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Proyecto Fitzcarraldo: tener una librería independiente en provincia

En estas épocas –las del Kindle, las de la narrativa audiovisual– tener una librería real (no virtual) es toda una hazaña. Si la librería es además literaria (sin libros de autoayuda (sic), sin DVDs (WTF)), la hazaña es todavía mayor. Y si la librería está en provincia y no es de gobierno o de cadena (FCE, Gandhi, El Sótano), la hazaña es casi de proporciones bíblicas: un milagro.

Bueno, quizá la palabra no sea «milagro». Levantar una empresa que a todas luces se dirige hacia el fracaso tiene una mejor palabra: literatura.

En Querétaro la librería literaria por excelencia se llama –cómo no– El Faro de Alejandría. Existe desde hace 10 años. Primero estuvo en la galería Puente 15, luego rebotó por varios lugares de la colonia Álamos y desde hace un par de años está en Plaza Boulevares. Con una pequeña gran selección de libros, El Faro es la librería mejor editada del Bajío. Tienen, por ejemplo, libros de la editorial queretana Calygramma y libros de Galaxia Gutenberg. Su mesa de novedades no es –como en todas las librerías– la mesa que más aplauda, sino la mesa con las letras más «codiciadas» (como ellos las llaman): Antigua Luz de John Banville, La transmigración de los cuerpos de Yuri Herrera, El Crack-Up de Fitzgerald, El laberinto del mundo de Yourcenar… Codiciados indeed.

Para conocer los impulsos o los motivos –el élan– detrás de esta librería, entrevistamos al Fitzcarraldo queretano: Ricardo García Mainou, dueño y director de la librería El Faro de Alejandría. Ricardo es también escritor. Cuando te toca, su más reciente libro, ganó en el premio José Fuentes Mares.
 
¿Cómo te animaste a tener una librería?

En 2006 compré un traspaso, el Faro de Alejandría ya existía desde 2003. Y bueno, compré el traspaso porque siempre me han gustado las librerías. Pensar en tener una librería era como un sueño: «voy a vender algo que me gusta mucho comprar», fue un poco por ahí.

Siempre he tenido ese tipo de tentaciones. Nuestro otro negocio (de mi esposa y mío) es un videoclub en Jurica, un videoclub especializado en cine de arte. Un negocio que me gusta a mí como cliente. En el caso de El Faro, desde niño me han gustado las librerías. No tenía ni idea de lo que era este negocio, así que la decisión de tener una fue tan aventurada como lo que sugiere tu pregunta.
 
¿Por qué El Faro terminó en este plaza?

Nos fuimos por la opción que todo el mundo nos desaconsejaba, salvo la gente que tiene librerías en Europa, que nos decía: «centros comerciales». Aquí nadie le entra a los centros comerciales por el miedo a las rentas. Pero al final una librería lo que necesita es tráfico de gente.
 
¿Entonces el secreto es el tráfico?

El secreto es el tráfico. En provincia las librerías tradicionales por excelencia son las librerías de Educal. Usualmente ellos estudian el mercado y se ponen en la plaza más concurrida de la ciudad o en aeropuertos, donde haya mucho tráfico de gente. Al final puedes buscar todo el público exquisito que quieras, pero el volumen que requieres para que sea rentable el negocio te lo da el tráfico.

El problema de los locales anteriores es que eran sitios en donde tenías que ir; el cliente tenía que ir a la librería específicamente a buscar algo. Y en esta ciudad, en este país, incluso en este planeta, pedirle a la gente que vaya a buscar libros es… bueno, son pocos los que harán el viaje. Aquí, en esta plaza, la gente viene a hacer otras cosas y se topa con los libros. Algunos vienen exclusivamente por los libros, esos son nuestros clientes habituales, pero la mayoría viene a la plaza a tomarse un café, al restaurante, al cine… y se encuentra con los libros. La apuesta es que se encuentre con los libros y que se interese. Y sí, sí ha funcionado así.
 
Eso a nosotros nos parece un tanto sorpresivo: los libros que se encuentran en esta librería son literatura pura, o literatura seria, o no sé, no hay discos y DVDs, pues. ¿No es un inconveniente vender sólo literatura?

No, no es un inconveniente. Es ir contra mercado y contra los manuales de negocios. Si tú lees la biblia de Gandhi, que es el libro de Achar, o los manuales en los que se basan las cadenas, Sanborns y demás, te darás cuenta que ellos miden efectividad por metro cuadrado, y para tú medir efectividad por metro cuadrado tienes que vender libros de apuesta segura.

Muchos de estos libreros te dirán que eso es lo que el público quiere leer. Yo no creo eso, yo creo que el público compra eso porque eso es lo que hay. Muchos libreros se atoran en eso: creen que porque alguien está comprando algo es porque quiere más de ese algo.

Incluso los editores lo piensan así; la mayoría de los editores no te dejan como librero apostarle a su fondo, te dejan apostarle únicamente a sus novedades, porque es lo que acaban de gastar, porque es lo que están promocionando, porque es lo que les urge que se venda rápido para recuperar la inversión rápido.

Entonces casi todas estas librerías apuestan por una selección muy similar de «los libros más vendidos» que pueden ser de autoayuda o literatura comercial o literatura inspiracional [?], etcétera. La que llamamos «selección Sanborns» es esa selección de los cincuenta libros más vendidos en todo el país y que es una selección que no piensa en el libro: a ellos les da lo mismo el título que están vendiendo. Y si tú eres un librero al que le da lo mismo vender el libro que sea con tal de que el público lo compre, yo creo que podrías también ser heladero, pastelero, vendedor de videojuegos o ropa, y entonces no me interesaría ser librero.

La apuesta es difícil en estas cosas, y hay pocas librerías que lo hacen, y no sólo en México, sino en todo el mundo. La lógica del mercado impide que existan librerías así: tienes que sacar la renta, tienes que sacar tus gastos, tienes que apostarle en teoría a lo seguro y eso seguro es muy alusivo a lo que te digan los editores o distribuidores.
 
¿Por ejemplo, tener el Crack-Up ahí en tu sección de libros «codiciados» es negocio, es un hobby o es un vicio?

Uno de los primeros separadores de libros que hicimos para promocionar la librería decía justo eso: «leer es un vicio».

Pero no, tener el Crack-Up en «codiciados» no es negocio, pero «codiciados», y ahí nos diferenciamos de casi todas las librerías que conozco, es que nuestros «codiciados» no son los libros más vendidos. Aquí no manejamos listas ni mesas de los libros más vendidos.

Y tampoco me gusta manejar mesas de élite, de editoriales específicas, como guiño a cierto público. No, nuestra propuesta va a los títulos, a los autores, a los libros que son buena literatura, que son estimulantes, con los que apostamos que algún día entrará un lector y dirá: «ah, este es el libro que no sabía que estaba buscando y me lo topé aquí». Creo que con la otra oferta nunca te toparás con eso.
 
¿Cómo es Querétaro como ciudad lectora?

Como ciudad lectora es igual que muchas otras ciudades del país. No creo que se distinga especialmente. La Asociación de Libreros de Querétaro te dirá que aquí hay más librerías que en todas las ciudades del país, con excepción quizá de la ciudad de México y Guadalajara, pero lo cierto es que eso no mide absolutamente nada.

Tampoco nosotros nos cortamos las venas porque los estudios dicen que se lee 1.2 libros al año por persona en México, porque la gente que no lee libros, la gente que baja ese índice, no es nuestro público. Yo creo que en todos lados hay un público lector, un público que le gusta leer y que está dispuesto a probar y encontrarse cosas distintas a lo que le gusta leer. Y esa es la apuesta de la librería; si yo me fuera únicamente a las estadísticas y al mercado, mal haría en tener este negocio.

Creo que hay algo de idealista y de masoquista en todos los libreros.
 
¿Crees que el oficio del librero está en peligro de extinción?

Cuesta trabajo, ser librero cuesta trabajo. Es una profesión que hay que trabajarla y entrenarla y cultivarla, y aparte no es muy redituable.

El problema en el que caen muchas librerías es ese: tienen empleados como quien tiene meseros o cajeros. Y el trabajo del librero va mucho más allá de saber cobrar y atender.

Y otro problema, por supuesto, es que se editan más libros en un mes de los que puedes leer en toda la vida. Si eso lo multiplicas por X número de años, pues te darás cuenta de que es difícil tener ahí a una persona que lo ha leído todo.

Nosotros tratamos de encontrar gente que por lo menos… Digamos que tratamos de colocar la barra a una altura aceptable. Y eso toma tiempo.

Es difícil. En México no hay ningún tipo de preparación para los libreros. En Italia hay toda una escuela para libreros, es una escuela que montó Feltrinelli y donde da clases hasta Umberto Eco de pronto; es gente que se prepara para toda la vida ser librero. En México ser librero no es un plan de vida; la mayoría lo ve como un trabajo provisional, y eso baja en nivel para todos.

El trabajo de uno como dueño de la librería está en capacitar a su gente, no contratar a cualquiera y, a los que contratas, trabajar con ellos, que lean, que sepan de autores, que sepan de libros. Es un proceso que toma tiempo.
 


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