La mordida fue la prohibición primera, y la primera transgresión también. No se sabe si Eva hizo algo más con aquel fruto, pero es seguro que le hincó el diente: fatal asunto. Los expulsaron del paraíso durante nueve partidos, cuatro meses, al cabo de los cuales ya sólo podían pensar en aventar el chivito al precipicio (o según la Biblia, conocerse) y en llegar más o menos enteros al final de la quincena. Y así desde entonces.
Conviene recordar las primeras líneas del Manifiesto antropófago de Oswald de Andrade, texto de 1928 (por cierto brasileño) que ya anticipaba las bajas pasiones mundialistas: «Sólo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente». Y más adelante desliza una declaración propia del célebre uruguayo: «Pregunté a un hombre lo que era el Derecho. Él me respondió que era la garantía del ejercicio de la posibilidad. Ese hombre se llamaba Galli Mathias. Lo devoré». Contra la garantía de lo posible, el mordisco. Contra la instauración de la norma, incluso a costa de sí mismo, el colmilludo arremete. Dijo Mujica: «No lo elegimos para filósofo». Sabio, como siempre, el presidente charrúa: el filósofo es el que le pone a la Ley una palabra anterior al Derecho. El filósofo es el anti-Suárez.
Pero hay maneras. La selección de Belice no se va a levantar de ésta. Las fotos del delantero con la pierna amputada, del defensa sangrando junto a la mancha penal, los rostros hieráticos en la tribuna. «Masacre en la cancha», tituló El Centinela de Belmopán; «Lluvia de sangre», remató, más lírico, El Tiempo de Belize City. «Si el mundial anterior pareció escrito desde el minuto cero por Del Bosque, éste parece pintado en cada partido por El Bosco», apuntaba un agudo comentarista de Ladyville.
Con cinco extremidades menos y una moral recortada con marcas de dentadura, la Escuadra de Mimbre debe medirse en octavos contra la Serenísima República de San Marino (es el nombre oficial, no lo achaquen a mi cursilería), favorita para campeona en las casas de apuestas de la Tercera Avenida de Belize City.
«Absorbiendo por la ingestión partes del cuerpo de una persona, se apropia el caníbal las facultades de que la misma se hallaba dotada», nos dice Freud en Tótem y tabú. De ser eso cierto, aunque sea un poco, la determinación de la selección de Belice, la precisión de sus pases en las inmediaciones del círculo central y la oportunidad providencial de su portero, están siendo lentamente digeridas por los uruguayos, mientras los héroes del Caribe se cambian las vendas en el hospital de campaña que se ha levantado junto al estadio amazónico.
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