un hueco a la rutina: nos subimos al coche y peregrinamos, tediosos y desesperados, a la desmesurada distracción de sus bares, terrazas, hoteles, tiendas y restaurantes. San Miguel es la máxima expresión de nuestra ociosidad.
 


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